Antigua avenida La Colmena (Foto: LIMA LA ÚNICA)
Antigua avenida La Colmena (Foto: LIMA LA ÚNICA)

DÉCIMA ENTREGA

La reconstrucción del Perú luego de la le demandó al país 25 años; fueron dos décadas y media que se tomó para poder recuperar los niveles anteriores al conflicto bélico. La producción nacio­nal se redujo a la mitad entre 1878 y 1883; la construcción y la minería cayeron en casi 90% en ese período. La velocidad de la devastación del aparato pro­ductivo no tuvo precedentes y lo que más se le aproxima, por lo que dicha guerra se recuer­da a menudo en los últimos meses, es la crisis por la pan­demia.

Nicolás de Piérola llegó al poder como presidente cons­titucional el 8 de setiembre de 1895, luego de haber sido go­bernante de facto entre 1879 y 1881. Su elección permitió la consolidación de la recupera­ción del país, terminó de orde­nar la administración pública, se propuso ordenar la gestión de las finanzas públicas y reto­mó la senda del crecimiento y el desarrollo con miras a la lle­gada del siglo XX. Como todo gobernante, Piérola no está exento de críticas y de detrac­tores. Se hizo cargo de un país que estaba en la recta final de su etapa de recuperación de los daños de la guerra con Chi­le. Las exportaciones habían vuelto a crecer, el gasto en in­fraestructura también lo hacía y el consumo de las familias sostenía la economía peruana. Vale decir que su gestión co­menzó con buen pie. Si bien su gobierno comenzó recién en setiembre, el Producto Bruto Interno (PBI) de 1895 se incre­mentó 7.65%. No obstante, el mayor logro fue la estabilidad que vivieron los peruanos en los años siguientes, pues la etapa en la que la economía sufría caídas y crecimientos intercalados durante varios años había llegado a su fin.

Detalle de primer plano de Nicolás
de Piérola, óleo pintado por Daniel
Hernández Morillo.
Detalle de primer plano de Nicolás de Piérola, óleo pintado por Daniel Hernández Morillo.

Los hechos en la política siempre tienen repercusión en la economía de un país. Mientras más estables políticamente, mayores son las posibilidades para el desarrollo. El gobierno de Nicolás de Piérola, fundador del Partido Demócrata, se caracterizó por tener un bajo nivel de oposición política, pues su principal rival, el Partido Civil, funda­do por Manuel Pardo, no le causó mayores problemas. Todo lo contrario, fueron aliados. Esta alianza en­tre demócratas y civilis­tas fue conocida como la Coalición Nacional y se estableció en mar­zo de 1894, actuando así en una guerra civil que duró desde ese año hasta 1895. El enfrenta­miento se produjo luego de que el 1° de abril falle­ciera el entonces presidente Remigio Morales Bermúdez, quien era afín a Andrés Ave­lino Cáceres. Fue sucedido no por el primer vicepresidente sino por el segundo, Justiniano Borgoño, que disolvió inconsti­tucionalmente el Parlamento y convocó a unas elecciones en las que Cáceres era el úni­co participante. Ante esta si­tuación, la Coalición Nacional salió a confrontar al candidato único, desatándose una gue­rra civil que se extendió hasta 1895 y que terminó a favor de la alianza demócrata-civilista.

Fue esa lucha encarnizada y la asociación de ambos parti­dos un factor que jugó a favor de la gestión de Piérola, pues la oposición en el Congreso fue mucho menor a la que tuvie­ron otros gobiernos y ello le permitió presentar propuestas legislativas que fueron apro­badas sin mayores cambios y que dieron mayor estabilidad a las finanzas públicas y a los bolsillos de los peruanos.

La libra de oro

Simbolizó bonanza. La moneda de oro se acuñó hasta 1930. De 7.988 gramos, tenía un diámetro de 22 milímetros. También se acuñaron ½ libra y 1/5 de libra.

Cara y sello de la libra de oro que puso a circular Piérola. La moneda hecha del dorado metal valió tanto como una libra inglesa.
Cara y sello de la libra de oro que puso a circular Piérola. La moneda hecha del dorado metal valió tanto como una libra inglesa.
Cara y sello de la libra de oro que puso a circular Piérola. La moneda hecha del dorado metal valió tanto como una libra inglesa.
Cara y sello de la libra de oro que puso a circular Piérola. La moneda hecha del dorado metal valió tanto como una libra inglesa.

Una de esas medidas fue la adopción de la libra peruana de oro en reemplazo del sol de plata en 1897. Esta acción se tomó porque, cuando Piérola llegó a la presidencia, los pe­ruanos usaban el sol de plata desde la mitad de la década de 1880, luego de que el gobierno de Andrés Avelino Cáceres re­tirara el papel moneda debido a su devaluación respecto al sol peruano. Como ejemplo, debe saber que una moneda de plata llegó a ser equivalente a 35 soles en billetes.

Si bien el sol de plata fue una moneda mucho más estable, para 1894 ya ha­bía acumulado tres años de depreciación conti­nua, lo que impactó en la vida de los peruanos, pues afectaba su nivel de consumo. Tras subi­das y bajadas del valor de la plata, en 1897, en pleno gobierno de Piérola, se re­gistró una pronunciada de­preciación de este metal. Ante ello, el presidente alcanzó al Congreso una propuesta le­gislativa de reforma mone­taria para adoptar la libra de oro con un valor equi­valente a la entonces poderosa libra esterlina inglesa.

La iniciativa para crear la libra peruana de oro tuvo una ligera oposición de una parte de la clase política, que fue insuficiente como para que no prosperara el plan del Ejecutivo. La ley de la libra de oro fue promulgada el 27 de diciembre de 1897. Su va­lor contribuyó a mantener un crecimiento eco­nómico pujante. Su existencia y peso trascendió en expresiones de la época que han perdurado con el co­rrer del tiempo como la que dice “a la par con Londres” que, con el devenir de los años, sig­nifica quedar a mano, “ni te debo ni me debes”, como dice la conocida lingüista Martha Hildebrandt.

Presupuesto y un ministerio fundamental

Piérola estableció una serie de medidas que permitieron ordenar más la administra­ción pública. Una fue la pro­mulgación de la primera ley de presupuesto y la otra, la creación de una entidad que permitiría ordenar sus planes a futuro (así como los de los siguientes presidentes) para desarrollar el país: el Ministe­rio de Fomento y Obras Públi­cas. Este despacho fue creado en 1896 y tuvo como ministro, el primero de todos, a Eduardo López de Romaña, quien luego sería presidente constitucio­nal entre 1899 y 1903.

Con la creación de esta institución se terminó de establecer una gestión don­de el Estado se encargaría de encaminar el desarrollo económico en los ámbitos donde los actores privados no estuvieran presentes o de actuar en obras que estuvie­ran fuera del alcance de la clase empresarial, especial­mente en el ámbito de la in­fraestructura productiva y de transportes, así como en la provisión de algunos bienes y servicios.

También tuvo a su cargo la Escuela de Ingenieros (los inicios de la actual Universi­dad Nacional de Ingeniería) y fue responsable de los traba­jos de exploración geográfica y de irrigación. Ya iniciado el siglo XX, fue el punto de partida para la Dirección de Salubridad e Higiene Públi­ca, que fue creada como par­te del sector en el año 1903. Las funciones del ministerio eran tan amplias que incluso llegó a tener entre sus ins­tituciones a la Dirección de Minas, un brazo importante en un contexto en el que la minería metálica se había convertido en una actividad relevante para el país. De esta forma, el Ministerio de Fomento y Obras Públicas fue haciéndose de una buena reputación como artífice de la promoción del desarrollo industrial y el impulso de obras públicas.

Modernidad en obras viales y empresas de servicios

Los peruanos que vivieron en el último quinquenio del siglo XIX vieron cómo el crecimien­to sostenido de la economía avanzó acompañado por un marcado desarrollo de la in­fraestructura en el país y en la capital. Hubo importantes obras viales como la construc­ción en Lima de la avenida Bra­sil, con dirección a Magdalena, y Colmena (hoy Nicolás de Piérola) que conectaba hacia el Callao, que hasta hoy son muy transitadas.

A este tipo de infraestructura vial se sumaron la construc­ción del mercado de Guada­lupe y la inauguración de la Casa de Correos y Telégrafos en 1897, que fue diseñada por los arquitectos Máximo Doig y Emilio Pazo, aunque fue el presidente Remigio Morales Bermúdez el que había orde­nado la obra en 1892. También surgieron la Compañía del Fe­rrocarril Urbano y la empresa de agua potable de Miraflores.

El Perú también dio un pri­mer paso importante en la protección de los derechos de autor. Casi a la par que la crea­ción del Ministerio de Fomen­to, en 1896 se abrió un registro de marcas dado que la clase política y empresarial mostró sumo interés en proteger la propiedad industrial.

El nuevo papel de las mujeres

Aunque ya venía acontecien­do desde años anteriores, algo que se advirtió con mayor claridad durante el gobierno de Piérola fue la incursión de la mujer en el ámbito laboral. La mujer trabajadora de pocos recursos, usualmente indíge­na, mestiza o criolla, solo tuvo posibilidades de ocuparse como artesana o trabajadora manual, lavandera o costu­rera. Laboraban en jornadas que, por lo general, comen­zaban por las mañanas con el lavado de ropa a domicilio. Luego, al mediodía, cocinaban para una casa particular y por la tarde preparaban alimen­tos que luego vendían en las calles. No necesariamente las dos primeras actividades las hacían en una misma casa. Las mujeres de bajos ingresos hacían un trabajo de servicio de hasta triple jornada debido a la pobreza en la que se en­contraban inmersas. Algunas, no obstante, se incorporaron a la fuerza laboral de los talleres de la industria manufacturera de la costa.

En cuanto a la mujer bur­guesa, su incorporación en el trabajo público fue una conse­cuencia de la Guerra del Pací­fico, debido a que en esta mu­chos padres, esposos e hijos fallecieron o quedaron muti­lados o impedidos para el tra­bajo. Esta situación las llevó a buscar el sustento para sus fa­milias ejerciendo las profesio­nes de maestras, enfermeras o secretarias. Una vez que las mujeres ingresaron al ámbi­to laboral, iniciaron también los primeros movimientos de lucha por la reivindicación de sus derechos, como tener me­jores salarios y la posibilidad de ingreso a centros educati­vos superiores. Es que en los últimos años del siglo XIX y los primeros del siglo XX, esta mujer comenzó a interesarse en ocupaciones o profesio­nes consideradas tradicio­nalmente masculinas, como el derecho y la medicina, por lo que insistían en que se les permitiera acceder a los estu­dios universitarios. Esto no les fue otorgado hasta casi una década después del gobierno de Piérola, cuando el 7 de no­viembre de 1908 se promulgó la Ley Nº 801, por la cual las puertas de la universidad les fueron abiertas a las mujeres.

Política tributaria y estanco de la sal

En varias calles de Lima, como estas de Miraflores, aún se encuentran las placas que identificaban los locales del estanco de la sal. (Foto: Eduardo Cavero/ GEC)
En varias calles de Lima, como estas de Miraflores, aún se encuentran las placas que identificaban los locales del estanco de la sal. (Foto: Eduardo Cavero/ GEC)

Otro grupo de medidas que tomó Nicolás de Piérola durante su ges­tión tuvo que ver con los impues­tos. Para comenzar, eliminó la contribución personal el 24 de diciembre de 1895 y también condonó todas las deudas que correspondieran a ese impuesto. La contribución personal fue un impuesto heredado de tiempos previos a la independencia y era equivalente al tributo indígena. Si bien este último fue eliminado en 1854, luego volvió con algu­nas modificaciones y bajo otros nombres, como la contribución de escuelas.

Se aplicaba principalmente a la población indígena o campe­sina, en zonas rurales. Este, ade­más, era pagado por las cabe­zas de las familias, siendo estas los varones adultos sin limita­ciones físicas ni mentales. Tenía otras excepciones por condicio­nes laborales o socioeconómicas (hacendados, personal del Ejér­cito y funcionarios). Hoy no hay algo similar.

En varias calles de Lima, como estas de Miraflores, aún se encuentran las placas que identificaban los locales del estanco de la sal. (Foto: Eduardo Cavero)
En varias calles de Lima, como estas de Miraflores, aún se encuentran las placas que identificaban los locales del estanco de la sal. (Foto: Eduardo Cavero)

También se creó la Sociedad Recaudadora de Impuestos, en 1896, la cual se basó en una pro­puesta hecha por la Cámara de Comercio de Lima. Es, digamos, la entidad precursora de la actual Sunat. Luego de contar con una mejor estructura recaudadora, acorde a los planes de Piérola, el Ejecutivo aumentó el impuesto al consumo de bebidas alco­hólicas, entre ellas el vino, el ron y otros licores, en octubre de 1898. Por otra parte, dictó modificaciones arancelarias para las importaciones, dispo­niendo reducciones del pago de derechos para algunos pro­ductos como el arroz y el petró­leo crudo, pero también fijando aranceles específicos para otros productos como los fós­foros de cera, los cigarrillos y el tabaco en general, por mencio­nar algunos productos.

Finalmente, una de las leyes más importantes que comple­mentó los planes de la admi­nistración de Piérola fue la creación del estanco de la sal. Esta norma dio la base legal al Gobierno para expropiar las salineras y fijar los precios de venta de la sal, según la situa­ción en la que se encontrara la industria. El objetivo era reu­nir los recursos para el rescate de los territorios de Tacna y Arica, que habían sido toma­dos por Chile durante la Guerra del Pacífico, pero no se cumplió. Los letreros del estanco de la sal aún pueden verse en varias de nuestras calles. Hay que mirar­las con atención para encontrar huellas de la historia del Perú y aprender de ella.

En varias calles de Lima, como estas de Barranco, aún se encuentran las placas que identificaban los locales del estanco de la sal. (Foto: Eduardo Cavero)
En varias calles de Lima, como estas de Barranco, aún se encuentran las placas que identificaban los locales del estanco de la sal. (Foto: Eduardo Cavero)

Llegan los autos, el fonógrafo y el cine mudo

El progreso también fue marcado por el arribo de avances tecnológicos en el mundo que, a su vez, motivaron algunos emprendimientos locales.

Aunque el primer fo­nógrafo llegó al Perú antes del gobierno de Nicolás de Piérola, en marzo de 1892, es importante tener en cuenta que la tecno­logía era relativamente nueva cuando comenzó su gestión; además, en aquella época los cambios no se sucedían con una velocidad tan vertiginosa. Como se puede observar hoy la invención de Tomás A. Edison era capaz de grabar sonidos y de reproducirlos, funcionando por medio de un pequeño aparato que vibraba al llegar las ondas sonoras, las que a su vez mo­vían una especie de aguja o esti­lete que repujaba unas ranuras sobre un cilindro de cera sólida.

El Locomobile a vapor fue el primero que circuló en Lima. (Foto: Getty)
El Locomobile a vapor fue el primero que circuló en Lima. (Foto: Getty)

Tras su llegada a Lima, este artefacto se convirtió en una atracción que se exhibía en salones y luego en otros luga­res públicos donde se cobraba entradas de alrededor de 1 sol a los adultos y 50 centavos a los niños. Una exhibición anun­ciada el 24 de agosto de 1893 en El Comercio da cuenta de “tandas” que costaban 40 cen­tavos. Además, para hacer más rentable el negocio se em­pezó a llevar el equipo de casa en casa. “Se cobra precios convencionales para llevar el aparato a casas particulares”, de­cía la publicación.

El fonógrafo de Edison que causó sensación. El 22 de marzo de 1892 se comentó en El Comercio. (Foto: Getty)
El fonógrafo de Edison que causó sensación. El 22 de marzo de 1892 se comentó en El Comercio. (Foto: Getty)

El cine fue otro de los avances en cuanto a en­tretenimiento, pero no como lo conocemos ahora. Según Víctor Mejía Ticona, la prime­ra proyección de cine mudo fue en el Salón Jardín de Es­trasburgo, en 1897, en la Plaza de Armas. Pero la primera sala de cine propiamente dicha fue el Cinema Teatro, en la calle Belén, abierto en 1909, donde ahora está la estación de bom­beros, a unos pasos de la Plaza San Martín.

Fierros, ruedas y tuercas

Si bien los historiadores difie­ren por meses sobre cuándo circularon por primera vez los automóviles en el Perú, coin­ciden en que se trató de un Gardner Serpollet, que incluso se puso en marcha primero en Áncash, en 1899, y recién des­pués en Lima. En la capital, el primer auto en cruzar nuestras antiguas calles fue uno a va­por, patentado como Locomo­bile, en 1903. Dos años después llegó un auto desde Estados Unidos, fabricado por Ran­som Eli Olds (REO). Sin duda, hicieron noticia por la gran novedad y marcaron época.

Por su parte, el peruano Juan Alberto Grieve, apasionado de la electricidad y la mecáni­ca, fabricó el primer motor de combustión interna en nuestro territorio, en 1905. Dos años después, en 1907, en las calles de Lima comenzaron a circular los autos con motores de ocho caballos de fuerza. Aunque la falta de caminos adecuados dificultó la circulación de estos vehículos que tenían entre 6 y 8 HP, Grieve se las ingenió para diseñar en su taller, ubicado en el jirón Washington 117, del Centro de Lima, un motor más potente de 20 HP. Así, hizo un auto con cinco asientos, cuyos tres asientos traseros podían retirarse si era necesario.

Los rayos X para la medicina

Hoy en día contamos con di­versos exámenes médicos con imágenes para tener el mejor diagnóstico. Sin em­bargo, el camino para llegar a eso ha sido largo. El primer gran avance en ese sentido fueron los rayos X, cuyo uso se remonta a 1896. Un año antes, el físico alemán Wilhelm Conrad Röntgen los descu­brió, marcando un hito en la historia de la medicina mundial.

El doctor Constantino Carvallo Loli trajo los rayos X al Perú, aportando un gran avance.
El doctor Constantino Carvallo Loli trajo los rayos X al Perú, aportando un gran avance.

Este hecho no pasó des­apercibido por el médico peruano Constantino Ten­dulio Carvallo Loli, quien se encontraba en Euro­pa, y adquirió un equipo para experimentar en su consultorio particular en Lima. Este personaje es reconocido como un pio­nero en varios aspectos de la medicina local y padre de la moderna gineco-obstetricia en el Perú. El 22 de octubre de 1896, convocó a una demos­tración en la que enseñó imá­genes radiológicas de objetos metálicos, así como de un pez y un gato, pero también tomó muestras de la mano dere­cha del presidente Nicolás de Piérola y del escritor Ricardo Palma, ambos invitados de honor a la exhibición. Así se inició la historia de la radio­logía peruana, a partir de las muestras de unas falanges de un presidente y del escritor de las Tradiciones peruanas. Car­vallo fue, por cierto, bisabuelo de los hermanos Carvallo Rey, Constantino, recordado edu­cador y creador del colegio Los Reyes Rojos, y Fernando, filó­sofo y periodista.