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Mauricio Franco: “Para hacer cine hay que tener obstinación y rigor”
“Samichay”, que significa búsqueda de la plenitud en quechua, es el título de la ópera prima de Mauricio Franco.
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Después de 9 años de arduo trabajo, Mauricio Franco terminó la película peruana “Samichay”, filmada en las provincias de Quispicanchi y Canchis, en Cuzco a más de 4mil metros de altura. La obra, que explora el choque cultural entre lo rural y lo urbano, obtuvo la Biznaga de Plata a Mejor Director en el festival de Málaga.
¿Qué se siente haber obtenido este galardón?
Siempre es una alegría muy grande. Un reconocimiento para la propia carrera, la propia persona, pero sobre todo para nosotros es una alegría muy grande porque es un trabajo colectivo. Yo soy director, pero no puedo hacerlo sin el equipo humano que he tenido. Sería imposible hacerlo sin los colaboradores que he tenido en todos los procesos de la película.
¿De qué trata la película?
La película tiene que ver con el choque del mundo rural y urbano. Dentro de la historia vemos como una persona tiene que ir deshaciéndose de usos, costumbres, lugares y personas con miras a otra realidad. Un nexo casi obligado de esta persona rural a la ciudad.
¿Como cineasta tienes un rol para sensibilizar a la audiencia en estos temas?
Siento que la película lo puede hacer. Creo que la película si puede interpelar al publico para que se pregunte, se cuestione y ponga en tela de juicio estas realidades. Pienso que yo, como individuo, estoy más limitado en ese sentido. La película es el cuerpo que da esa misión.
La película es en blanco y negro. ¿Tuviste algún reparo o siempre fue pensada así?
Al principio la pensamos a color. Pero nos encontramos con un problema para la película que era que donde poníamos la cámara era un paisaje idílico y precioso, y nosotros nos queríamos alejar de eso porque queríamos representar y abordar la parte sensorial de vivir en estas comunidades, donde no hay servicios urbanos básicos, donde hay frio, escasea el agua, humedad, barro, llueve, hay enfermedades y zancudos. Esos sitios son muy duros. Utilizar el blanco y negro nos ayudaba mucho a separar la postal idílica. Trabajamos un concepto que es la ausencia del color y no el blanco y negro. Cómo es la vida cuando le falta el color.
¿Se le está perdiendo el miedo al blanco y negro?
No es fácil una comercialización de una película en blanco y negro, pero es una respuesta a la época en la que vivimos El público está acostumbrado a unos estándares y el blanco y negro es muy contestario ahora mismo. Es parte de un antídoto a la proliferación de imágenes a color en todos lados.
¿También hay dificultad comercial en hacerla en quechua?
Se busca algo distinto, en el sentido en que la legua no solo es cultura, sino memoria. Es un sistema de pensamiento vivo. Nuestras culturas latinoamericanas que tienen muchas lenguas y dialectos representan sistemas de pensamiento, convivencia y creencia. Revisar estas formas y paradigmas a través de la lengua es importante. No solo por un tema lingüístico sino antropológico y social. El pensamiento quechua va quedando obsoleto frente el pensamiento castellano.
¿Buscaste plasmar esta yuxtaposición?
Sí, pero sin tratar de remarcarlo. Preferimos que el público saque sus conclusiones. Nosotros tratamos de abrir una puerta y que el público pueda ver qué hay adentro y afuera.
¿En qué otro aspecto se puede observar eso?
Por ejemplo, la vaca “Samichay” es de raza criolla, chusca. Es una vaca que está adaptada hace 100 años a los Andes. Son más pequeñas que una Brown Swiss o una Holstein. El ganadero ya esta renovando por vacas que son mas rendidoras. Estamos hablando de una vaca que te da 20 litros de leche versus una que te da 5 litros cada 4 días. La vaca peruana ya es obsoleta.
¿De dónde salió la inspiración para esta película?
Nos solemos inspirar en muchas cosas. Una imagen, una persona, una foto o una idea. En el caso mío son varias cosas. Una era este choque del mundo urbano y mundo rural. Esta parte del desuso del sistema del pensamiento quechua y lenguas originarias, y también había mucha inquietud en hacer una película en las montañas que tengan un rol especial. Con eso nació la idea y es un proyecto de muchos años. Recuerdo que hace más de 10 años estábamos terminando de rodar en la sierra y vi a un papá discutir con su hijo de 11 años. Le pregunte con mucha delicadeza al papá y me explicó que el niño quería ponerle un nombre a un cordero, y ese cordero no era una mascota. Me dijo que solo las mascotas tienen nombre y el cordero es un animal industrial, alimenticio y no puede llevar nombre porque lo iban a vender o comer.
¿Hace cuánto comenzó este proyecto?
La primera versión del guion fue hace 9 años. El rodaje lo comenzamos en setiembre del 2018, rodamos 3 semanas justas y a partir de ahí sacamos 44 horas de material en bruto.
¿La carrera audiovisual es solo para valientes?
Es una profesión para valientes. Es difícil hacer cine en todo el planeta. Es tan difícil para un peruano como para un francés. Siempre hay una romanización de que en Latinoamérica es más difícil, pero es difícil en todo el mundo. Vivir de ello es más difícil incluso. Son contadas las personas fuera de Hollywood. El cine es una carrear de proyectos, investigación y hay que tener mucha pasión.
¿Siempre has tenido esa pasión?
Recuerdo una vez que conocí a Fernando Birri, cineasta argentino, fundador del nuevo cine latinoamericano. “Para hacer cine hay que tener dos cosas ostinato rigore”, dijo. Obstinación y rigor. El cine se trata de levantarte cada día. Para estar 9 Años haciendo una película hay que tener obstinación y rigor, por su puesto. Es una profesión muy sacrificada, pero yo invito a todas las personas que quieren hacer cine que se la jueguen.
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