No quería ser él. Quería ser otro. Entrar a estudiar actuación era el camino. “Eso o nada”, afirma.
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Fue Pablo Escobar en la serie Escobar, El Patrón del Mal. “Me abrió el mundo. Es el personaje más importante de mi carrera”, asegura.
Luego fue Hugo Chávez en la serie El Comandante. “El fracaso más rotundo de toda mi carrera”, confiesa.
Y ahora es Andrés Parra en el espectáculo Venga que sí es pa’ eso. Unipersonal que presentará en Lima el jueves 5 de diciembre, en el Teatro del Pentagonito, 9 p.m. Entradas en Ticketmaster. “Es el proyecto más importante de mi carrera; tengo la posibilidad de decir lo que quería decir”, me dice.
Las temáticas del espectáculo están alrededor del miedo, las complejidades de la vida cotidiana y las insatisfacciones personales. “Venga que se va a reír, pero también lo voy a confrontar, lo voy a joder”, promete.
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¿Cómo explicar el boom de los unipersonales?
En mi caso, yo creo que hay un momento en la vida que uno por fin descubre como actor, pintor, músico o escritor qué era lo que necesitaba decir. En el caso de los actores es muy difícil, porque nosotros al final interpretamos personajes e ideas de otra gente.
Dices que te volviste actor para, de alguna forma, no ser tú. ¿Hoy ya eres Andrés Parra?
Tenía que reconciliarme con Andrés, tenía que encontrarme con Andrés, tenía que emprender el viaje para saber quién es ese tal Andrés y yo creo que haber encontrado alguna de esas respuestas es lo que me permitió poder ser yo.
¿Te miras al espejo y a quién ves?
Ya veo al niño herido, al niño necesitado de atención, al niño que le afectaba tanto el rechazo, el abandono y que se burlaran de él. Hoy ya veo a ese niño y estoy mucho tiempo con él ahora. Lo había olvidado por completo, no sabía siquiera que existía.
Cuando le pasaba eso, ¿ese niño peleaba o se escondía?
Ese niño como no fue sanado terminó convirtiéndose en un adulto muy inseguro, muy insatisfecho, muy terco, muy caprichoso, muy infantil, muy codependiente, se convirtió en un adulto muy poco funcional, muy infeliz, en un adulto con tendencia a la depresión, en un adulto muy paila —mal— (risas).
¿Qué queda de ese niño?
Hoy queda un adulto que se está haciendo, por fin, cargo de ese niño. Un adulto que está tratando sus fracturas.
¿Y cuál fue el quiebre?
Atravesar el miedo madre, darme cuenta de que sí había vida después de abrir esa puerta.
¿Qué miedo?
Toda la vida le tuve pánico al divorcio, era lo peor que me podía pasar.
¿Por qué?
Por dos heridas de infancia concretas que son rechazo y abandono. Se me fue la vida pretendiendo que mis parejas se encargaran de sanarme. Cuando entraba a una relacion amorosa toda mi estabilidad emocional dependía de mi pareja: de si llamaba o no, de si aparecía o no, de si me consentía o no. Entonces, pensar que mi pareja se fuera o mi matrimonio se acabara, era el fin del mundo. No solo no fue el fin del mundo, sino que fue la entrada al paraíso: haber superado el mayor miedo.
¿Qué tan crítica fue tu infancia?
Nos han dicho que las infancias difíciles están relacionadas con actos violentos: abuso sexual, una golpiza o te echaron a una bolsa y te tiraron por ahí. Nos han dicho que solo si nos pasa algo así, hay un trauma. Puede ser que simplemente tus papás te dejaron un fin de semana solo, en compañía de tus hermanos y la niñera. Te llamaron todos los días, estuvieron pendientes, no te faltó comida, no te faltó nada. Pero el niño interpretó ese fin de semana como si lo hubieran metido en una bolsa y dejado en la basura. Son tan sutiles esas heridas, que son muy difíciles de llegar a ellas, porque están demasiado escondidas en el inconsciente. Creo que es algo que tenemos todos y no sabemos.
¿Hoy te volverías a casar?
Uhmmm… No me volvería a casar, pero porque este proceso de introspección me ha hecho replantearme un poco esto del sagrado sacramento del matrimonio.
¿Cuánto duró tu matrimonio?
Duré ocho años casado. No sé cómo será en Perú, pero en Colombia el año pasado el 70% de los matrimonios acabaron en divorcio, y me hace pensar que el sacramento fracasó, valdría la pena revisarlo. El hecho de irse a vivir con una persona puede ser el fin del amor.
Hay quienes postulan que cuando una pareja se casa no deberían dormir juntos.
Yo voy más allá: no deberían vivir juntos. Pero como nuestras relaciones de pareja están basadas en el miedo a que te vayas, el matrimonio se ha convertido en una gran estrategia de asegurarme de que ‘tú de aquí no te vas a ir’ y que si se te ocurre pensarlo, pues no será tan fácil, nos tocará hacer repartición, hay niños, una sociedad, crítica, la abuela, la mamá. Por eso al final no son tan capaces de tomar la decisión. Tan poco confío en tu amor, que a esto le meto abogados, escrituras, documentos, firmas, la iglesia, Dios. Si yo confiara en tu amor, no necesito eso. Pero yo no confío y tú tampoco; entonces, casémonos.
¿Hoy estás enamorado?
Ya entendí que hasta que no resuelva mis traumas, mis heridas, yo seguiré en el eterno juego de hacer responsable de mi felicidad a mi pareja.
Difícil, uno convive con sus miedos y traumas.
Lo más chistoso, 'parce', es que es facilísimo. Lo que pasa es que para resolver un trauma hay que atravesar el dolor del trauma, y eso no queremos hacer, no queremos que nos duela, no queremos que tome tiempo; por eso no podemos estar solos, por eso no podemos quedarnos quietos; porque apenas nos quedamos en silencio, se manifiesta el trauma; entonces, prefiero ir al cine, verme con mis amigos, tener una novia, irme de viaje; solo no me puedo quedar. No es tan difícil, lo difícil es tomar la decisión de aceptar el dolor, vivirlo, sentirlo y que pase. El dolor tiene que atravesarlo a usted. El paraíso es darse cuenta de las heridas y darse cuenta de que las puedo sanar.
¿Mantienes comunicación con tu exesposa?
Tenemos una relación supremamente sana, amigable. Mi divorcio no fue traumático en términos de pelea. Es la mamá de mi hijo, hablamos todos los días, nos ayudamos.
¿Actuar te ayuda o te complica?
Me ayuda porque se terminó convirtiendo en un ejercicio de estar 100% presente. Actuar es muy terapéutico, estás en el presente.
¿Todos en algún momento debemos ser actores?
Todos somos actores. Aquí se la voy a complicar más (sonríe): usted, Mijail, es el resultado de un condicionamiento, usted es lo que heredó, lo que oyó, lo que le enseñaron, la cultura en que nació. El chiste es dejar de actuar y empezar a ser usted. ¿Pero cómo va a saber Mijail quién es, si Mijail no se lo pregunta? El trabajo es desaprender todo eso, porque todo eso no es suyo, eso le llegó sin pedirlo.
En una charla dices que no sabes quién eres, ¿hoy ya lo sabes?
Ya tengo más pistas de quién no soy. No soy un hombre familiar. A Andres no le gusta salir a bailar. El día que usted se da cuenta de eso, usted empieza a ser usted y la vida se aligera. Y empieza a quedarse la gente que le deja ser usted, y eso es un tesoro.
Estás en el límite de ser coach. ¿O no?
No me interesa. Lo único que me interesa es compartir una experiencia que viví. La misión no es esa, la misión es “'parce', sí hay otra manera de vivir y yo soy la prueba”. La vida no es el problema, el problema somos nosotros. El político no es el problema, el problema somos nosotros. Entre más gente entienda eso, vamos a tener más gente en el mundo haciéndose cargo y vamos a tener menos gente culpándonos de su desgracia.
Autoficha:
-“Soy Andrés Alfredo Parra Medina Soto. Tengo 47 añitos. Nací en Cali. Salí del colegio, estuve seis meses vagando, no coincidía mi salida con la escuela de formación de actores; en enero del 98 entré a estudiar a la Escuela de Formación de Actores del Teatro Libre de Bogotá”.
-“En mi casa me apoyaron al 100% con la decisión de ser actor, nunca tuve un problema de ‘cómo se le ocurre, usted tiene que ser médico’; no. Llevaba la cuenta de cuántas obras hice, de mis trabajos en televisión y cine, pero ya no sé, ya no tengo ni idea de cuánto hice”.
-“Por ahora, lo único que tengo es el show. Espero estar, por lo menos, un año o dos años más con el show. Venga que sí es pa’ eso (nombre del espectáculo) es una expresión colombiana muy coloquial; tiene un sentido medio sexual, la frase real es ‘venga que no es pa’ eso’, que es como una trampa”.
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