Foto: archivo Congreso
Foto: archivo Congreso

Este lunes, el país tendrá un nuevo presidente o presidenta del Congreso de la República. Se han oído voces en la oposición demandando los atributos y habilidades que debería tener el o la reemplazante de Lady Camones: que genere amplio consenso entre todas las bancadas del denominado Bloque Democrático, o que no pertenezca a los grupos oficialistas o satélites de Palacio, por ejemplo.

La trascendencia de la encargatura parlamentaria, en la áspera coyuntura en que se encuentra el país, obliga a que los legisladores cedan –un poco es todo lo que se les pide– los apetitos personales o los revanchismos con la anterior deliberación, a la que la oposición llegó totalmente fragmentada, con tres listas, para enfrentar a la izquierda.

No espera la ciudadanía que estos congresistas renuncien a sus objetivos de corto plazo, quizás, pero sí que, cuando menos, antepongan por un momento el futuro del Perú al consabido interés particular.

En el primer año, al margen de los cuestionamientos y desatinos de la presidenta Alva, se logró en muchos casos, mal que bien, poner freno al Gobierno y candados a la presentación de cuestiones de confianza. Y en buena hora, pues es conocido el desprecio que el Ejecutivo siente por la institucionalidad, por la democracia y por la transparencia con que debe conducirse todo gobernante. El país entero ha sido testigo de esa conducta.

En este segundo periodo legislativo, el Congreso enfrenta el reto de conducir al país a un nuevo proceso electoral. Y si es encontrando un camino corto que no atente contra la Constitución, mejor. Un año más de permanencia de Pedro Castillo en Palacio, como ha quedado claro, resultaría extremadamente lesivo para el país y su ya golpeada economía.

No solo eso, sería un año más en que el investigado presidencial podría seguir abusando de su poder para interferir en las investigaciones fiscales por graves casos de corrupción que se le siguen. Lo estamos viendo, por ejemplo, en el acoso a los oficiales honrados que tienen a su cargo las investigación o captura de sus compinches, sean familiares o paisanos.

El Perú necesita al frente del Congreso a un político con trayectoria, respetable, ecuánime y calmado, pero a la vez firme y seguro para la toma de decisiones. Una vez más, está en sus manos señores parlamentarios.