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Still, una película sobre Michael J. Fox: Valientía y vulnerabilidad en documental del actor que sufre de Párkinson

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Still, una película sobre Michael J. Fox (Foto: Apple TV )
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Cuando el médico le confirmó a Michael J. Fox que padecía de Párkinson, el actor entró en una negación profunda. Era 1991, el año de su cúspide actoral. En Estados Unidos era uno de los rostros más buscados para los comerciales. La trilogía de Volver al Futuro y su exitosa carrera en televisión lo habían convertido en el hombre más querido de Hollywood. Catapultado al éxito con 29 años, carismático, casado y con un hijo recién nacido. Michael J. Fox encapsuló su incredulidad y frustración ante la noticia en una frase que aún recuerda con claridad.

“Se supone que alguien como yo no tiene esto”.

Michael J. Fox había sido diagnosticado con párkinson. Una enfermedad que el actor (y gran parte del mundo) creía exclusiva para la tercera edad. “La enfermedad era real”, recuerda treinta años después en Still: una película sobre Michael J. Fox, el documental que se acaba de estrenar en Apple TV y donde el actor repasa sus tres décadas junto a la enfermedad.
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ÍCONO DEL CINE

El documental es un vaivén de emociones. La escena inicial, que nos presenta el día en que el actor “descubre” al despertar que su mano se le mueve de manera involuntaria, es una confesión del miedo humano. Tras una fiesta en medio de las grabaciones de la cinta Doc Hollywood, el actor cae rendido en su habitación. Al abrir los ojos, cae en la cuenta de que no puede controlar el movimiento incesante de su dedo meñique. Solo le queda rogar que todo se trate de un mal sueño.
“En algún momento fui el rey del mundo”, comenta Michael tratando de mirar a la cámara. Con casi 63 años y ya retirado completamente de la actuación, el párkinson lo tiene embargado. Es incapaz de mantenerse quieto, hilar palabras de manera fluida y hasta de labores cotidianas como caminar o bajar una escalera. La dificultad se le multiplica, al punto que un paseo por los alrededores de su casa, en Nueva York, termina en una caída frente a las cámaras. “Me caí por verte”, le dice el actor entre risas a una transeúnte que lo reconoce y no puede creer que su ídolo está tendido en el suelo.
El relato de Michael en Still no es por ningún lado un testimonio de tristeza. Es más bien, en un primer momento, un canto del reniego y un manual de cómo esconder una enfermedad. Durante siete años —cuenta el actor— se esforzó porque nadie, más allá de su familia, sepa que padecía de párkinson. Un secreto que le permitió filmar 14 películas y participar en unas cuántas más series de televisión. Los síntomas, como se esperaba, terminaron siendo más evidentes con el pasar de los años. Es por ello que en 1998 contó públicamente que tenía la enfermedad cerebral degenerativa.
La señal más evidente del párkinson son los temblores del cuerpo, que van acompañados de lentitud de movimientos, temblores, trastornos de la marcha y desequilibrio. Según la Organización Mundial de la Salud, es el trastorno neurológico que más rápidamente ha crecido en los últimos años en cuestión de casos a nivel mundial. Para el año 2019 ya alcanzaba a más de 8.5 millones de personas, siendo una de las enfermedades que sigue sin tener cura.
La levodopa/carbidopa es el medicamento más común y eficaz para tratar los síntomas. Justamente Michael cuenta que en la década de los noventa solía dejar varias unidades de esta pastilla, bajo el nombre de Sinemet, en los bolsillos de sus pantalones y sacos. Era su forma de “controlar” la enfermedad en tiempos de negación. El otro recurso para no aceptar la realidad fue el alcohol. Como cuando, completamente ebrio y tendido en el suelo, vio los pies de su mujer que llegaba a casa. Entendió que había tocado fondo cuando ella le preguntó ¿es esa la vida que quieres?
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EL PÁRKINSON ES REAL

Tras aceptar su condición y los golpes, literales, que la vida le tenía preparados, Michael comenzó una nueva etapa, una donde aprovechó su popularidad para convertirse en un defensor de la investigación y financiación de la enfermedad. Incluso, en Still se muestran pasajes de su presentación en el Congreso estadounidense, donde compareció a finales del siglo pasado. Es quizás ese el mayor acierto del documental dirigido por Davis Guggenheim. Nostálgico sin llegar a ser sentimental. Una historia de vida sin llegar a ser una biografía. Un gran mensaje sin haber pretendido serlo. Un documental de la valentía, como de la vulnerabilidad.
“El párkinson es real” se la pasa diciendo el actor durante el largometraje, una sentencia que le tomó muchos años interiorizar. Sus golpes en el rostro y otras partes de su cuerpo (ha sido intervenido muchas veces a causa de lesiones) le gritan que todo viene empeorando. Un terrible final para alguien que siempre se mantuvo inquieto y viviendo de prisa (“tal vez porque soy pequeño”, dice el actor). Pero su consuelo, como él mismo concluye está en que esta enfermedad —que irónicamente lo hace moverse de un lado a otro— ha logrado mantenerlo en el presente, “estar” en cada momento.
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