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La expansión de la economía ilegal

Según fuentes oficiales brasileñas citadas por Perú21 (11-10-2012), 38% de la cocaína que se consume en Brasil proviene del Perú y 54% de Bolivia. Las autoridades bolivianas señalan que parte de este último porcentaje tiene como origen también el Perú y que solamente transita por su suelo.

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Fecha Actualización
Santiago Pedraglio,Opina.21spedraglio@peru21.com

En todo caso, el narcotráfico es un problema que atañe directamente a los tres países aludidos, sobre todo cuando el consumo de cocaína se ha disparado en el enorme mercado brasileño.

Las rutas de la droga y sus vínculos con los mercados de consumo, para el caso peruano, por lo menos, ya no tienen como destino casi exclusivo el mercado de Estados Unidos –transitando previamente por Centroamérica y México (y, antes, vía Colombia)–. El mercado brasileño comienza a competir en importancia con el norteamericano.

Este solo dato plantea como una urgencia que los tres países establezcan una política conjunta y de corresponsabilidad, quizá en el marco de la Unasur. El esfuerzo debería superar los errores de la estrategia antidrogas promovida por Estados Unidos y que, lamentablemente, ha fracasado en la región.

Las nuevas rutas del suroeste del Perú, que atraviesan parte de la Amazonía, pueden vincularse con otras actividades ilícitas, como la de la banda armada de los hermanos Quispe Palomino, que ha salido del VRAEM y se proyecta en la dirección antes señalada, y a lucrativos negocios como la minería y la tala ilegales, así como el contrabando.

Con el incremento del traslado de cocaína hacia el Brasil se está perfilando una economía ilegal que plantea nuevos retos al Estado, incluidas las políticas de inclusión social, débiles en esa zona, ante las cuales el negocio ilegal aparece como una alternativa para sectores de la población.

La constitución de una base social que sustente o justifique a las organizaciones ilegales en esa amplia región del país es un grave peligro que va más allá del VRAEM.