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Eva Ayllón: “Fui madre soltera dos veces en la vida y ha sido lo mejor”

“Mi abuela es mi todo. No me vio cantar. Partió el 78 y yo comencé a despuntar en el 80. Me crio, me enseñó buenas costumbres”, dice sobre la mujer que la formó. Esta noche le canta en el concierto Con Amor para Mamá.

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“Cómo fue, no sé decirte cómo fue”, una voz cantaba y sonaba en la radio. La canción llenaba la habitación. Eva volteaba y veía a sus padres juntos, enamorados. “Eran un chicle, un chicle masticado, no sabías quién era quién”, recuerda sobre aquellos tres años de edad.
“Cómo fue, no sé decirte cómo fue”, sonaba en la radio. Eva volteaba y no encontraba la misma escena. Sus padres ya no bailaban juntos y ella tenía 7 años. Dos años después, el padre se fue de la casa, se enamoró de una señora que vivía a dos cuadras; y su madre también partió con una nueva pareja. Eva se quedó con la abuela paterna, de quien adoptó el nombre y quien la formó, y a quien recuerda todos los días, y en especial mañana, en el Día de la Madre.
A Eva le tocó ser madre cuando aún era hija. A los 15 años fue madre por primera vez. Su hija nació un 15 de junio, pero murió un 16 de julio del año 71. “Yo era muy niña”, me dice la mujer que volvió a ser madres dos veces, esta vez en el ascenso y plenitud de su carrera como cantante.
Esta noche, Eva Ayllón, que también será parte del reality de canto La voz Perú, presenta el concierto virtual Con Amor para Mamá, que lo realizó pensando en su abuela y su madre. Un recorrido por emblemáticos boleros, desde las 8 p.m., vía la plataforma TLK Play. Las entradas se adquieren en www.teleticket.com.pe.
“Es un dolor cantar y no sentir el aplauso”, dice sobre la experiencia de pararse frente a las butacas vacías del Teatro Peruano Japonés debido a la pandemia. Pero también es un homenaje a las madres que el COVID-19 se llevó. Mientras cantaba, las imaginaba a ellas sentadas y a su abuela y a su madre en primera fila.
-¿Siendo hija, en su infancia, cómo se celebraba en casa el Día de la Madre?
Era infaltable el tallarín rojo de pollo con su papa a la huancaína y su cachina que le traían a mi abuela. Muy de vez en cuando veía a mi mamá por el Día de la Madre, ella vivía en el Callao y yo era muy chica. Toda mi chiquititud y parte de la adolescencia la hice en Lince. La pasábamos ahí con mi abuelita, con los vecinos.
-¿Recuerda un Día de la Madre con su mamá?
Sí, he tenido varios. Pero la mayoría de veces la he pasado con mi abuelita. Cuando ya tuve mi carro, podía ir a visitarla; lo primero que me preparaba era mi cebiche de cangrejo, mi pescadito frito con sarsita, arroz; mi madre cocinaba riquísimo.
-¿Tuvo que reconciliarse con ella?
No. Sí tuve un resentimiento, porque era criatura y vi que mi madre partía. Pero cuando he crecido, cuando he tenido mi romance he comprendido el asunto de las parejas, cómo es cuando uno tiene a alguien y ese alguien se va porque no debe estar en tu vida más de lo que ya estuvo. Ahí entendí a mi mamá y a mi papá. Nunca les dije nada que los acusara.
-¿Por qué?
No porque fueran mis padres tenían que permanecer juntos. Cuando uno deja de querer a otra persona, lo mejor es separarse y no agarrar el chantaje de decir “por mis hijos”. Yo tengo dos hijos, uno de 35 y uno que cumplirá 31, y ellos hacen su vida.
-Pero cuando era niña no le preguntaba a su abuela “¿dónde está mi madre?”.
No, porque cuando mi madre partió de la casa, yo vi con quién se iba y no era mi padre. Yo ya sabía. Sin que se ofendieran, los he visto molestos, no se hablaban. Cuando decidieron separarse, inmediatamente lo entendí. La que sufrió más fue mi hermana Rosa, estaba muy chiquita, era muy pegada a mi mamá y al no estar, hice yo las veces de madre. Pero Rosa y yo estamos contentas con nuestra vida, nuestra infancia, con nuestras carencias, tristezas. Somos mujeres felices.
-¿Qué hizo bien su madre?
Traerme al mundo y cocinar delicioso. Era linda, era muy buena, pero mi madre era mujer y mi padre hombre, entonces se enamoraron primero entre ellos y después de otras personas. Ya no sentían amor, ya no sentían la necesidad de estar juntos.
-En una entrevista anterior me dijo que su abuela era jaranera y jocosa. ¿Qué hizo por usted?
Todo. Mi abuela es mi todo, aunque no me vio cantar. Ella partió el año 78 y yo comencé a despuntar en el 80. Me crio, me enseñó buenas costumbres. Ella me decía Evita, a Rosa la llamaba ‘Memememe’ porque paraba durmiendo.
-¿Usted qué hacía?
Yo jugaba o me peleaba con el kerosene o las velas porque a veces nos cortaban la luz y yo tenía que hacer mis tareas, las hacía rápido para que me dieran permiso para ir a jugar con mi primo ‘El Gato’, él rasgaba la guitarra y yo cantaba.
-Nacía la cantante.
Claro. Esa fue la época que me enseñó todo: el dolor, el sufrimiento, el engaño, la burla. Todo lo malo que uno tiene que aprender en la vida.
-¿Por qué se burlaban?
Cuando uno es negra y tiene la nariz ancha y el pelo ensortijado, lo primero que te decían en esa época era negra tamalera. En mi inocencia yo decía que no era negra, que no vendía tamales. Me vine a dar cuenta cuando participé en un concurso del Tío Johnny y me enteré de que no podía pasar porque era negra. Lloré con mi abuelita y le pregunté: ¿yo soy negra? “Sí, eres negra y no tienes que agachar la cabeza, no tienes que llorar; todos los que te dicen negra en algún momento te harán reverencias, porque la vida da muchas vueltas”, así decía mi abuelita. Después de eso, pasé a ser adolescente madre y mi hija murió; entonces, imagínate, por eso canto como canto, porque conozco el dolor.
-Con todo lo vivido hasta los 15 años era más fácil renunciar a los sueños.
El dolor te sigue adonde tú vayas. La única persona que puede librarte del dolor eres tú.
-¿Pero a los 15 ya lo sabía?
Para mí fue una sorpresa estar embarazada. Pasó y no volvió a ocurrir 15 años después, que tuve a mi hijo Carlos. Cuando llegó, vino con el amor y deseo mío. Su padre se reencuentra con él cuando tenía 13 o 14 años más o menos, porque antes no lo aceptaba. Pero no me afectó porque toda la vida he trabajado. Fui madre soltera dos veces en la vida y es lo mejor que me ha podido pasar. A los 34 tuve a Francisco y también en lo mejor de mi carrera.
-¿Qué le gustaría recibir este domingo?
Salud y sonrisas. La felicidad de mis hijos es lo principal.
-¿Qué le regalaría a su abuela Eva?
Ay, si mi abuela estuviera viva, imagínate. A ella y a mi mamá me las llevaría a comer rico. Y nos reiríamos, haríamos bulla.
-Una vez me dijo que a su madre le cantaría “No sé quién soy”.
Esa canción le gustaba por todos los problemas que ella ha tenido. Luego ha tenido cuatro hijos más y no ha sido afortunada en el amor.
-¿Y usted?
He sido afortunada porque he sabido retirarme a tiempo. Y hoy soy la mujer que he querido ser siempre, la que es feliz en un escenario, la que le da gracias a Dios por tener la gente que tiene, que me quiere, gente que me critica y que me hace muy bien, porque hay cosas que no se pueden repetir. Ya sé quién soy, 50 años de carrera, orgullosa.
AUTOFICHA:
- “Soy María Angélica Ayllón Urbina. Soy de 1956. Nací en Lima. Mis medidas son 90, 60, revienta (risas) y mido un 1.89 metros (ríe a carcajadas). María Angélica era el nombre de una exenamorada de mi papá, pero en casa me decían Eva”.
- “Ya en plena secundaria me dediqué de lleno al canto. Yo tenía la necesidad de ayudar a mantener la casa. Cantar era lo primero que me dio para tener dinero. Debo haber publicado más de 40 discos, incluidas las colaboraciones. Recuerdo el disco Esta noche”.
- “No sabes con qué amor he hecho el espectáculo de hoy. Lo he hecho pensando en mi abuela, pensando en mi mamá; entonces, he recurrido al repertorio de ellas. Es un homenaje a la madre que está en casa, que no puede salir, para que los nietos puedan ver los temas con los que se enamoró su abuela, su mamá”.
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