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Melina León, cineasta: “Todo lo que somos sigue vivo en nuestros rostros”
Melina León es la directora de la premiada película 'Canción sin nombre', precandidata peruana a los Premios Oscar. La entrevistamos.
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En 1988 Melina León tenía 10 años. Recuerda la hiperinflación, la escasez, la leche ENCI, la violencia, a su padre periodista y los muertos en blanco y negro. En 1988 Melina Mercouri tenía 68 años. Era una actriz griega y activista, admirada en el cine por el padre de Melina León, razón por la cual llamó así a su hija.
Melina León hoy es cineasta y su ópera prima la ha llevado hasta Grecia, donde logró el galardón a mejor dirección en el Festival Thessaloniki, de los más notables de Europa. La cinta, retratada en el Perú de 1988, es la precandidata peruana a los Premios Oscar.
Viernes 13. Ese día llegó Melina de México, donde estuvo presentando el filme. Al día siguiente tenía un preestreno en Villa María del Triunfo y el domingo volaba a Francia. Pero el lunes se cerraron las fronteras. También había llegado la pandemia al Perú. En junio finalmente se estrenó Canción sin nombre en 60 salas de toda Francia, pese a la crisis sanitaria que canceló presentaciones en la Universidad de Columbia en EE.UU. y en otra gira por Europa. “Menos mal que el año pasado pude hacer un tour mundial y me di dos vueltas al mundo con la película”, me dice desde su casa en Magdalena, donde vivió en el Perú de 1988.
-¿A qué atribuyes el intenso recorrido del filme afuera?
Creo que es una historia universal. La puede entender cualquier persona e identificarse con las historias: Georgina, como madre que busca a su hijo; el periodista tratando de sobrevivir en una sociedad en la que si él revelara su identidad, sería despreciado. Si quitas toda la situación política que atravesaba el Perú, en el fondo hay dos historias de amor.
-Paradójico lo que señalas, porque a la vez que es universal, también es muy particular del Perú.
Yo creo que la gente que no conoce lo que vivimos en los 80's y no conoce cómo funciona la sociedad peruana, igual puede reconocer la discriminación, el racismo, la injusticia, el clasismo, la desigualdad social, el abuso contra las mujeres. Siempre hay algo que está fallando en todas las sociedades. De hecho cuando estuve en Grecia, lo relacionaban a su etapa de dictadura.
-Canción sin nombre tiene un tono profundamente desolador, por la fotografía, la densidad de los claroscuros, un blanco y negro que nos absorbe, como si ingresáramos a otro mundo. ¿Cuánto de premeditación hay en ese espíritu?
Poco a poco lo fuimos buscando. En primer lugar, fue la decisión de grabar en invierno, que está desde el guion. Aunque en un momento pensamos en grabarlo en octubre, pero menos mal que el fotógrafo (Inti Briones) se opuso y le agradeceré siempre que lo haya hecho. Me dijo: “no vamos a quitarle algo tan importante para expresar esa tristeza”. Y, además, ese recuerdo de los 80's, que lo recordamos en invierno. Mucha gente que se fue en esa época no recuerda que en Lima hay luz. Una época trágica.
-Tu padre fue periodista y le tocó reportar la masacre de Cayara. ¿Cómo influye ello?
Todo tiene dos lados. Creo que por eso hicimos la película en blanco y negro. Y es verdad eso de que para ver la luz tienes que pasar por la oscuridad. Fue traumático. Mi padre pasó por una depresión muy fuerte después de ver su primera fosa común, y eso lo retrato un poco en la película. Por esa experiencia que él tuvo, le dieron unas vacaciones y aprovechamos para ir a Argentina, donde conocí cines que me maravillaron. Fue luz y sombra, igual que la película.
-¿Por qué seguimos haciendo películas donde lo andino prevalece? Pienso en Wiñaypacha, Retablo, La teta asustada.
Porque eso somos, somos andinos y hemos sido colonizados, pero nuestra cultura ha resistido, está en nuestra piel marrón, en nuestros tamaños bajitos, en las voces de nuestras madres y abuelas, en todo lo que nos rodea, pero que ha sido ocultado por una cultura semicriolla, por el castellano oficial, la religión oficial. Pero todo lo que somos sigue vivo en nuestros rostros y no nos hace bien no verlo. Entonces, cuando queremos crear nos acordamos de quienes somos y lo contamos.
-¿Naciste en Lima?
Sí, pero mi mamá es de Huaraz y mi papá era de San Pedro de Lloc (La Libertad). Por mi padre, hay un lado medio español y, a la vez, muy mochica, porque mi abuela parece mochica. Y por el lado de mi madre, igual, hay una mezcla de vascos con quechuahablantes. Ambas ramas de la familia, la moche y quechua, fueron negadas.
-¿Hacer cine es una forma de hacer justicia?
No lo sé. Se trata de llenarnos de verdad. Poner las cartas sobre la mesa, conocernos, descubrirnos. Hay un espíritu de acompañar a la persona que ha sido vejada. Hablar con honestidad. Y si lo que viene después es sanador, bienvenido sea.
-Hoy que etiquetamos a las generaciones y hablamos de la generación bicentenario y tú quizás seas de la generación cochebomba, ¿con qué generación de identificas?
Fíjate que me identifico con una generación rebelde; es decir, con los bicentenarios y todos los que han salido a marchar a las calles. Felicito a los jóvenes, pero no creo que sea bueno dividirnos y decir lo que hizo cada generación o recriminar si alguna no cumplió. No nos vienen bien las etiquetas. Hay que tratar de unirnos y no echarnos la culpa, porque trae tristeza y más impotencia de la que ya hemos vivido.
-Después de dos vueltas al mundo, ¿ya tiene nombre esa canción?
Siempre me viene la idea de que esta película pudo llamarse Georgina. Veo el rostro de Pamela (actriz) y me sigue emocionando toda esa fuerza que tiene y esa esperanza que hay en su rostro.
-¿Por qué debe ser, finalmente, nominada a los Oscar?
Creo que habla de temas que no tienen época, que atraviesan el mundo entero, que nos hablan de la condición humana y porque ha sido hecha con honestidad y amor. El Oscar es un sueño, pero hemos cumplido ya varios. Nos hace soñar, pero no nos quita el sueño.
AUTOFICHA:
- “Soy Melina Carmen León Castro. Estudié Comunicaciones en la Universidad de Lima. Acabé, armé una empresa, estuve trabajando y luego me fui a hacer mi maestría a Estados Unidos, donde me quedé más de una década. Fue una maestría en cine, que siempre la quise estudiar”.
- “No solo era un sueño personal hacer una película peruana, una con la que me identifique para descubrir quién soy, era un sueño (Canción sin nombre) respaldado por algo concreto: DAFO (del Ministerio de Cultura), que es como si fuera una entidad de otro país”.
- “Con un laboratorio de desarrollo en Brasil estamos trabajando on line en mi segunda película. Tiene un nombre provisional, por ahora se llama San Blas. Recién la estoy escribiendo y al próximo año verá la luz el guion. Y de hecho Canción sin nombre le está abriendo puertas a San Blas”.
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