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Frederick Cooper Llosa: “La arquitectura no solo debe propalarse a través de sus edificios”

“La arquitectura es un servicio y es un arte”, dice el creador de la revista Arkinka, que llegó a la edición 300. Perú21 entrevistó a Frederick Cooper Llosa, arquitecto de 82 años.

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Fecha Actualización
¿Cómo vive un arquitecto de 82 años?
Su casa es como un árbol en un desierto de edificios. Eucaliptos de hasta siete pisos le dan sombra al ingreso y vigilan la puerta principal. Vive solo con su esposa, pero la casa está habitada, sobre todo, por cientos de libros, cuadros, afiches y fotografías que recubren las paredes de concreto y ladrillo expuesto. Una mampara recorre toda la casa y la divide, casi en partes iguales, entre el espacio construido y el jardín. Una obra maestra, sensata, racional en los límites del exclusivo distrito de San Isidro, pero una oda a la Lima migrante que nació en la década del cincuenta y que se fue autoconstruyendo. Casa que fue elegida por el Museo de Arte Moderno de Nueva York como la más representativa del Perú en una muestra sobre arquitectura latinoamericana.
Frederick Cooper Llosa es hijo de una familia inglesa que se asentó en Chile y migró al Perú. Nació en la Lima monumental, bebió de la belleza arquitectónica de aquellos años. Conocer Inglaterra, Italia, Francia a los 13 años también lo impactó. Pero perdió a su hermano y fue, sobre todo, una catástrofe para su madre. “Casi enloquece”, me dice. Un buen amigo arquitecto de la familia sugirió hacer una casa como una forma de aliviar la desesperanza de la madre. No había dinero, el amigo cedió un terreno. Frederick, con 14 años, vio cómo se hizo aquella casa. Estos fueron los cimientos para elegir ser arquitecto.
Formado en la UNI, partió en un barco de carga para seguir en Europa el posgrado. “Era maravilloso vivir en Europa, pero me enseñaron a tenerle gran dedicación al Perú”, dice sobre su retorno.
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Cooper Llosa ha construido 250 edificios y realizado 400 proyectos. Pero también ha edificado una carrera desde la reflexión. Colaborador y periodista sobre arquitectura en varios periódicos del Perú y el extranjero. Profesor en los EE.UU. Fundó la facultad de Arquitectura de la PUCP y hasta hoy es catedrático. Ha sido presidente del Museo de Arte Contemporáneo. “Una dedicación placentera, pero muy dura”, dice sobre una de las obras que han medido el pulso de su pasión: la creación de la revista de arquitectura, diseño y construcción Arkinka, que acaba de llegar a la edición 300.
Así vive un arquitecto de 82 años.
-¿Llega agotado?
No. Felizmente, soy una persona que goza de buena salud. No estoy agotado físicamente, pero sí estoy decepcionado desde hace muchos años por la indiferencia, por la poca acogida que en general las actividades culturales, educativas, académicas, formativas tienen en nuestro país. Hacer la revista ha sido un esfuerzo económico en casi todos los números. Los 300 números tienen prácticamente 30 años y durante 20 años yo hacía toda la revista: todos los artículos, las fotografías, todas las entrevistas, conseguía toda la publicidad.
-¿Pasó así porque usted suele ser también ‘todista’?
No, porque no había cómo pagar todo eso. Los peruanos no leen, no sé si por culpa de ellos o por la mala dirigencia.
-¿Por qué ha persistido con la revista pese a ese panorama complejo?
Por la pasión profesional. Siempre estuve vinculado a la ensayística, a la reflexión, a la historia, a la teoría. No basta que en una sociedad la arquitectura se propale a través de sus edificios o de sus ciudades, también debe propalarse a través de sus ideas. Entonces, me apasiona hacer la revista, aunque me angustia porque muchas veces no sé de dónde sacar el dinero para hacerla.
-¿La arquitectura aún hoy es lejana a la ciudadanía, exclusiva, de élite?
La arquitectura es un servicio y es un arte, pero es un arte cuya condición servicial obliga a sintonizar muy comprometidamente con la sociedad. Todo el mundo debería vivir en una vivienda, habitar una ciudad y en ambas debería encontrarse confort funcional y un estímulo psicológico. La arquitectura se ha vuelto fundamentalmente un negocio, lo que ha puesto a la jerarquía arquitectónica fuera de los valores que te he descrito. Ya no importa lo que se construya, con tal de que lo hagas barato y puedas sacar una buena utilidad. Otro factor es que los gobiernos ignoran el desplazamiento de la población del campo a la ciudad. Cuando esto empezó a ocurrir en el Perú en los años 50, ya había ocurrido en Europa, América del Norte; teníamos esa experiencia para encarar este fenómeno.
-En esa época usted era estudiante en la UNI.
La primera invasión fue al lado de la UNI. Todo era chacra. Uno dejaba Miraflores y había chacras. San Isidro era El Olivar y unas cuantas casitas. Estaba el Lima Golf, un aeropuerto y pura agricultura. Lince, Santa Beatriz eran haciendas. La migración fue soslayada a consecuencia de la incompetencia e ignorancia del Estado. También es responsabilidad de los arquitectos. La catástrofe que puede ocurrir en Lima si hay un terremoto. Lima en los años 50 era bellísima.
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-¿Hoy cómo describe a Lima?
La capital más fea de América Latina y una de las ciudades más feas del mundo. La he visto desmoronarse a lo largo de mi vida. La única razón por la que Lima se salva es por su gente.
-¿La arquitectura ha migrado más de lo debido a lo estético?
Por supuesto. En el mundo desarrollado se ha alienado al ámbito publicitario y al ámbito político. Primero hay que hacer arquitectura para la clase media o media baja, y es fundamental que se haga en altura. A Lima le falta crecer hacia arriba; ahora, no hacer edificios de 80 pisos, sino de seis.
-¿Traza un nuevo proyecto?
Soy una víctima de otra gran estupidez, un subproducto de la ignorancia peruana, los grandes arquitectos del mundo son contemporáneos míos, pero aquí es la arquitectura de moda, los arquitectos de mediana edad. Si quieres sentirte en la alta burguesía, tienes que llamar a fulano que es el arquitecto de moda.
-El tiempo pasa e inevitablemente todos partimos de este lugar. ¿Eso le preocupa?
No. Lo único que me preocupa es que boten mi casa. Estoy tratando de convertirla en un museo.
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AUTOFICHA:
- “Soy Frederick Cooper Llosa. Mi padre fue de origen inglés. Mario Vargas Llosa es mi primo, tuvimos magnífica relación pero ahora él se ha peleado conmigo. Tengo 82 años. Nací en Lima. Estudié en la UNI Arquitectura y me fui a seguir el posgrado en Londres, París y Roma”.
- “Volví al Perú en el año 67. Al año siguiente ingresó Velasco y fue difícil para mi familia política porque mi suegro tenía una pequeña finca y se la expropiaron, le quitaron todo. Ahora, arquitectónicamente el gobierno militar hizo muchos concursos y algunos ganamos”.
- “No creo en la especialización. Lo peor que le puede pasar a un arquitecto es especializarse porque te pones anteojeras y pierdes la visión de conjunto. Ser arquitecto es tener una mentalidad abierta y saber aconsejarse. Ya están listas las ediciones 301 y 302 de Arkinka”.
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