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Colección del Bicentenario 200 años de la Economía en el Perú: ‘El gobierno de Odría y la liberalización de la economía’

Fue liberal en lo económico, autoritario en lo político y con reflejos populistas. Así podría definirse al general Manuel Arturo Odría Amoretti, que gobernó el Perú entre 1948 y 1956. El Ochenio.

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El presidente Manuel Odría saluda en uno de los recibimientos que le hicieron en ciudades de la selva, como Pucallpa e Iquitos, en junio de 1953. (Foto: Archivo histórico de El Comercio)
Fecha Actualización
ENTREGA 16
Bonanza económica y mucha inversión pú­blica en educación y salud fueron dos carac­terísticas fundamentales del Ochenio del presidente Manuel Arturo Odría Amoretti. El gene­ral Odría llegó al poder desde Arequipa con el golpe de Estado del 27 de octubre de 1948, que puso fin al gobierno constitu­cional de José Luis Bustamante y Rivero, régimen del cual inclu­so había formado parte como ministro de Gobierno y Policía (lo que hoy es el Ministerio del Interior).
El derrocamiento de Busta­mante se dio a los pocos días de un abortado y sangriento golpe aprista, el 3 de octubre de 1948, desencadenado por una inten­sa crisis política que se suscitó debido a las diferencias que te­nían el APRA, y especialmente su líder, Víctor Raúl Haya de la Torre, con Bustamante y Rivero, luego de fenecer la alianza política que habían conformado ambos en 1945 y que le había permitido al segundo ganar las elecciones. Tras el derroca­miento de Bustamante y Rivero por parte de Odría, se instaló casi de inmediato una Junta de Gobierno, presidida por el militar Zenón Noriega, hasta el 1° de noviembre de 1948, fecha en la que Odría asumió la presi­dencia.
El Ochenio se divide en dos fases: la primera, de facto, que se extendió hasta el 1 de junio de 1950, año en el que Odría le deja provisionalmente la pre­sidencia a Zenón Noriega para presentarse en las elecciones presidenciales de ese año como candidato único. La segunda etapa fue la de un régimen dic­tatorial con fachada democrá­tica, que culminaría en 1956.
Odría asumió el gobierno cuando el Perú sufría de una alta inflación, un elevado dé­ficit fiscal y un tipo de cambio desbordado. Un ejemplo de la difícil situación del mercado cambiario se constata en las cotizaciones del sol: en 1947 el tipo de cambio oficial era de 6.5 soles por dólar mientras que en el mercado libre la divi­sa extranjera alcanzaba los 17 soles. La nueva administración odriísta liberalizó el mercado cambiario, acabó con los es­tancos y controles de precios y fomentó las inversiones en in­dustria y minería.
En lo social, durante El Oche­nio se fueron acelerando las incesantes migraciones del campo andino a las ciudades costeñas, fenómeno que ya se había iniciado antes de su go­bierno y que haría crecer colo­salmente a Lima en población. poblaciones menos favoreci­das, como la indígena, según algunos historiadores.
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Estrechas relaciones con EE.UU. y la Misión Klein
Las relaciones de cooperación con Estados Unidos también fue otro factor clave para los planes de Odría y el desarrollo del país. Esto fue consecuencia del acercamiento que se forjó a finales de la Segunda Guerra Mundial. Entre 1948 y 1956, el gobierno procuró que el lazo se estrechara. Incluso se suscribió el Pacto de Asistencia Bilateral y Defensa Recíproca con los EE.UU. que le permitió al Perú recibir asistencia y armamento militar, a cambio de garantizar la venta de metales a la poten­cia norteamericana.
En ese contexto, el gobierno de Odría estableció disposicio­nes de aliento a la inversión ex­tranjera. Si bien un ejemplo es el Código de Minería, también puede observarse como mues­tras de ello la Ley del Petróleo (1952), y la Ley de Electricidad (1955), la cual asignó una tasa fija de beneficios a los inversio­nistas dedicados a este sector. Con este panorama favorable, el capital norteamericano en proceso de expansión después de la guerra encontró en el Perú una situación propicia para ello.
De otro lado, si bien el go­bierno de Bustamante y Rivero ya había contado con una serie de recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) durante su último año de ges­tión, Odría se apoyó en una nue­va asesoría de los Estados Uni­dos: la Misión Klein, un equipo de economistas y banqueros de ese país que tuvo influencia en la política económica entre 1949 y 1955. Algo similar su­cedió en Chile, donde el mismo grupo asesoró al gobierno del general Carlos Ibáñez del Cam­po, entre 1955 y 1958. Una de las medidas resultantes de la Misión Klein fue la liberaliza­ción del sistema cambiario a finales de 1949.
Así, la administración de Odría dejó de lado el tipo de cambio oficial, fijado en 6.5 soles por dólar, y se permitió el uso de certificados de exporta­ción por parte de los exporta­dores. Estos certificados podían ser equivalentes al valor total de la mercadería comerciali­zada con el exterior. Siempre que había un ingreso en dóla­res estadounidenses, francos o libras esterlinas, estos debían ser entregados al Banco Central de Reserva, el cual entregaba a cambio los certificados que eran totalmente negociables. En el caso de los pesos argen­tinos, el monto a cambiar era el 10% de los ingresos. Si, por el contrario, se trataba de otras di­visas, estas podían cambiarse con libertad.
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Estas medidas dieron como resultado una apreciación tem­poral del sol ante el dólar, algo que luego volvió a revertirse li­geramente, conforme se redujo la oferta de la moneda extran­jera en el Perú. No obstante, el mercado cambiario presenta­ría un mejor panorama que en los años previos gracias a que el Gobierno impulsó las exporta­ciones y la atrajo inversión ex­tranjera, lo que generó un flujo positivo de divisas al Perú.
En el caso de la minería, se promulgó un nuevo Código de Minería en mayo de 1950, el cual sentó las bases para el desarrollo de este sector al reducir la carga impositiva para esta actividad, otorgándole una estabilidad tri­butaria durante los siguientes 25 años. Las exportaciones de metales crecieron 8.9% anual entre 1948 y 1956. Las exporta­ciones de cobre se duplicaron entre 1948 y 1954, las de oro aumentaron en casi 200% entre 1948 y 1956, mientras que las de plomo y de zinc crecieron en más del 100%.
La situación no solo mejoró para la minería sino también la actividad agrícola, que en la década de 1950 era la principal fuente económica de la costa, apoyada principalmente en el algodón y azúcar. Los envíos del primero al extranjero se du­plicaron entre 1948 y 1956. El incremento de los precios de las materias primas a raíz de la Gue­rra de Corea y su consiguiente efecto dinamizador en las ex­portaciones peruanas permitió que el Estado incrementara mu­chísimo sus ingresos fiscales.
Gasto público expansivo
El resultado de esta bonanza fis­cal fue que el gasto público au­mentó nominalmente 171% en el periodo 1950-1956, años en que el gobierno odriísta impul­só una serie de obras públicas y políticas sociales de impacto social masivo en la población, con un fuerte y eficaz aumento de inversión en salud, educación y promoción del empleo, lo que dio popularidad a este régimen autoritario.
Durante esos seis años, los re­cursos destinados a la educación pasaron de significar el 14.63% del gasto público a un 19.21%, mientras que en salud, la varia­ción fue de 1.82% a 4.81%. Asi­mismo, el monto destinado a las obras públicas se incrementó de 5.68% a 9.33%.
Grandes obras y construcciones
Odría impulsó una serie de obras de infraestructura que trascendieron a su época. Entre hospitales, viviendas, centros de esparcimiento y el Estadio Nacional de Lima, estas edifica­ciones otorgaron una luz de mo­dernidad a nuestro país en la dé­cada del 50. Algunas de las obras públicas que se desarrollaron fueron el Centro Médico Naval, el Hospital Militar Central y el Ministerio de Educación frente al Parque Universitario, el edifi­cio más alto del Perú en aquella época, hoy sede de la Corte Su­perior de Justicia de Lima.
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Entre 1950 y 1952, el mayor incremento en gestión se centró en obras de irrigaciones, mien­tras que en los dos años siguien­tes destacó el incremento en transportes y comunicaciones, para finalmente en los últimos años aumentar la inversión so­cial destinada a vivienda y cons­trucción.
En 1951 se cerró el Estadio Nacional en Lima, donado por el Reino Unido por el Centena­rio de la Independencia, y se derrumbó para el surgimiento de la actual sede. Las tribunas de madera que se usaron en los partidos anteriores, entre los de Alianza Lima y Universitario, se enviaron a otros escenarios deportivos del interior del país, como también del Estadio Lolo Fernández del Club Universita­rio de Deportes. Ese mismo año, el presidente de la Sociedad de Beneficencia de Lima, Miguel Dasso, alentó a la reconstruc­ción de este nuevo coloso. Pasó de tener una sola tribuna de ma­dera a tener una capacidad de 55 mil espectadores. Las tribu­nas se construyeron de cemen­to, y los lados de norte y sur po­dían albergar 16,000 hinchas cada una, mientras que las tri­bunas principales de oriente y occidente tenían tres bandejas: alta, baja e intermedia. La torre de la tribuna norte contenía los palcos oficiales. La obra se inau­guró en tiempo récord, el 27 de octubre de 1952, y duró tal cual hasta la gran remodelación que se hizo en dos años y que el en­tonces presidente Alan García inauguró en julio de 2011, fina­lizando su segunda gestión.
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Centros cívicos y de esparcimiento
Odría prestó atención también al sector de esparcimiento e impulsó los centros cívicos, lugares en los que la pobla­ción podía satisfacer diversas necesidades pues estaban conformados por oficinas de administración, jardines de la infancia, cine, zona comercial, iglesia, posta sanitaria, oficina de correos, puesto policial, res­taurante, cafetería, campo de­portivo y centro comunal, ofici­nas del servicio social, salones de clases, de costura, de tejido y labores caseras varias, gran salón de fiestas, salas de estar y de juego de diversa índole. La prensa cercana al Gobierno resaltaba esos centros como es­pacios ideales para las familias, para alcanzar el bienestar.
El centro vacacional Huam­paní fue una de las obras ban­dera de la época. Fue inaugu­rado en 1955 y construido por la Corporación Nacional de Vi­vienda. Podía atender a más de mil personas, entre bungalows y pabellones de un albergue juvenil, algo muy novedoso en ese momento.
Odría: su enfoque laboral y social
El gobierno de Odría también vio las necesidades de la población con menores recursos y las aten­dió para reducir el descontento social que heredó de la adminis­tración de Bustamante y Rivero. Para ello apuntó a otorgar bene­ficios laborales y a fortalecer la seguridad social de los trabaja­dores.
Asimismo, dispuso el reparto de utilidades de las empresas con sus trabajadores (1948). También estableció el sala­rio dominical, incrementó las pensiones a los jubilados y las gratificaciones. Igualmente, el pago por tiempo de servicios (las compensaciones o CTS de hoy) y el fortalecimiento de la indemnización por accidentes laborales. Odría estableció que el monto comprendido aumen­tara del 33% del salario al 70% en caso de incapacidad abso­luta. Y luego creó el seguro social obligatorio del empleado, para la “protección del empleado público y particular en los ries­gos de enfermedad, materni­dad, invalidez, vejez y muerte”.
Con Odría, la salud pública ocupó un lugar preferente que implicó la construcción de varios hospitales bajo el modelo del Hospital Central de Seguro Social del Empleado (hoy Rebagliati, en Jesús María). Con la Ley N° 11672 se proporcionaron recursos para mejoras sanitarias en preven­ción de enfermedades y servi­cios asistenciales.
Ligado al gasto en salud estuvo la inversión en vivienda. Se levantaron casas de bajo costo para los obreros, unidades vecinales y agrupamientos, estos dos últimos dirigidos a familias de clase media.
En ese contexto creó el Dis­trito Obrero Industrial 27 de Octubre, hoy San Martín de Porres, y continuó con la cons­trucción de unidades vecinales, como la del Rímac y la de Miro­nes, en el Cercado de Lima. En ambos casos se puede apreciar el afán modernizador y de visi­bilizar el progreso social desde lo arquitectónico, otorgándose una ubicación importante a las escuelas y a los espacios depor­tivos.
Odría, de ese modo, conectó con las necesidades populares y se ganó su simpatía.
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María Delgado de Odría, la popular primera dama
Saltó a la escena política oficial y lideró un gran programa asistencial. La ‘María de los pobres’ llegó a tener una buena relación con Eva Perón.
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En el ochenio, un perso­naje que gozó de gran simpatía y popularidad fue la esposa del presi­dente Manuel Odría, la señora María Delgado Romero, quien fue la que dio inicio a importan­tes obras sociales que desde en­tonces caracterizaron el rol de primera dama en el país.
Así, entre 1948 y 1956, tam­bién fue llamada “María de los pobres” por su labor de asisten­cia social. Por la misma época, gobernaba Argentina el gene­ral Juan Domingo Perón cuya figura en el curso de la historia fue superada por la de su espo­sa, la famosa Eva Perón, que fue primera dama en ese país de 1946 a 1952. Precisamente por esa coincidencia ambas desa­rrollaron una buena relación y Evita Perón de alguna manera se convirtió en referente de Ma­ría Delgado, quien, sin embar­go, tuvo un perfil más bajo.
Recién con María Delgado de Odría, la esposa del presi­dente era uno de los rostros del gobierno. Tuvo una visibilidad política poco vista en las pri­meras damas. Su labor social fue tan popular que el distri­to limeño de Villa María del Triunfo lleva su primer nom­bre en honor a su apoyo para que los otrora asentamientos pudieran convertirse en un distrito.
Obras de asistencia social
Durante el gobierno de Odría se creó la Central de Asisten­cia Social (1951), que presidía la señora Delgado, y donde se daba atención a mujeres y ni­ños. Los problemas de atención de la infancia ocuparon entonces un espacio im­portante: Se organizaron vacunaciones masivas contra la viruela (80% de la población urbana y rural), trabajos de salud materno-infantil junto a Unicef, así como refectorios escolares.
Se abrieron departamen­tos de la Madre y el recién nacido y de Asistencia Social, cuya función era dar ayudas a las familias más necesitadas, que podían ir desde el pago de alquileres y pensiones escola­res, hasta entrega de víveres, leche para niños, ropa y ense­res básicos de casa, además de medicinas. La nutrición se convirtió en un tema impor­tante en ese periodo.
Una de las celebraciones que organizó y fue muy apre­ciada en el ochenio fue la Na­vidad del niño peruano, por la gran movilización que impli­có. La figura de María Delgado aparecía en cuanta actividad asistencial se realizaba; de alguna manera, el Estado respaldaba un modelo de fi­lantropía que se desarrollaba desde la llamada república aristocrática, pero con mayor volumen y resonancia. Al mis­mo tiempo, en el espacio pú­blico que había sido exclusivo para varones se abría paso la imagen de esta mujer.
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Era una época en la que las mujeres también fue­ron abriéndose camino en el campo académico, gremial y artístico. Se dice que su partici­pación entre los actores políti­cos del momento marcó cierto punto de inflexión en una cul­tura patriarcal.
María Delgado tuvo un rol determi­nante para que el presidente Odría diera el derecho al voto a la mujer.
Algunos años después, en las elecciones municipa­les de 1963, María Delgado fue la primera mujer en pos­tular a la Alcaldía de Lima por la Unión Nacional Odriísta. La “candidata del pueblo” no logró superar a Luis Bedoya Reyes, que iba por la alianza Acción Popular-Democra­cia Cristiana, por solo 5%.
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