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Electrificante noche de verano

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No se trató de un concierto de música electrónica, sino de una experiencia religiosa, donde el santo y seña era la pasión por el ritmo, la luz y la energía simbiótica entre Martin Garrix, uno de los mejores tres DJs del mundo y el público que, sudoroso, ansioso y extático, no paraba de saltar, bailar y cantar. La noche arrancó con una enorme cruz de luz en la pantalla gigante del escenario. Frente a ella, el altar donde Garrix pregonaba a ritmo de beats y booms.
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In the name of love, Scared to be lonely y Don’t look down, fueron algunos de las canciones que hicieron saltar y vibrar al público limeño incluyendo algunas llamas inflables que fueron alzadas para dejar en claro que la electrónica tiene cabida en el país de la cumbia.
Garrix, neerlandés de corazón neón, se entregó a su público en medio de un estratégico y emotivo juego de luces que crearon un ambiente entre lúdico y futurista. Agradecidos todos.
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