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Extrañaremos a Pereira
Será un lugar común decirlo, algo que, siguiendo la recomendación de Paul Johnson, deberíamos evitar siempre los columnistas, pero la muerte de Antonio Tabucchi la he sentido como la de un amigo cercano.
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Guido Lombardi,Opina.21glombardi@peru21.com
Lo descubrí, como muchos, a través de su obra más conocida: Sostiene Pereira.
El relato cuenta la historia de un viejo periodista, algo cansado de la larga y casi disimulada lucha contra la dictadura de Salazar, pero basta que conozca a dos jóvenes perseguidos para recuperar la vitalidad y las ganas de luchar contra cualquier forma de opresión. La misma energía con la que denunció hasta el final la figura siniestra de Silvio Berlusconi.
Debo añadir en aras de la justicia que lo conocí gracias a la insistencia –constancia sería más exacto decir– con que me lo recomendó Liliana Costa, una amiga en cuyo juicio literario confío plenamente, y quedé fascinado desde el primer momento y para siempre con el personaje.
Solo después de leer otros relatos (Se está haciendo cada vez más tarde, Pequeños equívocos sin importancia) y algunos textos difíciles de clasificar dentro de un genero determinado (La gastritis de Platón), descubrí que el personaje fascinante era el propio Tabucchi.
Sus historias, como las de Paul Auster, tienen una fijación con el papel del azar en la vida de los hombres y en los riesgos de elegir, aunque siempre debamos hacerlo. Aún a nuestro pesar.
Son, también, un constante homenaje a la poesía (sobre todo a la de Pessoa), pero sin pretensiones de lirismo o, peor aún, de prosa poética.
Sus cuentos a veces pueden comenzar con una nimiedad, una frase sin importancia en este vasto mundo lleno de frases, pero quien no haya leído Réquiem o Nocturno hindú se ha perdido alguna de las aventuras literarias más interesantes de estos tiempos.
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