Lucho González, el guitarrista de Chabuca Granda.
Lucho González, el guitarrista de Chabuca Granda.

Llegó el momento, siéntate y recapacita. Fueron las palabras del decano. ¿Músico o abogado? Se levantó y respondió: “Músico”. Le dio la mano y se fue para ser el guitarrista de Chabuca Granda. Él era un estudiante de Derecho de la Universidad Católica con buenas calificaciones y ella ya era .

es el hijo de Javier González, de los emblemáticos Los Trovadores del Perú. Hoy, en el Día de la Canción Criolla, recordamos a Chabuca, de quien este año se celebra el centenario de su nacimiento. Y González adelanta que alista el disco Tres guitarras para Chabuca, al lado de Ernesto Hermoza y Willy Terry.

Fue a buscar a la hija de Chabuca para ir al cine. “Ah, tú eres el hijo de Javier. Me dicen que tocas; a ver, siéntate”, le dijo Granda. Lucho ya interpretaba canciones de ella. “Yo era su hincha y mi padre ya la había cantado”, recuerda desde Buenos Aires. Le dio la guitarra para que la acompañe y se puso a cantar. Y esa canción duró para siempre. Un año en México. Seis meses en Buenos Aires. Cuatro meses en España. Y un largo etcétera. “Era como su hijo”, me dice Lucho, hoy notable músico que ha llegado a tocar para figuras como . Nuestra guitarra más universal.

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-¿Este tiempo de pandemia y aislamiento ha servido para pensar más en Chabuca Granda?

Voy a usar palabras de un poeta, “la llevo puesta a Chabuca”. No me tengo que dar un tiempo para pensar en ella. Siempre está. Vengo ‘chabuqueando’. Recordarla es pan de cada día. Tengo encargos de ella, que gracias a Dios estoy cumpliendo.

-¿Qué encargos le dio?

Que su música siempre esté viva, que la canten los rockeros, que se discotequee. Todas esas cosas que ella quería, y me hacía responsable a mí.

-Cuando Chabuca le pide tocar la guitarra por primera vez, ¿no lo intimidó?

Fui jugador de rugby en Argentina, así es que pocas cosas me intimidan. Además, una señora tan encantadora deslumbra más que intimida.

-¿Qué la hacía especial?

Su ser vanguardista. Una mujer que pensaba y actuaba como las mujeres de hoy, y más en una ciudad pacata como era Lima. No era de juntarse con las amigas a tomar el té y hablar de modas. Ella era piloto civil, campeona de natación; hasta fue copiloto en una carrera de turismo de carretera, hablaba varios idiomas, se juntaba mucho con los jóvenes, era de una inteligencia e intuición fuera de lo común. Era una persona adelantada a su época. También era visionaria, supersticiosa, adorable en todo sentido, inteligentísima, de una cultura más pulida de lo que la gente cree, con un sentido de criollismo que nada tenía que ver con algunos detalles de nuestro criollismo, con un tipo de criollismo no necesariamente sufriente porque no lo era. Pero no solo fue especial para el Perú.

-¿Qué aprendió de ella?

Ella me decía que yo me había inventado una forma de tocar la guitarra. Soy guitarrista callejero. Después, cuando volví a Argentina, estudié con tremendos maestros hasta escribirle las cuerdas al unplugged de Diego Torres o grabar con Vicentico y Fito Páez. La guitarra es mi compañera, donde yo expreso la música tocándola y pensándola. Todo eso se fue incrementando mientras yo tocaba con ella. Utilizaba –y no lo digo peyorativamente– lo que tú sabías para poder expresar lo que ella quería. Soy un guitarrista más respaldador, más Mifflin que ‘Perico’ León.

-¿Pero y entonces qué aprendió de ella?

Persignarme tres veces antes de salir al escenario; que a menos gente, más raza, si va poca gente a vernos, hay que tocar mejor; aprendí que no se miente; hay que pensar siempre en el otro; aprendí a no hablar de más; a respetar a las mujeres muchísimo, porque tenía en ella un ejemplo tremendo.


-Hoy que se celebra el Día de la Canción Criolla, ¿qué piensa de la relación de ella con esta música?

Tanto el criollismo como el tango y el flamenco no son solo ritmos, sino son especies de guetos, manifestaciones culturales que tienen sus reglamentos; y el que se sale de eso suele ser una especie de renegado. Entonces, la señora Chabuca tenía una mente tan amplia que si por criollo se entiende que componía en tres tiempos, que es el vals, por supuesto que sí (era criolla); pero si por criollo se entiende beber pisco, pues nunca la vi hacer eso. Era una persona que abarcaba mucho más que eso. Ahora, por más rubia con ojos celestes que era y por más que haya nacido en la sierra, fue criada en Barranco, costeña. Cómo no ser criolla, por supuesto que sí. Ahora, como compositora, abarcaba otros lugares. Era una artista popular, una juglar.

-Sin embargo, ¿es cierto que en el Perú no gozó de reconocimiento?

Durante todos los años que yo trabajé con ella, pocas veces trabajamos en Perú. Estando en México, un periodista de espectáculos muy famoso nos vio allá con un éxito monumental y tuvo la idea de contratarla para venir a Lima. La señora Chabuca se entusiasmó y dijo que sí. En un lugar para 600 personas, había 60. Entonces, ahora todo este chabuquismo –más vale tarde que nunca– para mí es una revancha y ella en algún lado lo debe estar disfrutando.

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-Y en el Día de la Canción Criolla también debemos recordar a Chabuca.

Por supuesto. Este día está dedicado a nuestros compositores y cantores, y ella es la más conocida, de lejos, en todo el mundo. Y si bien no representa lo estrictamente criollo, sí representa la esencia de lo que es la música de nuestra costa. No es menos criolla, nada más que sus costumbres no eran muy criollas.

-Por la figura de su padre, ¿usted cuán cerca creció de la música criolla?

Crecí en una casa argentina en Buenos Aires. El criollo era mi padre y los guitarristas que venían a ensayar con él. Pero escuchaba cantar a mi padre y me volvía loco. Cantaba Pinglo y yo me fascinaba. Mi padre era muy querido en Argentina.

-¿Qué celebrar hoy en el Día de la Canción Criolla?

Tener un país tan lindo. Nos distingue ser peruanos, y especialmente a nosotros los de la costa; nuestra música es producto de grandes influencias europeas, pero con nuestro ají. La bendita presencia del negro en nuestra música criolla, que la hace con swing tan tremendo y tan lindo. Una teoría de la señora Granda es que en la época después de la colonia, sobre todo en las ciudades, en las casas de las personas con dinero se danzaba el vals vienés, el rock de la época. Se bailaba entrelazados. Y el pueblo miraba a través de los ventanales: cómo giraban y giraban, y lo hacían en pisos muy bien lustrados, que permitían esos giros. Pero la gente del pueblo iba a sus casas y tenía otro piso, de adobe, y no podía girar así; entonces, hacían el punta y taco porque el suelo lo exigía así; ese es el origen de nuestro punta y taco. Qué teoría tan dulce. Chabuca no abría la boca en vano.

-Y no en vano lo invitó a usted a ser su guitarrista.

Era lo que me tocaba. Soy muy creyente como la señora Chabuca y no atribuyo nada a la casualidad, sino a la causalidad.

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AUTOFICHA:

  • - “Soy Luis Alejandro González Cárpena. Cumpliré 74 años en noviembre. Nací en Lima y a los tres meses me llevaron a Argentina. Una vez un periodista argentino me dijo que era más fácil hacer una lista de la gente con la que no he trabajado”.
  • - “Acabo de sacar un disco mío solista, como guitarrista, por primera vez, recuperando cosas grabadas hace 30 años y las últimas que he compuesto, pese a que no soy un guitarrista solista. Se llama Cuentos sonoros de ayer y de hoy. Lo puedes encontrar en Spotify”.
  • - “Estamos a punto de presentar un trío de guitarras con Ernesto Hermoza y Willy Terry. Será antes de que termine el año, creo, a través de un streaming; ellos grabarán allá y yo acá. Va a ser producto de un disco que ya está: Tres guitarras para Chabuca. Llevo al Perú en el alma, pero soy parte del staff argentino”.

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