Tiene una cicatriz en el rostro, producto de un accidente en el mar cuando corría tabla, lo que simboliza su amor al surf. También lleva marcas por su trabajo como veterinario, que nos avisan sobre su vocación por los animales. Pero las que siguen doliendo son las heridas del alma, aquellas que dejaron la partida de su madre cuando él estaba en primaria y la de su hermano hace unos años. Penas que, finalmente, le dan una razón de ser (y hacer), pese a que cuando los recuerda se le hace un nudo en la garganta y sus ojos se humedecen.

Nació en una clínica de humanos, pero creció entre clínicas veterinarias, las de su padre y su tío. Y su primera ola fue en la Playa 1 del Regatas, cuando tenía cinco años. Quería ser tablista, pero veía a su padre salvar vidas, era su héroe. Y ahora anuncia su pronto regreso a la televisión y la consolidación de Go Vet, una plataforma de contenidos digitales, y nos invita a escucharlo en Radio Capital, sábados y domingos, a las 5 p.m.

“Desde que abrí los ojos, acampaba en las playas de Paracas con mi viejo. Hoy vuelvo a esas playas, pero para buscar olas. Y desde que abrí los ojos, veía animales”, recuerda. Pancho viene a esta entrevista mañanera después de surfear. “No vivimos el presente. Vivimos pensando en el pasado o el futuro. Necesitamos momentos que nos lleven al presente. El mar y el ser veterinario lo logran”, añade Pancho Cavero.

-¿En qué piensas cuando estás en medio del mar?
Espero concentrado la ola perfecta para disfrutar ese presente. Y de pronto llega el monstruo que no quieres ver, donde fluirá toda la adrenalina y tengo que decidir qué hacer con la tabla.

-¿Y ser veterinario es una forma de vivir el presente?
¡Claro! Yo ahorita estoy dando esta entrevista y tengo diez pacientes que se están jugando la vida. Es una carrera injusta, porque pasas de héroe, cuando salvas una vida, a villano, cuando se muere una mascota.

-Vayamos un momento al pasado. ¿Cómo empieza tu relación con los animales?
Mi primera mascota se llamó Kiko. Yo perdí a mi mamá cuando estaba en sexto grado de primaria y tenía a Kiko, quien fue como mi primer amigo. Siempre he sentido que me comunico con los animales. Mucha gente me dice que estoy loco, pero qué bien es estar loco y poder comunicarte con los perros. Pensaba que esta carrera no era lo mío porque tenía una mochila muy pesada: mi padre estudió Veterinaria en Argentina y mi tíos eran veterinarios reconocidos. Encima, venía del Markham, un colegio lindo, pero vivía en una burbuja. Pituquito del Markham, surfer y miembro del Regatas.

-¿En qué momento saliste de esa burbuja?
Cuando entré a San Marcos. Fue un contraste... En los 90.

-Época complicada.
Justo fui y habían tomado el local, y vi pintas terroristas. A la primera no ingresé. Ingresar era un sufrimiento y al final lo hice en el puesto 16, en el 93. Me gustó tanto la universidad que me demoré como diez años en terminar. Ahí aprendí que todo lo puedes conseguir. Aunque en el Markham aprendía a tener seguridad para afrontar las cosas, San Marcos es el Perú. Primero conocí San Marcos y después el Perú.

-¿Correr olas y ser veterinario tienen algo en común?
Son dos estilos de vida, momentos apasionados, vives el presente, que es saber en dónde estás. Es vivir con este pensamiento: si me caigo, me puedo ahogar; si fallo, se puede morir. Donde falles puede ser fatal.

-¿Es cierto que los animales sienten lo que nos pasa?
Sienten dolor. Los animales son indicadores de violencia. Muchas mujeres que son maltratadas no denuncian porque el maltratador les dice: tú hablas y mato a tu mascota. Los animales son como un termómetro de lo que pasa en la sociedad. Los animales generan empatía. El bienestar animal en algún momento será un ministerio. Hoy los veterinarios también tenemos participación en lo que se cocina y estamos involucrados en la salud pública. El papel del veterinario es mucho más que poner una veterinaria.

-Así como decimos que los animales sienten, ¿se da una suerte de diálogo con ellos?
Yo les cuento cosas a mis perros y gatos, y siento que me escuchan. Ellos vienen, se acurrucan y me quieren decir algo. Perciben cuando estoy triste. Quiero investigar qué hacen las mascotas cuando uno no está. Creo que muchos perros se quedan en la puerta esperando que uno llegue.

-¿Es cierto que los gatos son los que más ignoran al humano?
Tú adoptas a los perros y los gatos te adoptan a ti. Cuando te vas, el gato dice ‘bien’. Cuando te vas, el perro destroza todo porque te fuiste. Tú eres parte del entorno del gato, eres un adorno y cuando quiere te hace cariño.

-Eso no lo hace malo.
Para nada, eso lo hace diferente.

-Parte del debate es que se juzga que humanicemos a los animales.
No estoy de acuerdo con pintarle las uñas al perro o pintarle el pelo. El perro no decide cuando le cortas las orejas. Pero sí me provoca darle un beso, claro si está desparasitado. Eso sí, me parece terrible subirlos a la mesa a comer. Aunque hoy en día la mascota es parte de la familia.

-Como veterinario y tablista tienes cicatrices. Pero hay las heridas del alma: perder un hermano y una madre.
Él falleció en un accidente cuando iba a cumplir 33 años. Las caminatas que hago las empecé por mi hermano. Me salió el activista, el sanmarquino: basta del terrorismo vial, lo que luego se convirtió en marchas por los animales. Y es una forma de hacer política desde mi lado.

-Y ahora reunirás a Los Cavero en un programa por Internet.
Con él entendí mucho sobre vivir el presente. Por ejemplo, me ayudó a entender el tema de la marihuana, no de una manera viciosa sino sana. Te calma la ansiedad, sirve contra la depresión. Ese aprendizaje me dejó.

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