Su trabajo (y quizás su vida) es leer. Es lo más importante, aunque no lo único. Leer, corregir, comentar. Sentada, en su sitio, concentrada. Cada día, un mínimo de tres a cuatro horas, solo por trabajo. Así nutre el catálogo de Acantilado, la consagrada editorial española que dirige, que acaba de recibir el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2024. Empresa que para el Perú tiene una alianza estratégica con Penguin Random House en cuanto a la distribución de sus libros.
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Pero primero fue la música. Mientras jugaba, en su casa mozartiana, como telón de fondo, sonaba, obvio, Mozart. De una familia humilde, siempre hubo presupuesto para comprar discos. Duda autodefinirse como melómana, pero tiene claro que no puede transitar por la vida sin música.
También sonaban cuentos. Se sentaba en el sofá y su madre ponía el vinilo de La Caperucita, o de Hansel y Gretel, o de las películas clásicas de Disney. “Mamá, por favor, dale la vuelta al disco”, pedía, porque los niños podían malograr la aguja del tornamesa. Ensimismada sobre el sofá, escuchaba cuentos. Una forma de estar en el origen de la literatura a través del sonido.
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Hoy siempre lee antes de dormir. En el velador, cada noche la esperan unos cinco libros, entre ellos Ante el tiempo, ensayo del francés Georges Didi Huberman; o Los alemanes, novela del español Sergio del Molino. Me dice Sandra Ollo —desde un hotel en Madrid y en medio de sus labores como editora— que leer “un ratito” en la cama es el gran lujo de cada día.
En estos tiempos recuperar textos de Tolstói, Stefan Zweig, reunir los textos The Paris Review o publicar un libro (de Jan Swafford) sobre Beethoven con 1456 páginas podría ser un (delicioso) riesgo. ¿No dudaron hacerlo?
El logotipo de Acantilado es un saltador que se tira de cabeza, aunque de forma muy estilizada, pero es el que se sumerge y no sabemos qué hay debajo. Hay un cierto riesgo. Y bueno, la recuperación de voces clásicas y ponerlas en el mismo catálogo y en diálogo constante con voces contemporáneas responde a una voluntad editorial y no es un capricho, porque hay una serie de autores y libros que tienen una vigencia en el mundo actual que es innegable; además, intentamos demostrar que la contemporaneidad no está en contraposición con los autores clásicos, sino que bebe de ellos y se relaciona directamente con ellos. Por lo tanto, pueden convivir de forma muy armónica; y lejos de molestarse, se ayudan y se complementan.
Que estos clásicos tengan buena recepción, habla bien de los lectores, ¿no?
No solo no subestimamos a nuestros lectores sino que les ayudamos a que ellos mismos se estimen. A menudo un problema en la literatura es que uno cree que no es para uno: “Yo nunca he leído a Tolstói, debe de ser dificilísimo”; “¿quién se va a poner a leer a Séneca?”. Y aquí está el trabajo editorial: de hacer, primero, unas ediciones amables y que acompañen al lector y que le ayuden a entrar suavemente en esos textos. Yo no pienso en lo que quiere el lector, sino pienso en cómo explicarle lo que creo que le va a gustar, lo que todavía no sabe que quiere. No trabajar siempre en lo obvio, en lo evidente, en lo que ya está muy hecho, sino presentar otros caminos y posibilidades en los que hay muchísimo más de qué nutrirse y disfrutar.
¿Desde Acantilado cómo miran a Latinoamérica?
No paro de mirar a Latinoamérica todo el tiempo y es una parte de mis desvelos profesionales, porque durante estos 25 años hemos hecho un muy buen trabajo para llevar nuestros libros. Pero nos queda mucho por hacer y, en ese sentido, América es fundamental, es irrenunciable. Hemos publicado a Jorge Edwards (Chile), María Negroni (Argentina) y otros que vendrán. No tenemos una idea cerrada ni territorial de lo que es la literatura. Por eso en el catálogo conviven autores italianos, franceses, españoles, japoneses, argentinos…
¿Cuál es la mira en Perú?
Hemos llegado hace muy poco y hemos estado de forma muy irregular. En el último año hemos comenzado la colaboración con Penguin Random House y estamos muy contentos porque hay mucho que hacer, estamos en proceso, en implantación.
Hace un tiempo entrevisté a Juan Casamayor de la editorial española Páginas de Espuma y me dijo: “El libro sigue siendo ese milagro eterno que no lo derriba nada”.
Qué poeta es mi amigo Juan (risas)… Comparto a pie juntillas su opinión, porque realmente es así. Piensa que hace unos años los profetas del apocalipsis del libro eran tantos y muy apoyados…; sin embargo, lejos de suceder, el libro en papel se ha reforzado, cada vez son más las personas que entienden que el libro, y el libro en papel especialmente, es algo más que un objeto decorativo, es lo que puede diferenciar sobrevivir de vivir. Lo importante que es atesorar una biblioteca, construir tu propia biblioteca. Son el rastro de una vida, un camino vital, un recurso constante, eso son los buenos libros, no los libros de consumo rápido.
¿Se venden más libros hoy?
Sí, se venden más libros hoy. En España pasó que cuando todo estaba cerrado por la pandemia, permitieron abrir a las librerías y fue increíble cómo mucha gente redescubrió la lectura; y en el caso de los lectores, de repente se encontraron con un horizonte de tiempo que les permitía leer todavía más. Muchos de esos lectores se han quedado, porque entendieron que en los libros están las respuestas a muchas cosas y que son una compañía fundamental para transitar nuestra vida.
Autoficha:
-“Soy Sandra Ollo Razquin. Tengo 47 años. Nací en Pamplona, Navarra, una ciudad pequeñita del norte de España. Me licencié en Filología hispánica, luego Filología inglesa y en Barcelona hice un máster de Filosofía, Literatura y Arte. En Filología empezamos 19 y nos licenciamos 10”.
-“Llegué a la Filología porque me gustaba mucho la Lengua, la Literatura y el latín. Tuve un tío sacerdote que era profesor de Lengua que me dijo que la carrera que canalizaba ese gusto era la Filología. Hubo (hay) muchos libros que suponen un antes y un después”.
-“Recuerdo con especial énfasis la primera vez que leí a Borges, pensé: ‘¿Esto se puede hacer?’; leí El Aleph con 20 años. Uno de mis sueños hubiera sido poder tocar el piano, aún espero hacerlo. Llegué a la edición (de libros) por azar. Pero la cultura y los libros tuvieron un lugar preeminente en mi vida”.
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