[OPINIÓN] Jaime Bedoya: Una democracia Hello Kitty. (Midjourney/Perú21)
[OPINIÓN] Jaime Bedoya: Una democracia Hello Kitty. (Midjourney/Perú21)

Yegua es la hembra del caballo, a pesar de que la lógica sugeriría llamarla caballa. Pasa lo que pasa entre hombre y mujer, no existe hombra. Aunque sí mujeruco, que, según María Félix, servía para nombrar a los hombres con corazón de mujer.

Esto es lo que se conoce como heteronimia –literalmente: nombres diferentes–, otra de las pistas que confirman la arbitrariedad del signo lingüístico. En español, cuando el gallo canta, decimos quiquiriquí. En Francia dicen cororicó. ¿Por qué? Porque sí. Es arbitrario.

A pesar de esa arbitrariedad, el lenguaje reclama intenciones. La selección y la combinación de las palabras definen las posibilidades comunicacionales, poéticas y hasta políticas del lenguaje. Es lo que sucede, o no, cuando se utilizan siglas como abreviación de una definición, de una marca o de hasta un partido político, que, así no tenga vergüenza, siempre necesita un nombre.

Hay siglas felices y poderosas. Algunas se han vuelto de uso común. Se les llama acrónimos, como ovni (objeto volador no identificado). Hay otras bien elegidas, como Lego (del danés leg dot, “jugar bien”). Unas fueron oportuna coincidencia alfabética, como KLM, siglas de la impronunciable Koninklijke Luchtvaart Maatschappij (Compañía Real de Aviación).

Otros casos no son tan felices. En Australia, CASPA son los Catholic Secondary Principals Australia (asociación de directores de secundaria). En Estados Unidos, ASCO es la American Society of Clinical Oncology.

Tenemos siglas policiales que evocan el canto de las aves o medicinas digestivas, tales como la Dinincri y la Digemin. Sus melodiosos nombres están en las antípodas del Renadespple (Registro Nacional de Detenidos y Sentenciados con Pena Privativa de Libertad Efectiva). Nadie quiere ser un renadesplizado.

Un caso notable de osadía semántica respecto al uso de las siglas fue el del partido político bautizado como Perú Nación. Sus siglas, al ser pronunciadas fonéticamente, sonaban como la palabra bisílaba designada para referirse al órgano sexual masculino. Una casualidad forzada.

Esto convirtió sus eslóganes durante una elección en novelería descartable que diera la vuelta al mundo. Ejemplos: Al PN nadie lo para /El PN es la fuerza de los jóvenes. /La patria crecerá con el PN por delante.

Lo cual nos lleva al astuto caso de las siglas del partido A.N.T.A.U.R.O.

A pesar de llamarse como su obvio candidato, es decir Antauro, según el presidente del Jurado Nacional de Elecciones, no existe un partido llamado Antauro; lo que existe es el partido A.N.T.A.U.R.O. y Antauro no es dirigente de A.N.T.A.U.R.O. (sic). La democracia peruana, que ya tenía una sólida reputación de boba, confirma que solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez.

No es necesario ser paranoico mononeuronal o botar espuma por la boca para entender que ni ese partido ni su líder tienen simpatía alguna por la democracia tal como se le conoce; defectuosa pero preferible a peores alternativas. La visión que tiene al respecto Humala la materializó en Andahuaylas: cinco policías muertos. El beneficio de la duda, si a alguien le quedara, lo ha cancelado en sus propias declaraciones, como esta a La República de marzo de 2023:

Yo me considero un demócrata, en el real sentido de la palabra socrático-platónico. La democracia se define, palabras de Platón, cuando los pobres del país, después de vencer a los ricos, a unos les dan muerte y a otros les reservan puestos de Gobierno, que en este sistema suelen darse por sorteo (…). Pensamos imponer la democracia, si es necesario, con fusilamientos, de la clase criolla política, proextranjera (…)”.

El primer objetivo de los partidos políticos, al menos según la ley vigente, es “asegurar la vigencia y defensa del sistema democrático”. Pero, como dice el muy honorable presidente del JNE, Antauro no está vinculado a A.N.T.A.U.R.O., que es el momento exacto del cuento budista en que la rana le ofrece al escorpión hacerlo cruzar el río sobre su lomo. Nunca se había sacado poto de la jeringa con tanta cancha y concha.

Mientras Humala cumplía condena de 25 años en prisión por los delitos de homicidio, secuestro, rebelión y apropiación de armas, logró reducir su condena gracias al mismo sistema que él repudia. Fue en virtud de que el INPE le reconoció, entre otros, el desarrollo de proyectos sobre Hello Kitty con habilidad y destreza. Seis años menos de cárcel por hacer manualidades.

Ese tierno y bobo felino es el símbolo del sistema disfuncional que facilita que un asesino de policías encarne el hastío y el resentimiento de un país harto de que los políticos tradicionales –los mochasueldos, las coleccionistas de Rolex— le mientan y le roben. La democracia Hello Kitty es como un suicidio asistido, ejecutado a plazos cada cinco años ante una urna electoral.

Y un gatito nos va a desenchufar.

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