Fermín Goñi, de 68 años, trabajó en el diario El País desde sus inicios.
Fermín Goñi, de 68 años, trabajó en el diario El País desde sus inicios.

Ha cruzado el Atlántico 136 veces. La primera vez en la adolescencia. El destino fue Venezuela. Una parte de su familia tuvo que migrar a consecuencia de la Guerra Civil española. Tías, tíos, primos lo recibieron en Caracas. Querían que conozca la figura del precursor venezolano Francisco de Miranda. Sin imaginarlo, Fermín Goñi comenzaba una relación honda con el sur de América y, sin pretenderlo, sus vivencias y la memoria fueron escribiendo en silencio la que sería la primera novela de una trilogía emancipadora: Los sueños de un libertador (2010), que narra la vida de Miranda; a la que le sigue Todo llevará su nombre (2014), sobre los últimos 15 días de Bolívar, y Un día de guerra en , que lo trae de nuevo por el continente. Este viernes presentará la novela histórica editada por el Fondo de Cultura Económica en la Casa Cultural Manuela Sáenz, Plaza Simón Bolívar, Pueblo Libre. La cita, presencial o virtual, es a las 6:30 p.m.

“Uno no decide dónde va a nacer ni quiénes serán sus padres, pero sí puede decidir quiénes son sus amigos y de dónde es; hace mucho decidí que yo era sudamericano”, me dice el escritor de 68 años vía telefónica desde Bogotá, una de sus paradas en esta expedición libresca que lo lleva por México, Colombia y Panamá. Para confeccionar Un día de guerra en Ayacucho ascendió dos veces al Condorcunca y pisó la Pampa de la Quinua, escenarios de la . También recorrió Cusco, Andahuaylas, Junín, Lima y Callao. “Estoy enamorado de los Andes, es la cordillera más fantástica que conozco”, dice con fervor el también politólogo y periodista español que trabajó en el diario El País desde sus inicios.

Relata que aquel 9 de diciembre de 1824 hubo un sol magnífico.

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-¿Cómo ve al Perú del bicentenario?

Con preocupación. Toda Latinoamérica está con problemas. Han pasado 200 años desde que todo el territorio es independiente, pero la situación no acaba de estabilizarse. Las naciones y estados que se fueron formando pues nacieron débiles y creo que todavía estamos en una situación similar.

-¿De qué tendría que ‘independizarse’ el Perú hoy?

De las desigualdades sociales. En eso radica todo. La desigualdad social tremenda que hay en Latinoamérica. Es una opinión personal de un sudamericano que es observador de las circunstancias. No puedo decir más. Me he dedicado a novelar cómo llegó el proceso de independencia y ahí me tengo que quedar.

-Siendo español, ¿cómo se gesta su interés por escribir sobre la historia de esta parte de Latinoamérica?

Con Un día de guerra en Ayacucho cierro la trilogía dedicada a la independencia suramericana. Y tenía que ser con la madre de todas las batallas: la Batalla de Ayacucho, que lo tiene todo.

La obra de Fermín Goñi.
La obra de Fermín Goñi.

-Hay voces que señalan que el bicentenario de la independencia del Perú debería celebrarse en 2024.

Ayacucho es el fin de la presencia de la monarquía hispánica en el sur del continente y de la América que había sido española, y eso afecta a todo México, Centroamérica, las islas y Sudamérica. Mi trabajo (con la trilogía) es novelar y rescatar la figura de Miranda, absolutamente olvidada; quería contar en qué circunstancia tan amarga muere Bolívar y cómo es de heroica la Batalla de Ayacucho. Y cuando digo heroica, lo digo para los dos bandos enfrentados. Es la mayor batalla que ha tenido América del Sur en su historia, a 4 mil metros, en la cordillera, con todas las condiciones más complejas que uno se puede imaginar en la Pampa de la Quinua y en la base del Condorcunca.

-Y con un Sucre que no ha sido valorado en su real dimensión. Usted lo escribe: con 16 años ya era teniente.

Sucre es otro de los grandes desconocidos. Hay una obrita pequeña que se publicó en Lima, escrita por Bolívar, donde glosa la figura de Sucre. Yo he leído toda la correspondencia de Sucre y Bolívar, y toda la obra de Francisco de Miranda, los 32 tomos que la Unesco decidió que fueran Patrimonio de la Humanidad, y siempre me ha parecido que Sucre no tiene el reconocimiento que merece. Demuestra el 9 de diciembre de 1824 que es un estratega militar de primer orden no siendo un militar como la gran mayoría de los que están en esa batalla, que venían de pelear por España contra los franceses, y procedían de academias militares. Sucre me tiene fascinado. El planteamiento táctico y estratégico de esa batalla son propios de un militar de mucha altura, porque hizo algo que es muy difícil: aguantar en la posición para ver qué errores cometía el enemigo; eso lo llevó a que tres horas después se acabó la batalla y el virrey quedó gravemente herido. La Capitulación que firman Sucre y el teniente general español José de Canterac es una obra magnífica de reconocerse entre los dos bandos que se habían comportado de una manera absolutamente bizarra y que fueron unos caballeros.

-Y estamos ante un Sucre que estaba obedeciendo órdenes, más allá de su elección personal.

Era muy disciplinado y obedeció siempre lo que Bolívar le ordenaba. Los que estuvieron aquel día en Ayacucho son unos héroes, porque mantenerse de pie en la ladera del Condorcunca o ir desde Quito hasta allá, como hizo el general español Valdés en 30 días, creo que no se puede hacer ni hoy, ni los que participan en el rally Dakar lo podrían hacer; y estos lo hicieron a pie y a caballo.

-¿Qué había detrás de ese espíritu singular?

Son dos ejércitos que llevan tantos años peleando y siempre en situaciones extremas. Los dos bandos querían acabar ya, porque era una guerra de absoluto desgaste no solo físico sino también psicológico. Había llegado el momento de vencer o morir. Un día de Guerra en Ayacucho es una novela de personajes, de sentimientos y es una novela de paisajes. Y todo está rodeado de la protagonista que es una rabona. Jamás se le ha dado importancia a las rabonas, mujeres heroicas en los dos ejércitos.

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-¿El resultado de la Batalla de Ayacucho influyó en España?

Nada. En los libros de historia de España la Batalla de Ayacucho no existe. En los diarios que publicaban en Madrid en 1824 se refieren a la batalla, sabiendo que ya no hay presencia de tropas de la monarquía hispánica, como “el desgraciado incidente de Ayacucho”, y además lo ponen en duda, porque siempre hay una frase que acompaña diciendo: “Pero, por otro parte, según nos informa fulano de tal que acaba de llegar de Puerto Rico, en realidad el ejército español sigue ganando batallas”.

-¿Lo que tendría que ver con la recuperación del poder de Fernando XVII en España?

España acababa de librarse de la invasión de Napoleón, el rey era una calamidad absoluta y el país estaba empobrecido.

-¿Una novela otorga libertad para narrar la historia y es una manera tal vez más profunda de acercarse a los hechos?

Parto del rigor histórico. Luego está la habilidad del escritor para hacer una novela. Los hechos a mi juicio sucedieron así. Construyo los diálogos, en algunos casos, además, sobre la base de cartas de los protagonistas, y tratando de cumplir un requisito que es fundamental en la novela histórica: sabiendo cuál es el final, que el lector siempre tenga interés por seguir leyendo porque la novela le aporta matices, tonos y colores. El narrador adopta una posición cenital, lo mira todo desde arriba, y el foco lo va poniendo en cada circunstancia que le interesa.

-La escritura es como ir a la guerra: hay que proponer la estrategia y la táctica.

Correcto. Es cuestión de método y ser constante. Gabriel García Márquez me dijo: la arquitectura es lo más importante. Es un esquema, yo lo hago en hojas grandes. Ya tengo escritas dos nuevas novelas policiacas: una transcurre en Miami y la otra en Buenos Aires.

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AUTOFICHA:

- “Soy Fermín Goñi, no tengo más nombre ni apellido que este. Tengo 68 años. Nací en Pamplona, al norte de España. Estudié Periodismo en la Universidad de Navarra y soy licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid”.

- “No recuerdo cómo fue la primera vez que vine a Perú, pero la segunda vez que vine fui a Machu Picchu y es el lugar de todo el mundo que más me ha impresionado. Y yo he viajado y viajo mucho. Tiene aura, espiritualidad, no sé qué tiene, pero Machu Picchu tiene algo”.

- “En El País he trabajado toda mi vida. El periódico salió el 5 de mayo y yo empecé a trabajar el 25 de mayo. Fue la mejor escuela del periodismo en español que había en el mundo. Ahora hay menos información y más opinión, y periodistas estrellas que saben de todo; y no, yo sé muy poco de casi nada”.

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