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El niño y las cumbres
Cuando niño pasaba mis veranos en el campo y me imaginaba, ya viejo, en ese mismo lugar, amando y amado por quienes me rodeaban y comprendiendo el lenguaje de los pájaros, de los árboles y del viento.
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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com
Presentía (no sé si es el verbo exacto) que la sabiduría era comprender el mundo que me rodeaba. No podría explicar cuáles eran las palabras que me decía a mí mismo pero, como pocas veces, siento que ese recuerdo es todo lo fidedigno que un recuerdo puede ser.
Hoy, 60 y tantos años después de tales reflexiones, creo que aquel niño larguirucho y desgarbado tenía razón. No sabía, claro está, que comprender el mundo que me rodeaba no era poder explicarlo, sino simplemente sentirse parte de él y responsable de su cuidado, como me sentía en aquel tiempo tan lejano y tan cercano a la vez. Ya era, en ese momento, el viejo que imaginaba, pero sin las dichas, los dolores y los asombros que el crecimiento aportaría. Resucitó repentinamente este recuerdo en mí mientras leía las informaciones sobre la reunión del G-20 en México y los ecos de la cumbre sobre el medio ambiente en Río de Janeiro (conocida como Río+20). Pensaba si quienes allí participan se comportarán a la altura de sus responsabilidades o terminarán subordinándose a perversos intereses coyunturales. Si entenderán que estamos al borde de un abismo. También me preguntaba si quienes traicionen el elemental sentido de pertenencia a la vida y a la Tierra, como pienso que lo harán muchos de los allí presentes, serán capaces de volver a mirarse al espejo cuando comprendan que la carga de su error recaerá sobre sus hijos y sobre los hijos de sus hijos.
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