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Rubén La Torre Valenzuela: “Si se declara de interés nacional, haré la Ruta Inka 2022”
El excursionista radica en El Salvador desde hace cinco años y ha regresado a Perú para intentar una vez más que la Ruta Inka sea declarada de interés nacional
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Rubén La Torre Valenzuela es un excursionista incomprendido, un soñador y un apasionado por su proyecto: la expedición Ruta Inka. Las dificultades que ha enfrentado para sacar adelante esta aventura sin fines de lucro no lo amilanan y ahora busca que sea reconocida por el Gobierno como de interés nacional.
Este viajero obsesionado con los caminos de las antiguas civilizaciones ha organizado 12 expediciones por las rutas del Tahuantinsuyo y dos por la tierra de los mayas, en las que han participado cientos de universitarios de todo el mundo. Ahora se proyecta al término de la pandemia y lanza un nuevo reto: la Ruta Inka 2022, una expedición que apunta a cambiar la vida de muchos jóvenes y también reactivar el turismo.
¿Cómo nace la Ruta Inka?
En 1995 vino por primera vez a Perú la expedición de la Ruta Quetzal de España. En aquel tiempo yo trabajaba en Asuntos Culturales del servicio diplomático peruano y me tocó recibir a casi 500 expedicionistas que vinieron en una misión científica para recorrer el Qhapaq Ñan. Quedé impresionado. Cuando los de Ruta Quetzal se fueron, yo planteo que se cree y se institucionalice la Ruta Inka. Mis jefes no me tomaron en serio.
¿Y qué hizo?
Me había obsesionado con la ruta. Armé un proyecto e insistí con los diputados y congresistas. Era una iniciativa particular, pero las autoridades creyeron que lo hacía a nombre de la Cancillería. En el 2000 me iniciaron un proceso administrativo y terminé renunciando. Ahí comienzo a trabajar de lleno en el proyecto. Se lo propuse al alcalde de Machu Picchu y le gustó. Conseguí el apoyo de la Asamblea de Rectores, la Asociación de Alcaldes y particulares.
¿Cómo fue la primera ruta?
Muy modesta. Planificamos convocar a 400 chicos, igual que la Ruta Quetzal. Teníamos el apoyo del Gobierno de Canadá y ellos enviarían a 200 estudiantes. Todo marchaba bien, hasta que di una entrevista en la televisión, en la que cuestionaba la falta de apoyo de la Cancillería. Eso fue grave. Ellos sacaron un informe técnico que indicaba que destruiría el patrimonio y que el viaje no traería ningún beneficio al país. Eso trascendió en el extranjero. No llegó mucha gente, solo 40. Íbamos a recorrer los cuatro suyos, iniciando por Cusco, Puno, Bolivia y Chile. Pasábamos a Tacna y de ahí subiríamos por la Panamericana hasta llegar a Quito. Iba a durar 40 días, pero de Puno pasamos a Moquegua y colapsó la expedición en el día 12.
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¿Eso no lo desanimó?
Sí, estaba mal. Había gastado mis ahorros, cerca de 15,000 dólares. Me dolió que terminara así. Ya no quería saber más. Un año después algunos ex ruteros me contactaron y me animaron a organizar otra expedición y, como tenía los contactos, en 2004 lanzamos nuevamente la Ruta Inka.
¿Y cómo le fue ese año?
Fue un éxito. Ese año vinieron 270 jóvenes de unos 15 países. Comenzamos en Tarapoto y terminamos en Machu Picchu. Viajamos por 40 días. En 2005, fueron unos 80 jóvenes. En 2007, 120 chicos de 25 países, en 2008 fueron 40, seleccionados por la Embajada de Ecuador. En 2010 fue la Ruta Inca Al Encuentro de los Mayas, eran 240 expedicionistas de los cuatro continentes y recorrimos 10 países.
¿Cuál es el beneficio de estas expediciones?
Los chicos de otros países conocen nuestra cultura, la comida, la música. Los peruanos conviven con ellos y aprenden de sus costumbres. Los pueblos se hacen visibles, se abren nuevas rutas turísticas. A los jóvenes les cambia la vida. Es una escuela de austeridad. Gracias a las rutas, algunos se convirtieron en defensores del medio ambiente, otros en viajeros intrépidos. Un grupo se quedó a hacer voluntariado, otros canalizaron ayuda para los pueblos.
¿Cualquiera puede participar?
No. Siempre son recomendados por sus autoridades o universidades. Para postular, presentan trabajos. En 2010, cuando Evo Morales nos apoyó, el tema era el valor ancestral de la hoja de coca. Cada año varían los temas. Las convocatorias aparecen en la web y la institución que patrocina la aventura hace la selección.
¿Cómo hace para trasladar a estos numerosos grupos?
Con anticipación hacemos convenios con las autoridades de las localidades por donde vamos a pasar. Ellos se hacen cargo de las necesidades de los chicos cuando llegan a sus zonas. Casi no paro con la expedición, ellos van con los monitores. Yo voy un paso al frente como San Juan Bautista, preparando el camino y coordinando la llegada con las autoridades.
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Si era tan importante, ¿por qué dejó de hacer la Ruta Inka?
La de 2016 fue la última que hice. La dejé por la mezquindad de nuestras autoridades. Tenía que gestionar mucho y casi no había apoyo. Me fui de mi querido Perú para fundar la Ruta Maya. En otros países sí colaboran.
¿Cuándo inició la Ruta Maya?
En 2019. Firmé un convenio con la Universidad de San Carlos de Guatemala, ellos seleccionaron a los chicos. Participaron 40 viajeros. Pasamos por México, Belice, Guatemala, El Salvador y Honduras.
¿Y la siguiente expedición?
Fue anunciada por la Cámara de Diputados de México para 2021. Estaba programado para salir el 21 de junio de México y llegar a Bolivia el 21 de setiembre, 92 días de viaje por 13 países. Vino la pandemia y se suspendió.
¿Organizará otra Ruta Inka?
Solo si hay un compromiso de los candidatos de declarar de interés nacional la Ruta Inka. De lo contrario, no. Ya no voy a estar como antes, mendigando por ayuda. La idea es organizar la Ruta Inka 2022 - ‘En busca de la sabiduría del gran Tahuantinsuyo’, que debe inaugurarse en los Baños del Inca (Cajamarca) el 21 de junio de 2022, con el protagonismo de 360 participantes, entre periodistas, escritores, artistas y estudiantes de excelencia de todo el mundo, para clausurarse en Machu Picchu el 31 de julio de ese año, luego de visitar lo mejor del Perú, Ecuador, Chile y Bolivia, respetando protocolos de bioseguridad. Esa sería la última expedición que haría.
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AUTOFICHA
Nací en la provincia de Acomayo, en Cusco, en 1960. En la misma provincia donde nació la mamá de Túpac Amaru, Rosa Noguera Valenzuela. Soy descendiente de ella y tengo un deber de honrar a la familia.
Hice la primaria en Acomayo, la secundaria en Cusco y mis estudios superiores en Lima. Estudié Derecho en la Universidad San Martín de Porres. Luego ingresé a la Academia Diplomática en 1987 y me preparé hasta 1990. Ingresé a trabajar a Cancillería en 1990 en diferentes áreas administrativas y renuncié en 2000.
Tengo dos hijos de dos compromisos distintos. El mayor, de 30 años, vive en Estados Unidos. Mi pequeña hija se llama Maya Cataleya y nació en El Salvador, donde radico desde hace cinco años. Las expediciones son una pasión, no me pagan por eso. Yo vivo de un negocio de artesanía en el aeropuerto de El Salvador.
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