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Túpac Amaru II, un espíritu que se resiste a la simplificación [ESPECIAL]
A raíz del comentario de una periodista sobre que fue un “indio que fue desmembrado”, conversamos con los historiadores Scarlett O’Phelan y Charles Walker para sopesar el valor de esta figura imprescindible de la identidad peruana.
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Túpac Amaru significa, en quechua, ‘serpiente resplandeciente’ y es sinónimo de libertad en el continente.
Es el nombre del último inca de la dinastía rebelde de Vilcabamba que se levantó contra los españoles y, derrotado, fue ejecutado en 1572 en Cusco. Para marcar la estatura de su linaje lo reclamó su descendiente, José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II. Mito, héroe, ídolo. Tras su gesta, que desestabilizó el sistema colonial, se llamó ‘tupamaros’ a los rebeldes posteriores.
A este símbolo mayor de la historia peruana le dedicaron poemas, entre otros, Manuel Scorza, Alejandro Romualdo y José María Arguedas. Figura esencial de nuestra identidad.
Nació en Surimana, Cusco, en 1738. Formaba parte de una nobleza hereditaria indígena. Étnica y culturalmente mestizo, estudió con los jesuitas, y hablaba castellano y quechua. Era un hombre ilustrado, con una biblioteca personal.
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Fue un cacique interino porque nunca lo ratificaron en el cargo , según la historiadora y docente Scarlett O’Phelan, quien estudia a este personaje desde 1977. Su situación era bastante vulnerable, por lo que llega a un enfrentamiento con el corregidor Antonio de Arriaga, quien le dice que lo va a sacar del cargo. Y la gran rebelión comienza precisamente con la ejecución de Arriaga.
Antes de ello, Condorcanqui viene a Lima en 1777 para llevar adelante un juicio para que se le adjudique el marquesado de Oropeza. Y se lo niegan. Según O’Phelan, ahí decide tomar justicia por propia mano. Estaba de más llevar el caso a nivel de la Audiencia.
Comienza su rebelión en noviembre de 1780 en Tinta. Según O’Phelan, Condorcanqui espera una coyuntura propicia para impulsar el movimiento, la cual llegaría con las reformas borbónicas: suben los impuestos, crean nuevos, se hacen catastros de las propiedades agrarias, entre otras medidas que salpican a todos los sectores sociales. “Tenía claro que su rebelión tendría mayor alcance si era multiétnica, con mestizos y criollos (que lo apoyaron al principio)”, dice.
MIRA: Ildefonso
EN EL CENTRO DEL DEBATE
Una figura compleja porque tradicionalmente se le considera precursor de la independencia. O’Phelan se opone a ello y afirma que Túpac Amaru II se levanta contra las medidas que drenan dinero a la población, pero la postura es contra las malas autoridades coloniales, no contra la Corona.
La historiadora, que ha consultado el Archivo General de Indias en Sevilla, precisa que al ser atrapado e iniciarse el juicio a los apresados del movimiento, él, su primo, su cuñado, su esposa, dicen que la rebelión no es contra el rey. Así, los archivos hablan de que él esperaba ser nombrado capitán general, ya que quería que se forme una capitanía (había solo dos capitanías generales en Sudamérica: en Chile y en Venezuela) en la zona del sur andino. Panfletos también lo señalaban como virrey en Lima.
En sus proclamas no habla de querer ser rey o destronar, afirma la experta. “Hasta que se le coloca en el bolsillo, estando en la cárcel, un documento que a mí y otros colegas nos parece apócrifo en que él aparece como José I, y se declara rey”, agrega. Él niega haber mandado a preparar el documento. Y, formula O’Phelan, se lo atribuyen para acusarlo de lesa majestad, y bajo esa figura, lograr su ejecución. La muerte de Condorcanqui, apunta la historiadora, se dio por el garrote tras el fallido intento de descuartizarlo por la fuerza de los caballos que tiraron de sus extremidades. Y luego fue desmembrado.
Es un movimiento sin precedente en la historia de Hispanoamérica, que ocupó un territorio amplio –el sur andino y el Alto Perú (Bolivia)–, duró casi un año e hizo tambalear las bases del sistema colonial.
Eso no lo hace independentista, plantea O’Phelan, porque el contexto independentista parte del vacío de poder de 1808 a raíz de la invasión napoleónica de España y la formación de juntas de gobierno en Hispanoamérica.
Otra opinión tiene el peruanista norteamericano Charles Walker, autor del libro La rebelión de Túpac Amaru, quien se cuida de la palabra ‘precursor’ al no haber un proceso lineal que desemboque en la independencia. Para él, fue el primer paso hacia ella, pero la apuesta era distinta a la de San Martín, Bolívar o Mateo Pumacahua. “Es el comienzo de un ciclo pero con objetivos, métodos y un mundo diferentes”, declara.
Y es que Walker encuentra un desfase entre el discurso y las acciones de Túpac Amaru II. “Tenía una plataforma ambigua: decía que obraba en nombre del rey, pero mataba españoles, quemaba haciendas y obrajes. Sus palabras eran más moderadas que sus actos”, dice.
A diferencia de O’Phelan, considera que la moderación de su discurso pudo haber sido una estrategia para ganar adeptos. Incluso, puede ser que su plan no haya sido claro desde el principio. “Así no son las revoluciones. Tienen cursos inesperados”, propone.
Una figura compleja en el punto más álgido de la historia del Perú, que en 2021 llega al bicentenario. “Hay un Túpac Amaru para todos: uno radical, más reformista, más regionalista, más revolucionario”, declara Walker.
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