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Guillermo Martínez, escritor y matemático: “La originalidad se entrena en las lecturas”

Guillermo Martínez, escritor argentino que ha publicado los libros Crímenes imperceptibles y Borges y la matemática, entre otros.

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Guillermo Martínez, escritor argentino que ha publicado los libros Crímenes imperceptibles y Borges y la matemática, entre otros. (FOTO: Xavier Torres-Bachetta)
Fecha Actualización
No había televisor en casa. Era un motivo para entregarse a la lectura. El fin de semana su padre leía un cuento y los hijos escribían a partir de los personajes de esa narración. Práctica que era una suerte de concurso literario familiar. La calificación estaba sujeta a la originalidad, composición, redacción y ortografía. Los tres primeros aspectos siguen siendo fundamentales para el narrador argentino Guillermo Martínez, que escribe desde los 7 años y que a los 19 ganó su primer premio literario. “Siempre escribí”, subraya el autor que no estudió literatura formalmente, pero sí matemática.
A través de una videollamada –en la que aparece en la sala de su hogar en Buenos Aires, desde donde cumple a rajatabla el aislamiento– me cuenta que es asmático y con antecedentes de bronquitis severa, razones suficientes para cuidarse del COVID-19. Mientras tanto, escribe una nueva novela, desde un confinamiento ya conocido. También dicta talleres y, precisamente, esta noche, a las 7 p.m., dará una charla en pared con el escritor limeño Alonso Cueto sobre el oficio de escribir, organizado por la Maestría en Escritura Creativa de la PUCP. Los detalles en facebook.com/mecpucp.
Su padre se dedicaba a muchas cosas. Ingeniero agrónomo. Administraba una chacra familiar. Militante de izquierda. Recomendaba libros en la biblioteca de la ciudad. Profesor. Criaba peces. Fundó el cineclub de Bahía Blanca. “Y muy dedicado a los hijos”, agrega el autor de Crímenes imperceptibles y Borges y la matemática.
-Son tiempos de muerte y enfermedad. ¿Cómo lo procesa?
Lo más impresionante quizás de esta pandemia es que una vez que entras en un hospital no ves más a nadie, solo ves al personal médico vestido de astronauta. Cuando la gente muere, lo hace en soledad. Pero podría ser peor en cuanto a vidas humanas. En la medida de que la gente se cuide, se puede mantener a raya. La dificultad mayor es que un porcentaje pequeño de la sociedad que sea irresponsable pone en peligro real al resto.
-¿Esta pandemia es un escenario que viene de la ficción?
Sí, pero como somos espectadores no me inclinaría por tomarlo como tema en el corto plazo. Me parece que estará muy pisoteado lo que venga inmediatamente en el terreno de la ficción.
-¿Le tiene miedo a la muerte?
Preferiría no encontrármela. Igual le temo más a esas agonías infinitas en los geriátricos, a la pérdida de la lucidez, a la vejez llena de achaques. Yo tuve una abuela que estuvo prácticamente nueve años en coma.
-¿La muerte, la matemática y la literatura tienen algo en común?
(Se queda en silencio). Está la función delta: 0000, después un pequeñísimo intervalo que hace un pico y después 0000, que es la vida humana, como un chispazo entre dos eternidades de nada. Además, toda teoría de cálculo de seguros de vida se basa en estadísticas que se empezaron a hacer en las sociedades después de la Revolución Francesa. Cálculos sobre las probabilidades de vida de las personas según sus comportamientos, enfermedades, genética. Hay una cierta manera de matematizar la muerte.
-¿Y la relación entre matemática y literatura?
Hay libros enteros que se pueden escribir, desde matemáticos que se han dedicado a la literatura y han propuesto formas y variantes, hasta los que utilizan como personajes a científicos, o los que hacen relato policial vinculando a la lógica, que podría ser mi caso.
-¿Por qué pervive el aparente divorcio entre matemática y literatura?
Es que en general en los colegios secundarios difícilmente se ve el costado filosófico que tiene la matemática. El vaso comunicante entre la matemática y la literatura es a través de la filosofía. Es decir, la matemática se puede entender como una filosofía en que los conceptos se separan por fórmulas, que son como un lenguaje microscópico, donde uno puede dar cuenta de diferencias más sutiles, a las que no podría acceder por el lenguaje natural. El lenguaje matemático es un refinamiento del lenguaje natural. La matemática lleva una cierta exigencia de precisión para eliminar ambigüedades no deseadas. Hay un esfuerzo de traducción del lenguaje natural, confuso y vago, al lenguaje muy estricto de los símbolos matemáticos donde hay una única interpretación.
-Y algo parecido sucede con el acto de escribir.
Claro, porque uno tiene que construir un lenguaje propio, algo así como una traducción dentro del mismo idioma, donde te la tienes que ingeniar para que las palabras tengan cierto peso, amenaza, crear cierta atmósfera. Tenés que abusar de la precisión del lenguaje. En ambos existe un esfuerzo de expresividad.
-¿En un texto todo debe tener un por qué y sentido, nada debe sobrar?
Eso es válido en algunas formas del cuento breve: la idea de cuento que tenía Cortázar, como una unidad, como una flecha en busca de su sentido. Piglia tiene un texto clásico que se llama Tesis sobre el cuento, donde muestra cómo la misma historia se puede contar con diferentes estilos. Bioy Casares decía que lo que más importaba en el fondo en una novela eran las digresiones, que a través de ellas entraba la vida; está la idea, lo rígido, lo cerebral, la estructura y a través de las digresiones entra un aire de otro tipo.
-¿Hay claves para la escritura creativa?
Una es la lucha contra el lugar común. La originalidad es un valor muy importante, que se entrena en lecturas. En la medida que uno extiende el mapa de lo leído, se afina la búsqueda del elemento original. Otro detalle importante es leer en voz alta, al hacerlo uno logra cierto distanciamiento con el texto y aparecen una cantidad de cuestiones ligadas a la cadencia de las frases, el sonido de las palabras, las repeticiones.
-Hay que tener buen oído.
Exactamente, hay que desarrollar un oído literario.
¿Y cuál es la fórmula de Guillermo Martínez para escribir?
Sigo el modo de un cuentista, pienso con anticipación los lugares por donde irá la novela, dejo un tiempo de vigilia a la espera de que la trama devele algo de sus posibilidades y en cuanto al lenguaje, busco la tensión interna del cuento.
-¿Leer a Borges lo formó a usted de alguna forma?
Me gusta mucho la idea de Borges de la corrección infinita. Me parece que escribir es, sobre todo, corregir. Siempre hago un primer borrador muy penoso, luego voy mejorando en sucesivas correcciones. Y es, por supuesto, un maestro de lecturas para todos los escritores argentinos. Todos hemos leído autores vía Borges.
-¿Borges era un matemático escribiendo?
A él le interesó la matemática durante toda la vida, como muchas otras cosas. No diría que era un matemático, pero sí es interesante ver que en sus ensayos no hay ninguna condescendencia poética, ninguna vaguedad. Hay una búsqueda de precisión, no poner frases por embellecer o por demagogia. En una entrevista que le hicieron le preguntaban por la publicación de sus obras completas: ¿Qué había corregido? Dijo que había extirpado varias vanidades que aparecían, como “corazón y alma”.
-Vargas Llosa en su último libro, Medio siglo con Borges, dice que los libros de Borges son perfectos como un anillo.
No sé, esa idea de la perfección que se le atribuye a Borges no estoy seguro de que sea así. Son textos con muchas referencias literarias a otros textos; en ese sentido, se parece también a muchos autores. El adjetivo de perfección se usa para, en el fondo, dejarlo a cierta distancia, apartarlo, alejarlo en un podio, pero fuera de la vista.
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-¿La matemática es perfección?
No necesariamente. Hay ramas de las matemáticas que se dedican a la indeterminación, a la estadística, a la teoría del caos, a las lógicas difusas. Tratan de capturar lo que falta, lo que se escapa, lo que es difícil de medir, lo que está en los límites.
-Este tiempo de pandemia rebasa la exactitud y los límites; y más bien, impera la incertidumbre.
Vos podés desde la ciencia decir: se puede salir a correr, pero tienen que estar separados; la lectura que hace la sociedad es: se puede salir a correr, vamos todos a comer asado. El mensaje científico es claro, pero la forma en que la gente lo lee no necesariamente es el mismo. Hay un problema bien grande de cómo convencer a la gente de volver a ciertas actividades, pero con todos los cuidados.
AUTOFICHA:
- “Soy Néstor Guillermo Martínez, tengo 57 años. Nací en Bahía Blanca. Terminé mi carrera como licenciado en Matemática y me fui a estudiar a Buenos Aires un doctorado en Matemática. Me quedé a vivir ahí, salvo un par de años que me trasladé a Inglaterra para hacer un posdoctorado”.
- “El posdoctorado en Oxford fue en Lógica matemática. He publicado dos libros de cuentos, seis novelas y cuatro libros de ensayos. Les tengo mucho aprecio a todos mis libros y cada uno fue lo mejor que pude hacer en ese momento. En ese sentido, estoy tranquilo”.
- “Ahora estoy en el medio de otra novela. Se llama La última vez y trata sobre la vida literaria en Barcelona, en una época posterior al boom literario, en los años 90. Ojalá se pueda publicar el año que viene. No me siento muy afín a la manera de escribir del boom literario, pero fue una época muy interesante”.
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