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Adriana Valcárcel, empresaria de aceite de kiwicha, oro líquido sagrado de los incas [ENTREVISTA]
Vende productos andinos a través de Amazon y ahora alista el aceite de kiwicha. Perú21 entrevistó a la empresaria e ingeniera química cusqueña Adriana Valcárcel Manga.
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El apellido Valcárcel se ha extendido por Arequipa, ha migrado a Puno, Cusco, Moquegua. En el camino nacieron músicos como Theodoro Valcárcel o intelectuales como Luis E. Valcárcel. Y hace 60 años, en Cusco nació Adriana Valcárcel, heredera de ese poder creativo y de aquella sensibilidad artística, que ella ha orientado a la generación de empresa, pero no cualquier empresa.
Empezó antes de que la palabra emprendedora sea moneda común. Cuando ser ingeniera química era tal vez una rareza. Adriana Valcárcel lleva 34 años haciendo empresa con productos andinos como bandera. Mide 1.60 metros y pesa 50 kilos. “Con esa apariencia me he tenido que imponer en un mundo de hombres”, me dice la creadora de Cusco Mara, que ya alista su nuevo producto, el aceite de kiwicha, oro líquido sagrado de los incas. Suplemento alimenticio ganador en Innóvate Perú, que fue trabajado con universidades de Cusco y Alemania. Su manera de rendirle homenaje al bicentenario. Listo para salir al mercado, donde Valcárcel ha posicionado productos a base de kiwicha, quinua, kañiwa. Actualmente, vende a través de Amazon, la plataforma mundial de Jeff Bezos, y ya empieza a exportar a Costa Rica, Alemania y México, además de vender en supermercados del Perú.
De padre aymara y madre quechua, Adriana asegura que su naturaleza por los negocios es del mundo aymara y lo místico, del universo quechua. ‘Mara’ en ambas lenguas significa perdurar en el tiempo. “Soy terca, terca, como los aymaras”, agrega por teléfono con voz cálida, una voz que por momentos se quiebra pero no de tristeza sino de orgullo, como si le brillaran los ojos.
-¿Cómo le va a Cusco Mara en la pandemia?
Se incrementaron las ventas y ahora se han normalizado.
-¿Qué encontramos en los productos que usted propone?
En Cusco Maras, durante todos estos 34 años de trabajo en biodiversidad andina con valor agregado, hemos ido formando líneas de productos. Al principio solo teníamos la kiwicha pop, a la que en ese entonces, el año 86, nadie le daba bola. Hasta pensaban que era tecnopor; no se conocían las propiedades del alimento. Fuimos los pioneros. Había prejuicios hacia los alimentos nativos.
-¿Qué prejuicios?
La gente quería productos importados, blanquitos, refinados. Había rechazo a los productos autóctonos. Pero eso ha ido cambiando por la demanda de afuera. Mi misión es trascender lo andino.
-¿Hoy, 34 años después, ya se valoran esos productos?
Es una gran satisfacción que en vida pueda ver que eso por lo que aposté, soñé y quemé pestañas hoy es valorado en el mundo. Y nuestra gente ahora valora lo nuestro. Lo mejor es que el cambio se ha dado en la gente joven.
-Usted, de alguna forma, se adelantó a su tiempo y estudió Ingeniería Química. ¿Por qué lo hizo?
De niña me gustaba hacer experimentos con las yerbas y la tierra. Y cuando estuve en el colegio, en secundaria tuve una profesora brillante de Química, la señora René Ladrón de Guevara, que aún vive. Tenía el don de enseñar. Hacía tan linda la clase, que motivó que de mi promoción como seis personas decidiéramos estudiar algo de química. Cuando me fui a Trujillo a hacer prácticas, pensaba insertarme a una empresa grande, pero me hice una pregunta: ¿Adriana quiere hacer todos los días lo mismo? No. Quiero ser libre de pensamiento y obra. Estuve unos meses y volví a Cusco, aunque significara una derrota, porque sales de tu pueblo para no volver. En el proceso de retorno me quedé en Lima. Me fui a la Biblioteca Nacional y ahí me enamoré. Quería buscar algo, quería hacer algo nuevo con mi carrera. Tenía que hacer empresa, algo que me guste, que me apasione.
-¿Por qué creyó que en una biblioteca podía encontrar la respuesta?
Porque es fuente de conocimiento y a eso tenía que aplicar la acción. Siempre he valorado el patrimonio. Yo decía que en las crónicas de Guaman Poma iba a encontrar la respuesta, y así fue. Encontré sobre la kiwicha, el amaranto, que era un grano ritual en la época de los incas. Me enamoré de la kiwicha y sigo enamorada, felizmente, pero también me he enamorado de otros granos andinos.
-¿Qué hizo luego del hallazgo?
Mis padres tenían temor a lo incierto. La palabra emprendimiento no existía. Pensé que la forma era incentivar a mis amigos que también se habían graduado conmigo, y les vendí la idea. Y conseguí tres socios. Mi hermano me regaló sus ahorritos, 100 dólares, y con eso me vine a Cusco. Era el año 86. La mamá de una de las socias nos cedió un canchón. Y así empezamos, con un primus, tostando la kiwicha y con etiquetas hechas a fotocopia y selladas con vela. Vendíamos en la calle.
-¿Qué le dijeron sus padres?
Nunca me vieron. Creo que se hicieron los locos. No era lo que habían imaginado para una ingeniera química. Logramos entrar a las tiendas Scala, pero mis socios tuvieron otras obligaciones y me quedé sola. Cirilo, una persona que trabajaba conmigo, me dijo: “Mamita, nos irá bien”. Eso me dio mucha fuerza. Me cambié a siete lugares hasta que hace unos cinco años ya tenemos local, con todo lo que había soñado. Nuestros alimentos andinos son joyas, porque son únicos. Cusco y Perú son centros de origen de biodiversidad. Hay que aprender haciendo, vender viene por añadidura. Hay que tener la paciencia infinita, hay que saber esperar.
-Esa puede ser una clave del emprendimiento.
Pasa que al emprendedor no le va bien y busca otro producto. No persevera. La clave es la pasión y la terquedad. Creer en tu propósito. He cometido muchos errores y algunos grandes aciertos, y de eso se trata. La pasión y el amor por lo que uno hace te hacen sentir las cosas ligeras. Siempre digo: quiero ver que cuando hables de algo, te brillen los ojos.
-Se le quiebra la voz y presiento que le brillan los ojos.
De repente soy una loca apasionada, pero eso siento.
AUTOFICHA:
- “Soy Adriana Irazema Valcárcel Manga. Soy familia de los músicos Theodoro Valcárcel y del escritor. Pero mis tías maternas siempre me dicen que niego mi apellido materno (ríe). Tengo 60 años, nací en Cusco. Estudié Ingeniería Química y de ahí hice especialidades”.
- “Una especialidad fue en el Colegio de Agronomía Andina y después he viajado mucho. He sido becada en gestión de pequeña empresa industrial, en Estados Unidos. Otros programas hice en Japón para la gestión de exportaciones, y otro programa en Europa”.
- “En Cusco estamos en la principal cadena de retail, que es Supermercados Peruanos, y la cadena Orión, que tiene otros supermercados. Los hoteles se están reactivando y nos están volviendo a pedir. También atendemos al hospital regional. Y tenemos un distribuidor, que es Corporación Urbina”.
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