Vicente López de Romaña, artista visual arequipeño. (Foto: Martin Pauca).
Vicente López de Romaña, artista visual arequipeño. (Foto: Martin Pauca).

Solo miraba, no podía tocar nada. “Se mira con los ojos”, le advertía su abuelo, un señor menudo; bueno, pero distante; un abogado casi silencioso, de palabras medidas; religioso, y siempre dentro de un terno, hasta cuando estaba en su taller de carpintería bajo la atenta mirada de su nieto.

Taller de carpintería que Vicente casi trajo de y que hoy es parte de su estudio barranquino. “En mi familia hay una tradición por el objeto y por intervenirlo”, me dice midiendo cada palabra. Vocación familiar que pone en práctica en la exposición Des-profanaciones, para la cual abre su estudio-taller —en Alfredo Silva 109, Barranco— y exhibe 12 años de su obra inédita, el mismo tiempo de su alejamiento del Sodalicio de Vida Cristiana, organización acusada de abusos psicológicos, físicos y sexuales. La muestra va del 19 al 26 de abril, lunes, miércoles y viernes, de 5 p.m. a 8 p.m.

Vicente López de Romaña espera mis preguntas sentado en medio de su taller y casi debajo del umbral de la puerta, de cuya cima pende algo parecido a una nube, rodeado de imágenes religiosas y juguetes profanados.

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¿Por qué des-profanar?

Muchas instituciones, como la iglesia o la religión, empiezan profanando la intimidad de la persona, la niñez, el pensamiento, la libertad. Entonces, busco des-profanar lo profanado por ellos. Vengo de una familia muy católica y conozco al Sodalicio desde bien chibolo. Pero no quiero centrar esta muestra en el Sodalicio. Se trata de mi proceso personal de cómo yo he ido desprogramándome y empezando a pensar por mí mismo. Salí del Sodalicio e inmediatamente entré a estudiar Arte.

De alguna manera, siempre tenemos que estar des-profanándonos, ¿no?

De todas maneras. Es bueno romper todo, ver qué queda y reconstruirte un poco.

Ir contra lo que se convierta en ‘sagrado’.

El arte se ha des-profanado mil veces. Y siempre se vuelve un statu quo, hasta que viene alguien y dice “¿por qué tiene que ser así?”. Yo entré a estudiar Arte a los 32 años, pero desde niño siempre fui muy artista. Yo me entendí como artista siendo sodálite y tenía la misión de hacer arte sodálite. Nadie sabía qué era eso, pero había que hacerlo (sonríe). Y había que evangelizar…

¿Ser artista y ser sodálite no fue una pugna?

Yo estaba bien absorbido, pero siempre hubo esa pugna; siempre hubo un conflicto entre lo que yo quería versus la vida que tenía. Pero recién me di cuenta de la burbuja cuando salí.

¿Por qué saliste del Sodalicio?

Sabía que ese lugar estaba mal y salí por cómo era el formateo. Al poco tiempo dije: “¿Dónde he estado?”. Se me vino el mundo encima, porque empecé a pensar por mí mismo. A los dos, tres meses, la idea de Dios no tenía pies ni cabeza, y sentí un vacío existencial. ¿De qué me agarro ahora?

¿Del arte?

Sí. Y me lancé al vacío. Empecé a jugar y lo hacía con imágenes religiosas para quitarle el peso de lo sagrado. También me hice de mil juguetes, ‘cachineaba’. Hice un universo donde podía pensar libremente.

Ahora, llegaste a estudiar Filosofía y Teología.

Finalmente, en el Sodalicio decidí ser cura. Entonces, empecé a estudiar en Chile, en la Universidad Católica. Pero primero estudié Filosofía y, cuando ya tenía que pasar a teología, un día dije: “No puedo más”. Fui donde mi superior en Chile y le dije que no volvería a la universidad, que necesitaba ser artista. También por esa época murió mi papá… Y, mira, ahora no sé qué tal salga la exposición, pero todo el proceso ha sido muy bueno para mí, desde animarme a mostrar.

¿Aún conservas eso tan católico que es el sentido de la culpa?

Sí. Siempre hay cosas que estarán ahí. Uno tiene que estar atento para desactivar. Nos han metido la culpa… Pero quiero aclarar que no me burlo, sino que en este proceso personal he necesitado romper estos mecanismos de culpa, miedo… Tenemos una imagen tan fuerte y tan propagandeada de control, de cómo ser, de machismo, de represión desde lo sexual, la libertad… y yo busco quitarle este valor intocable a la imagen.

Vicente López de Romaña, artista visual arequipeño. (Foto: Martin Pauca).
Vicente López de Romaña, artista visual arequipeño. (Foto: Martin Pauca).

¿Y hoy en qué crees?

No soy católico. Las representaciones que tenemos con la religión es algo bien político. Y si existe algo, va por el lado del arte, de la naturaleza. Me considero un humilde agnóstico (sonríe).

¿Te tocó pasar lo que vivió tu hermano Martín (quien publicó el libro La jaula invisible. Mi vida en el Sodalicio: un testimonio), los abusos?

No sexuales, físicos sí. Yo creo que no hay sodálite que no haya pasado por abusos físicos o de autoridad o de irrupción de tu fuero interno; parte de la formación era esa.

O insinuaciones.

Insinuaciones puede ser…

¿Hoy te sientes libre?

Siento que esta muestra es un ejercicio bien importante de soltar; también es un proceso mental de reconciliación conmigo mismo. Pero, más allá de lo religioso, siempre hay una confrontación contra lo impuesto, contra lo que debería ser o el mismo mercado, cómo nos plantean que debería ser nuestra vida; es algo que siempre me cuestiono. Y en los objetos veo material alucinante. Por ejemplo, ¿por qué los niños juegan con armas? Es una locura…

¿Hoy eres una suerte de ‘soldado’ del arte?

No me siento soldado de nada, ni defensor de nadie, ni adjunto a ningún grupo. Tengo un rechazo absoluto sobre cualquier tipo de pensamiento que crea que tiene la razón absoluta.

AUTOFICHA:

-“Soy Vicente López de Romaña Jenkins. Tengo 45 años. Nací en Arequipa. Desde cuarto de media ya me vestía como sodálite, paraba solo con los sodálites desde los 14. En el camino estudié Arte, Diseño Gráfico, Teología y estudié en Corriente Alterna, donde me gradué”.

-“Hice una exposición individual de dibujos, de retratos con tinta. Hice un par de muestras colectivas, una de ellas en Argentina. Estuve una vez en Art Lima y de ahí he estado encerrado, 24/7, hasta que dije que ya tocaba mostrar; si no, me volvería loco”.

-“Ahora me voy a ir por el lado de la fotografía de objetos. Me encantaría que algunas piezas queden en algún museo. Y esta muestra (Des-profanaciones) no ha sido pensada como una exposición; de hecho, me han tenido que convencer muchas veces. Es mi proceso, mi manera de decir lo que he vivido”.



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