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Los indignados
Watergate, los pagos de Lookheed aTanaka y al príncipe Bernardo, el video Kouri-Montesinos, fueron algunos sonados escándalos que marcaron época, ya que desnudaron el grado de decadencia al que los gobernantes habían llegado y generaron en la población un fuerte rechazo, terminando en una corriente de cambio.
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Fritz Du Bois,La opinión del directordirector@peru21.com
Sin embargo, con el caso Chehade ocurre lo contrario, los peruanos estamos desarrollando una piel tan curtida ante tanto escándalo, que hemos perdido la capacidad de indignarnos. Lo peor es que esa familiaridad con políticos contínuamente pecando, es algo que no parece, siquiera, molestarnos.
Más aún, un vicepresidente involucrado en actos de corrupcion, en cualquier otra parte hubiera remecido a la clase política y los hubiera llevado a una profunda reflexión sobre cómo enmendar un sistema que se está desbarrancando. Pero aquí, como si nada hubiera pasado, para la Comisión Permanente del Congreso fue otro día normal de trabajo con sus usuales negociados.
Así, tenemos que le ofrecen un ministerio a uno, un holding estatal a otro, el archivamiento de acusaciones para todos. Con lo cual logran tener el voto arreglado y asunto solucionado. Incluso, el que haya sido un exprimer ministro –que siempre se vendió como si fuera una versión de la Madre Teresa de la política peruana– el que le diera el tiro de gracia a la decencia, salvando con su voto al cuestionado parlamentario, demuestra que ya ni siquiera vale la pena aparentar honestidad porque esta no tiene mayor mercado con el electorado.
Por otro lado, lo realmente preocupante es que nos estemos volviendo tan cínicos, nos estamos convirtiendo en un pueblo de desvergonzados. No nos conmueven los crímenes que se reportan a diario, y si mañana nos subieran fuertemente los impuestos para financiar algún escandaloso elefante blanco, muy pocos saldrían a protestar. La inmensa mayoría, simplemente vería la forma de evadirlos y no pagarlos.
En eso nos estamos pareciendo cada vez más al Congreso. Si bien los pueblos tienden a reflejarse en sus políticos, debe de ser aterrador mirarse al espejo y ver a los parlamentarios. Al final, la lección de este fiasco es que se nos acabó el margen para seguir eligiendo improvisados. Una economía dinámica requiere de una sociedad moderna para seguir avanzando. Eso solo se puede lograr con políticos honestos y capacitados. No podemos resignarnos a tener otro Congreso como este dentro de cuatro años, en ese caso nos vamos al tacho.
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