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Redacción PERÚ21

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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com

La obra fallida de la naturaleza, más la incapacidad de comprender que sus paradigmas ya no sirven –si es que alguna vez sirvieron–, hacen que estos personajes, que en algún momento ocuparon u ocupan un cargo de relevancia, se vuelvan en fugaces pero peligrosas estrellas del panorama internacional. Aferrados a su transitorio poder pontifican desde posiciones casi siempre erróneas y, como es lógico, nunca dan en el blanco.

Escuchar a la jefa del FMI –cuyo sillón de mando parece poseer un gran poder de desestabilización mental altamente contagioso para los países que lo integran– aconsejar medidas cuyo resultado cada día es más desastroso, sin que esos resultados cambien sus puntos de vista, indigna.

Si el médico me prescribe un medicamento que agrava mi mal, suspendo su ingesta o cambio de médico. Si ese galeno ve en muchos de sus pacientes el mismo resultado y no cambia la prescripción, o bien está loco o bien es un sádico. Veamos un caso. La doctora es Christine Lagarde, quien desde el 'trono' del FMI sigue proponiendo ajustes a pesar de que los mismos ya fracasaron en América Latina en los 90 y que, hasta ahora, están exhibiendo resultados gravísimos en Europa. Mientras tanto, madame Lagarde revisa a la baja sus previsiones de crecimiento. Si sigue así deberá hacer su tarea bajo el escritorio. Pero hoy propone una nueva etapa de sadismo al aumentar la semana laboral griega a seis días y la prolongación de la jornada laboral en España. ¿Entenderá algo de política esta madame, sabrá qué significa la amenaza catalana de independizarse?