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[Opinión] Álvaro Henzler: Movimiento educativo

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(Foto: Municipalidad de Lima)
Fecha Actualización
El último lustro enlutó nuestra educación. La educación fue censurada. La aplanadora fujimorista censuró injustamente al ministro Saavedra a fines de 2016. La educación fue inundada. El Niño costero destruyó escuelas y colapsó aprendizajes. La educación fue paralizada. Las huelgas sindicalistas de 2017 detuvieron las clases y fragmentaron el magisterio. La educación fue cambiante. Durante los últimos cinco años, tuvimos ocho ministros, mientras que en los dos gobiernos previos, solo dos cada uno. La educación fue contagiada. La pandemia corroboró nuestra frágil capacidad de respuesta. La semana pasada se decretó en emergencia el sistema educativo.
El lustro trajo consigo tres marchas temporales. Un colectivo conservador que inundó nuestras calles de pancartas celestes y rosadas tratando de imponer su mirada particular de la vida y la familia. Un colectivo magisterial buscó defender sus intereses sindicales para más salario sin evaluaciones. Un colectivo de padres pobló las calles tratando de impulsar un más decidido retorno a clases. Hoy hay riesgos y oportunidades que nos hacen pensar que es necesaria no solo una marcha, sino una más permanente movilización educativa.
Riesgo: intereses políticos podrían deshacer las reformas educativas. La plataforma sindical que dio génesis al actual presidente y a una docena de sus actuales congresistas busca la derogatoria de la Carrera Pública Magisterial y del actual currículo. Perú Libre, además, ha sido inconsistente en su compromiso con la Sunedu y la igualdad de género.
Oportunidad: fuerzas del nuevo normal –educación híbrida, compromiso familiar y tecnologías emergentes– tienen el potencial de transformar la crisis en innovaciones y políticas para dar más acceso y calidad a los estudiantes a la vez que más valor y sentido de trascendencia a los maestros.
Una movilización ciudadana sería indispensable para retomar una visión ambiciosa y viable de transformación educativa. Requiere desprendernos de nuestros intereses, para emprender juntos el interés supremo de que cada estudiante no solo regrese a clases, sino retome su vida y haga realidad su propósito.
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