notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Gianfranco Castagnola,Al.Mercadogcastagnola@peru21.com

Una medida tan extrema como la revocatoria debería aplicarse para interrumpir gestiones corruptas o que cometan serios errores que ocasionen daños irreversibles a la ciudad. Ninguno de estos supuestos se aplica a la actual administración municipal. Una cosa es desaprobar una gestión –es cierto que su primer año dejó mucho que desear– y otra, muy distinta, es revocarla. El beneficio de hacerlo es nulo: ¿Puede la combinación de quien eventualmente suceda interinamente a Susana Villarán después de marzo de 2013 con quien luego sea elegido para culminar su mandato hasta diciembre del 2014 –con todos los cambios de funcionarios que ello implica– ser superior a ese mismo periodo con la actual alcaldesa? Ello es algo muy improbable. Por el contrario, el costo sería muy alto: frenar la reforma del transporte público –que podría ser el gran legado de Villarán– y generar el precedente de un uso frívolo de una vía extrema como la revocatoria. Lo mejor para nuestra ciudad y el sistema político sería que esta revocatoria de la autoridad municipal no prospere.