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Boris Johnson: de ‘rey del mundo’ a víctima del coronavirus [CRÓNICA]

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Boris Johnson (Foto: Archivo AFP)
Fecha Actualización
Polémico, extravagante, políticamente incorrecto y hasta de aspecto desaliñado, pero con un altísimo coeficiente intelectual, gran astucia para moverse en la arena política y la popularidad de una estrella de rock. Así es Boris Johnson, el líder del Partido Conservador y primer ministro de Reino Unido que hoy, después de menospreciar el impacto de la pandemia de coronavirus, se ha convertido en una de sus víctimas y le da batalla, pero desde la cama de un hospital en Londres.
Johnson es uno de los políticos más controvertidos del Reino Unido. Amado por unos y odiado por otros, ha sido descrito en los extremos como un “bufón sin principios” y un “tesoro nacional”. El Times lo describe como “uno de los mayores escapistas de la política británica”, pues con sus fanfarronadas y mucha confianza en sí mismo ha logrado esquivar pifias, engaños y errores que habrían acabado con la carrera de cualquier otro político.
No nació en Gran Bretaña, sino en Nueva York, hace 55 años, y asistió al exclusivo Eton College, en el que estudian príncipes, héroes militares, diplomáticos y otros aristócratas británicos. En su niñez sufrió de sordera, pero eso no le impidió graduarse en Estudios Clásicos en la Universidad de Oxford y seguir una controvertida carrera periodística que tiene el lastre de haber sido despedido del diario The Times por inventarse una cita histórica.
Pese a ello, Johnson triunfó en el Daily Telegraph, donde sus crónicas también fueron polémicas por la sospecha de falta de veracidad. Ahí se convirtió en editorialista y su siguiente paso, como director del semanario The Spectator, le permitió incursionar en política, pues su falta de miedo al ridículo y sus comentarios irreverentes contra la clase política inglesa –que encantaban a los británicos– lo convirtieron en el favorito de la pantalla chica.
CARRERA ASCENDENTE
Su ascenso político fue vertiginoso: en 2001 logró ser diputado, hasta 2008, en que se convirtió en alcalde de Londres. En 2016 fue ministro de Exteriores del gobierno de Theresa May, al que renunció por sus discrepancias en torno al Brexit, que él apoyaba con o sin acuerdo. Aunque fue acusado de oportunista, pues escribió una columna en contra de la salida de Reino Unido de la Unión Europea y otra a favor, sus críticas a May le valieron para posicionarse como líder del Partido Conservador y luego ser elegido primer ministro, en 2019, logrando la victoria más abrumadora para los conservadores en más de 30 años.
Empero, Johnson no es un auténtico nacionalista, sino más bien un moderado, populista y experto en usar la plantilla de la extrema derecha a su favor. Comparado con Donald Trump, por su falta de corrección política, su retórica controvertida y sus excentricidades, su popularidad venía en alza. Johnson, como lo imaginó desde niño, se creía “el rey del mundo” hasta que el coronavirus comenzó a golpear Europa.
Mientras Italia y España contaban por miles la cantidad de infectados por día, muchos le criticaban al primer ministro su flexibilidad ante la pandemia, pues apostaba por permitir los contagios para aumentar la inmunidad, aunque en el fondo parecía sacrificar a la población por mantener la curva ascendente en la economía. Pero entonces un informe del Imperial College, que advertía de un cuarto de millón de fallecidos si no se adoptaban medidas urgentes, lo hizo cambiar de estrategia. Tantos muertos podrían acabar con su carrera política. Por ello, dictó un confinamiento, aunque más relajado que el del resto de países, el cual no ha logrado detener la propagación del virus y ha terminado infectándolo y enviándolo a cuidados intensivos.
LA TEMPLANZA DE LA REINA
Con Johnson hospitalizado, el príncipe Carlos infectado y el país en medio de la incertidumbre y el miedo por la rápida extensión de la pandemia, la reina Isabel II y su templanza han dado tranquilidad a los británicos. La monarca de 93 años, cuya sólida imagen contrasta con la del extravagante primer ministro, dio un discurso emotivo de ánimo y esperanza, en el que invocó al espíritu de resistencia de la Segunda Guerra Mundial.
Se trata de un gesto poco habitual, pues la reina no acostumbra a dirigirse a la nación por televisión. De hecho, ese fue su quinto discurso en la historia de su reinado. Antes lo hizo en la Guerra del Golfo (1991), la muerte de Diana de Gales (1997), el deceso de la reina madre (2002) y el aniversario 60 de su acceso al trono (2012).
Isabel supo una vez más liderar a su pueblo en un momento de especial angustia. Ya lo había hecho a los 14 años, en un tiempo convulso en el que también fue separada de sus seres queridos a causa de la guerra y mandó un mensaje de calma y aliento a los niños. Ahora, con el coronavirus, se han puesto de manifiesto la fortaleza, el carácter y el honor de la reina, mientras que a Johnson le ha tocado una prueba muy difícil, para la que su verborrea o sus excentricidades no bastan, pues podrían definir el éxito o el fracaso de su mandato y el futuro de la nación.
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