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Disfrazados en la cama
Hay todo tipo de atuendos para poner el asunto al rojo vivo: policía malo, enfermera de noche o la mujer maravilla del látigo. ¿Cuál de todas estas fantasías es la que no te deja dormir en paz?
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Nos disfrazamos toda la vida. Llegamos al mundo con traje de Adán o de Eva, según sea el caso, y después estamos condenados a vestirnos de escolares para ir al nido y al colegio, o de surferitos para irnos a la playa, o de traje para trabajar en una oficina. Nos gusta disfrazarnos, en especial cuando podemos elegir. Por eso existen los carnavales, Halloween y todas esas fiestas excéntricas en las que logramos ser, aunque sea por un momento, aquello que queremos ser.
JUEGO DE MÁSCARASEn el plano sexual, los disfraces son un poderoso combustible. "Lo que más se llevan los clientes son los disfraces de colegiala, mucama y enfermera", señala una vocera de la tienda Bombón Rojo. Muchos, no obstante, buscan alternativas fuera de los catálogos convencionales. "Para San Valentín fui Saori Kido, la princesa de Los Caballeros del Zodiaco. Mi enamorado es fanático del anime, por eso quise sorprenderlo", cuenta Andrea (23). "Una vez me disfracé de la Sirenita, el personaje de Disney. Fue gracioso porque estábamos tan calentones que rompimos las aletas mientras estábamos en 'pleno'. El problema fue que el traje era alquilado y, al final, tuvimos que pagarlo", recuerda Tatiana (27).
Pero, a veces, los pedidos pueden ser muy exigentes. "Un chico me pidió que me pusiera la máscara de demonio de la Candelaria. ¡Estaba loco!", cuenta Melissa (25). "Como no acepté, me dijo 'ya, tengo otra opción: Princesa Leia'. Le dije que aceptaría solo si se disfrazaba de Chewbacca. Así quedamos, pero al final me arrepentí. Mucho pelo", agrega convencida.
ALUCINÉ QUE TENÍA PODER"Sueño lúcido, fantasía encarnada, la ficción nos completa, a nosotros, seres mutilados a quienes ha sido impuesta la atroz dicotomía de tener una sola vida y los deseos y fantasías de desear mil", escribe Mario Vargas Llosa en La verdad de las mentiras. Bien podemos tomar este párrafo del Nobel para explicar las ficciones que nos interesan en esta nota. Es decir, los disfraces nos permiten disfrutar en una fuerza y sagacidad fuera de lo común. Y, sobre todo, influyen en la calidad de la relación, pues ese jugueteo inusual, esa risita clandestina que puedes provocar a tu pareja cuando se te cae el antifaz de Pikachu o las garras de la Tigresa del Oriente, estimula la producción de las hormonas del bienestar. Mientras todo sea con consentimiento y respeto, adelante, disfrácense de Batichica, de Jessica Rabbit o de un agente de la UDEX. Su imaginación y su salud sexual se lo agradecerán.
SABÍA QUE
- Cincuenta soles puede costar un disfraz sexy en Lima. Hay opciones más elaboradas –como los atuendos de policía hechos con látex– que llegan hasta 200 soles.
- El yiff consiste en la sexualización de los disfraces de animales. Los adeptos a esta subcultura tienen sexo –real u on line– cuando están disfrazados.
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