Foto: Rochi León.
Foto: Rochi León.

Redacción PERÚ21

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Beto Ortiz,PeriodistaAutor: Gonzalo Pajares.gpajares@peru21.com

Beto Ortiz duplica sus obligaciones. Además de conducir el noticiero Abre los ojos (de L a V, 6 a.m.), estará al frente del reality El valor de la verdad (sábados, 11 p.m., Frecuencia Latina), donde someterá a los participantes a un interrogatorio que premiará su talento para 'deshumanizarse': decir siempre la verdad.

¿Mientes con frecuencia?(Ríe). Con la frecuencia que la supervivencia exige. Toda la vida social, para ser pacífica y vivible, necesita de una serie de convenciones que, en realidad, son mentiras. La diplomacia, las buenas maneras, los buenos modales son, básicamente, mentiras. La mentira es necesaria. ¿Muy necesaria? Uno puede ir prescindiendo de ella, pero esto requiere una dosis de agallas adicional. Es mucho más cómodo tener una doble vida que sincerar nuestra existencia.

¿Es indispensable la verdad?Sí, porque es uno de los pocos valores que nos quedan. Igual, no puedo pontificar sobre la verdad porque, quizás, yo no la diga toda. Por ejemplo, yo no me paro frente a cámaras y digo: "Buenos días, me cago de sueño, no sé qué hago acá, quiero seguir durmiendo (risas)". Cuando un entrevistado me miente y yo pongo cara de '¡oh, qué interesante!', solo estoy siendo educado, aunque tenga ganas de decirle: "No me metas el dedo, todos se dan cuenta de tus mentiras".

Hay mentirosos encantadores.Si son narradores de historias, uno los escucha felices. ¿Políticos encantadoramente mentirosos? Algunos han sido presidentes (ríe). ¿Alan? No te metas con la familia de mis amigos (risas). No creo que haya un presidente que no mienta. Y si a Toledo se le notaba era porque no sabía mentir (risas).

¿El periodismo dice la verdad?Debe 'tender' a la verdad, porque afirmar que 'decimos' la verdad es muy pretencioso; es mejor decir que 'tratamos' de encontrarla, que hacemos nuestro mejor esfuerzo. Ahora, los hechos son verdaderos o falsos, no hay medias tintas: te emborrachaste o no.

En la ficción sí hay que agradecer la mentira…Si está bien contada, claro. La literatura te permite contar cosas inventadas y tan inverosímiles que parecen inventadas. Por ejemplo, Vargas Llosa dice que nunca hay que contar una historia que sea demasiado insólita porque la gente puede no creerla, aunque esta sea verdad. Yo, por ejemplo, fui a un night club en Marraquech (Marruecos), esperando música africana y me encontré con un peruano cantando "Lima está de fiesta/ la canción criolla se viste de gala". No puedo escribir esto porque nadie me lo creería.

¿Por qué nos interesa saber si una persona miente o no?Porque nos identificamos con ella, porque uno se pone en sus zapatos: todos tenemos dilemas laborales, económicos, sexuales. Algo tan simple como "amas a tu pareja" o "te consideras una buena persona" resulta dificilísimo de responder. Un concursante de la versión gringa del programa perdió al responder la última pregunta. Y, aunque no buscaremos a personas de vidas enrevesadas, no los evitaremos: mira el programa del sábado (ríe).

Te sometiste al polígrafo. ¿Recuerdas la pregunta que te hizo Nicolás Lúcar?Sí, me preguntó si les daba droga y alcohol a los niños para mis reportajes. Pensaba que su pregunta iba a ser más amistosa pero se mandó. La respuesta salió al aire. Fui cancherazo a la prueba y, en el interrogatorio, me sentí tan invadido como cuando uno va al urólogo (risas).

¿Qué tan cínico eres?No creo que lo sea. El cinismo implica una cierta insensibilidad hacia lo que pasa, y yo le creo a Kapuscinski cuando dice que los cínicos no sirven para el periodismo. No puedo ser cínico porque serlo implicaría ser mal periodista y yo no soy malo.

Hoy tienes la imagen de un muchacho tranquilo…No es una imagen, es lo que soy… por ahora (ríe). Ya no me llaman la atención la euforia, la locura.

Pero quienes no te quieren dicen que el programa puede reflotar tu lado mórbido…Eso es lo que secretamente están deseando. En realidad, el morbo les gusta a ellos (ríe). Me gustaba el morbo, pero hasta de eso uno se aburre, se empalaga. El otro día me preguntaron si yo era el loco de pelo azul que hacía que las vedettes se pelearan en barro y respondí que sí, que lo era, pero en ese momento, pues uno no se queda fosilizado en el tiempo, uno muta.

Es decir, ya no extrañas tu pose de maldito…No, porque es una manera desesperada de recibir atención, y yo no necesito más atención de la que tengo. Por ejemplo, trato de zafarme de la farándula literaria, que es más ponzoñosa y más angurrienta que la farándula-farándula.

¿Quién llegaría más lejos en el polígrafo: Ollanta o Nadine?Si tengo que hacerle barra a alguien, espero que sea Ollanta Humala (ríe).

AUTOFICHA

- Nuestra televisión es ruidosa, estridente, pacharaca, ordinaria, vulgar, truculenta, ignorante. Sin embargo, la gente que la mira no siempre quiere ver algo estridente.

- Gustavo Faverón es un crítico; yo, un cronista. ¿Faverón ha escrito un libro? Como leo libros muy malos, es probable que lea el suyo (ríe).

- El valor de la verdad se permite pausas, silencios, momentos que resultan dramáticos, de tensión. Esto no significa que haremos uso de la histeria, de las jaladas de pelo.