"La literatura amplió mi horizonte, mi visión del mundo”. (Foto: GEC)
"La literatura amplió mi horizonte, mi visión del mundo”. (Foto: GEC)

ya no es más un extranjero en el mundo de la literatura. Con un libro de poemas y otro de cuentos en la maleta, ya el sendero literario cada vez se le hace más familiar. Más aún por haber sido desde pequeño un afanado lector, además de un cazador de historias. Ahora el ejecutivo regresa a los relatos cortos para construir un universo de personajes dispuestos a explorar la violencia, la soledad, la inocencia, la oscuridad y el enigma. Todo desde la mirada nostálgica de una parte de la Lima miraflorina que ya no está. La ciudad de los barrios amigables y los árboles para trepar, de los niños jugando en las calles hasta entrada la noche y de los mitos y leyendas inocentes que se pasaban de boca en boca.

Pablo de la Flor hace una pausa a los números, para traer La venganza de las barbies (Planeta,2021), 16 relatos entrañables donde encontraremos monstruos muy cercanos.

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-¿Cómo termina en el mundo de la literatura un hombre que gran parte su vida se ha desenvuelto en la economía?

Sí, yo tengo una vida profesional de varias décadas en temas económicos. He tenido una participación muy activa en la vida empresarial, en el sector privado y público.Una vida bastante azarosa. Sin embargo, una constante a lo largo de este tiempo ha sido mi gran afición a la literatura. Yo soy un bibliófilo empedernido, leo desde muy joven.


-¿Y cómo lo atrapa la escritura?

Es algo relativamente reciente. Casi por casualidad caí en un taller de literatura que me llevó a escribir mi primer cuento y desde ahí no he parado. Yo diría que la escritura, sobre todo en estos tiempos de pandemia, ha sido una suerte de bálsamo y de antídoto para mí.


-¿Qué nos otorga la literatura?

Diría que tiene un propósito y no solamente recreativo, sino que nos da un espacio para ensayar y simular la realidad. Y eso nos enriquece como personas y nos enriquece, inclusive, en campos distintos. Y me refiero pues a la vida profesional. Creo que la literatura y mi afición a la literatura ha contribuido mucho a mi quehacer profesional, porque me ha permitido ampliar mi horizonte, ha enriquecido tremendamente mi visión del mundo y, sobre todo, me ha hecho una mejor persona. Yo tengo una gran deuda con la literatura.


-¿Qué deberes y licencias encuentra en el cuento?

Se ha adaptado muy bien a la vida que he tenido en los últimos años. Habiéndome dedicado a distintas labores profesionales, tenía a mi disposición periodos de tiempo cortos. No tenía el espacio para desarrollar textos muy largos. Entonces había un buen encaje entre lo que exige el cuento y la disponibilidad real de mi tiempo.

La venganza de las barbies. (Editorial Planeta)
La venganza de las barbies. (Editorial Planeta)

-¿Cómo pesca sus historias?

Estoy en mi actividad cotidiana atento a identificar hebras a partir de las cuales pueda elaborar historias. Yo diría que como buen lector, soy adicto a las historias. Estoy permanentemente imaginando conexiones, explorando posibles desarrollos de argumentos e historias en función de la realidad que me toca vivir.


-¿Y el mundo económico es un buen mar de historias?

Tengo ahí varias ideas que quiero desarrollar. De hecho, hay una novela que tengo entre manos y que está muy nutrida de mi experiencia económica profesional, sobre todo en el sector público.


-¿Cómo maneja la relación entre realidad y ficción?

En algunos relatos el punto de partida son experiencias en las que he sido testigo o vivencias, sobre todo, de mi temprana juventud en mi barrio de Miraflores, de un mundo que ya hemos perdido. Porque el barrio es un concepto que ya no existe. Lo que hay ahora es esta convivencia distante entre las personas, no el tipo de nexo que se forjaba entre los chicos en los barrios de antes.


-Es una mirada nostálgica.

Mucha nostalgia. Mira hay un cuento que se titula “El nazi de la esquina”, inspirada en un mito que manejamos en el barrio en torno a un señor de origen alemán que paseaba por la cuadra en las noches con su perro pastor alemán. Tenía pelo blanco engominado y un porte marcial. Los chicos del barrio le generaron esta tonta historia de que se trataba de un nazi, cuando en realidad era un judío de Alemania. Son estas estas historias que los chicos vamos entretejiendo, que alimentan nuestra imaginación.


-En el libro podemos encontrar historias inocentes, pero también a monstruos de todo tamaño y forma, como los prejuicios, racismo, muerte, etc.

Fueron producto del relato, no fueron concebidos con ese perfil. Fueron tomando forma. El libro tiene mucha crudeza en algunos de los personajes y también se abordan algunos temas que creo que son particularmente relevantes y actuales. Por ejemplo, el bullying, que era un tema del que se hablaba muy poco o nada.


-También hallamos a un niño que jugaba con muñecas.

Me inspiré en un personaje que conozco de mi infancia, que tenía esta costumbre de jugar con muñecas. Eso no lo hacía ni más ni menos varonil. Él posteriormente tuvo un desarrollo profesional interesante, pero durante ese tiempo fue objeto de burla y discriminación. Eso me inspiró a desarrollar esa historia, que plantea una reflexión respecto de la importancia de ser fiel a la vocación. Eso fue el germen del cuento. Es la historia que más me gustó y por eso le da el título al libro.


-¿Qué sensación lo embarga al finalizar de escribir una obra?

Quedo entusiasmado por haber producido una historia, haberla contado. A diferencia de lo que me ocurre cuando escribo poesía, que para mí es un proceso tortuoso, me deja exhausto. El proceso de desnudarme, de exprimir sentimientos y plasmarlo en un papel es sumamente desgastante. No ocurre lo mismo con los cuentos. Ahora vamos a ver cuál será el sentimiento con la novela, si me deja rendido o electrizado.


-Entonces, confirma la novela.

Para serte muy franco, no sé si tenga la adrenalina para mantenerme constante en el ejercicio de la escritura con la intensidad que requiere una novela. Vamos a ver cómo me va. Es un ejercicio distinto. El cuento es una carrera de 100 metros y la novela es una maratón.


AUTOFICHA

-“Soy Pablo de la Flor. Nací en Iquitos en 1961. Mi padre era médico a cargo del programa de erradicación de la malaria y nací allí, pero me crié en Miraflores. A los 18 emigré para estudiar fuera y pasé casi 10 años en EE.UU., trabajando y estudiando. Al regresar me volví chorrillano por adopción y ya hace poco pude ser reclutado en San Isidro”.

-“Vengo de un hogar de cuatro hermanos y una hermana. Siempre andábamos callejeando, yendo a la playa, jugando al fútbol. Fue una infancia bastante feliz en el barrio. Sobre mi vida profesional, he tenido diversos cargos ejecutivos en el sector empresarial, tanto público como privado”.

- “Mi primer libro es un poemario, La luz sobre nosotros, fue publicado en 2016. Un año después lancé mi primer libro de cuentos La última batalla. La venganza de las barbies es mi tercera obra”.


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