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Arnaldo Molinari, artista plástico: “Mi sueño es crear mejores personas, y un mundo de paz”

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Arnaldo Molinari es el creador del Museo de la Paz.
Fecha Actualización
El amor lo cambia todo. Fue por amor que el artista plástico Arnaldo Molinari dejó Argentina para quedarse en el Perú. Se enamoró del país y de una peruana. Es de los que creen en el amor a primera vista. A los incrédulos, Arnaldo les diría que dos almas se reconocen en medio de una circunstancia, y allí está. Ella es. Lleva 30 años en este territorio que ama y descubre día a día, y aquí ha creado el Museo de la Paz.
Acaba de presentar Conociéndome (Editorial Caja Negra), un libro que, a través de reflexiones, imágenes de su obra y fotos, expresa su contacto con El Agustino, la educación, las escuelas como espacios de arte, la necesidad de paz y conciencia, y la posibilidad de una sociedad más justa.
¿Cómo nace Conociéndome?
Es un libro que está resumiendo 12 años de trabajo en El Agustino con 12 colegios y que comienza en realidad en Miraflores, cuando decido poner mis obras en la calle con una estructura museológica y ponerlo en servicio al público. De ahí nos trasladamos a El Agustino y comenzamos a trabajar en los colegios, transformando los colegios en museos de la paz e intentando generar una pedagogía para la paz.
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Hay reflexiones hermosas como la de “el niño que hay en mí quiere jugar y conocer la verdad”.
Pinto de una forma muy intuitiva y voy trabajando y trabajando. Y escribo cosas sueltas. Trabajé por muchos años con una curadora en Argentina y le dije: “Rosa, estoy lleno de papelitos en mi taller, porque mientras estoy escribiendo pinto y los tiro’'. Ella me dice que no, me pide que los junte y ordene. Así nacen 164 frases, 164 reflexiones sobre aspectos de la vida.
¿Has mantenido a este niño dentro para pintar o hacer tus trabajos?
Sí, me gusta mi niño.
¿Qué significó convertir esas escuelas abandonadas por el Estado en museos de la paz?
En realidad, y lo digo con un poco de vergüenza, yo no tenía ni idea de que existía El Agustino cuando estaba acá en Miraflores. Pero algunos dirigentes de El Agustino me vinieron a buscar y me pidieron que vaya a trabajar. Conocí y me dolió mucho. Realmente es un lugar muy abandonado, pero a la vez motivador. Empezamos a transformar los colegios con los padres y un equipo de gente.
La diferencia entre las escuelas de Miraflores y El Agustino es abismal, un ejemplo del país de desigualdades que somos.
Así es. Una escuela que no está pintada es triste, pero se compra pintura y se pinta. Nuestra forma de pensar es que la educación es un proceso que no se puede comprar con dinero. Es un proceso que hay que hacerlo con amor, con entrega, con pasión, con verdad, con vocación y esas cosas no tienen precio y no se obtienen con dinero. Me hace feliz la pasión de los maestros y los directores. Sería muy fácil, con un poquito de buena voluntad, transformar muchas cosas en el Perú.
¿Los niños se sintieron identificados con tu trabajo?
Sí. Me he sentido muy querido y sorprendentemente yo he trabajado y ando en zonas muy peligrosas de El Agustino y las pinturas están en la calle: jamás nadie ha tocado un milímetro. Ellos mismos están sorprendidos, que nadie las haya tocado, ni hayan puesto grafitis ni hayan robado.
¿Cómo vives la pandemia?
Lo he tomado seriamente, he aprovechado para hacer un tipo de retiro espiritual en el taller que tengo en la azotea de mi casa. Evidentemente uno extraña a los amigos, extraña reunirse con los seres queridos. Pero ha sido un momento para mí de reflexión.
¿Qué es lo más duro que has vivido en esta etapa?
No poder ver a mis hijos, no poder salir, no estar con los vecinos. A mí me gusta mucho estar en la calle, me gustan los bares, la gente.
¿Has perdido algún familiar por el COVID-19?
Por el COVID-19 no, pero mi hijo –de hoy 30 años– murió el 17 de febrero por un problema cardiaco.
¿Cómo has soportado el dolor?
Con muchas lágrimas y mucha tristeza. Es duro.
¿Cómo logras la paz interior?
Empezando por reconocer lo que no nos da paz, identificando lo que a uno le detona la violencia y conocer los grados. Si sabes la medida de eso, puedes hacerte menos daño y hacer menos daño.
¿Qué significado tiene el libro?
Es una herramienta de trabajo para los demás que ojalá sea un punto de partida, un estímulo para iniciar. El libro es una obra de arte; lo que hizo Caja Negra es maravilloso, han hecho otra obra de arte con el libro.
Hablas de enfermedades no físicas, como la envidia, esas que están en el alma y que generan más dolor.
Muchas de las enfermedades físicas nacen a partir de esas enfermedades originadas por la emocionalidad. A los niños hay que mostrarles la totalidad de la vida, en una forma de juego, no de discurso. Deben saber los obstáculos que son la envidia, los celos, la mentira, la violencia, la codicia. Al niño hay que educarlo en la totalidad de la vida.
¿Estos museos de la paz son itinerantes?
Estamos cerrando la idea en Miraflores y El Agustino. En Miraflores vamos a empezar a trabajar en cinco colegios del Estado y en El Agustino tenemos 12 colegios. Luego está el Museo de la Paz itinerante que inauguramos el 3 de diciembre, y que irá recorriendo parques, librerías, colegios. Si una escuela lo pide, vamos a ir.
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¿Cuál es tu sueño?
Mi sueño es que seamos mejores personas, crear mejores personas y un mundo de paz. Si logramos una educación más humanista, podemos lograr generaciones para la paz.
Hay escuelas que pueden ser espacios de bullying.
Surge de nuestra propia sociedad. Es la incentivación del sentido de comparación. El sentido de la comparación es bueno para lo técnico. De la comparación nace la envidia y el bullying. Mientras incentivemos la comparación como un mecanismo normal, el bullying va a seguir existiendo.
AUTOFICHA
“Soy muy enamorado de la naturaleza, especialmente de los árboles, también otro gran amor de mi vida. En El Agustino estoy con la propuesta de sembrar muchos árboles. Hemos hecho un acuerdo con la municipalidad y sembraremos árboles con los niños”.“Me encantan los niños. Tengo tres nietos, dos mujeres y un varón. Mis hijos nacieron en Argentina. Yo de chico dibujaba, me gustaba el arte. Ya en primaria pedía clases de dibujo. También empecé a amar los libros, de tanto pasar por una editorial que me regalaba libros”.“El conocimiento de uno mismo no termina nunca. Se trata de un proceso permanente, porque la vida es permanente, y nos plantea retos nuevos todos los días. Por ello creo que tenemos que caminar por la ciudad, por la vida, con un propósito en mente. El mío es crear generaciones para la paz”.
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