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Redacción PERÚ21

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Mauricio Mulder,Pido la palabraCongresista

Para comenzar, hay que determinar un hecho incontrastable: los congresistas están allí porque personas adultas, de carne y hueso, ciudadanos peruanos, decidieron con su voto libre y secreto que esas personas los representaran en el Parlamento. Sean analfabetos o doctores suma cum laude, los congresistas están allí únicamente por ese hecho. No vale allí ninguna otra consideración que la de ser un simple ciudadano.

Lo segundo es que el pluralismo político del país solo puede producir un Congreso atomizado, con mayorías muy endebles y con debilidad en materia de representación partidaria. Ese pluralismo, llevado al delirio en el ámbito regional y local, hace que la gran mayoría de parlamentarios no pertenezca a partido alguno o no haya pertenecido a ninguno hasta el día de su elección, lo que hace que su individualismo prevalezca sobre su partido y dificulte el proceso de entendimiento mutuo en el Parlamento.

Lo tercero es que, por ser políticos y por participar protagónicamente en el debate nacional, los congresistas tienen mucho más exposición mediática y son, por tanto, parte sustantiva de los cuadros de comisiones de los medios de comunicación, sea para recoger sus puntos de vista o para ser ellos mismos objeto directo de la noticia, ya sea con un escándalo ético o delictivo o con alguna nota pintoresca que ponga en relieve su ignorancia o su frivolidad.

Y todo eso genera distanciamiento y hasta animadversión directa de la ciudadanía, que en su mayoría no recuerda por quién marcó su voto preferencial y que llega, incluso, a cuestionarse sobre la necesidad de la existencia del Parlamento aduciendo que es inútil y que "no hace nada".

Pero no hay vida democrática y civilizada sin Parlamento. Incluso las monarquías más absolutistas y las dictaduras más represivas inventaron organismos que emulaban congresos, no solo para pintarse de democráticos, sino para tener válvulas de escape en las que la ciudadanía se abriera espacios de debate sobre políticas públicas.

Los Parlamentos son los espacios del debate nacional. El ágora griega, que era el parlamento callejero en el cual los ciudadanos expresaban libremente su punto de vista sobre cualquier tema común, ha determinado en el Parlamento su condición esencial para la convivencia humana. Si los seres humanos no se dijesen entre sí todo lo que piensan, entonces dirimirían sus diferencias en guerras civiles. Así es nuestra naturaleza.

Pues bien, ese Parlamento, el peruano, atomizado, precario en lo partidario, débil en su representación, pluriclasista, pluriétnico, pluricultural y plurideológico, que es el que tenemos, debe resolver con todas esas limitaciones los marcos legales en materia de lucha contra la delincuencia, reforma del Estado, reforma del sistema electoral, economía libre, redistribución de la riqueza, fiscalización al gobierno y a regiones, investigación de delitos, elección de altas autoridades y otras tareas más, dentro del marco de una Constitución como la de 1993, que ni siquiera llega a la condición de ser un verdadero contrato social.

Es nuestra realidad y de nada sirve que los medios o algunos ciudadanos crean que, haciendo escarnio del Poder Legislativo o de sus miembros, la situación cambie, porque lo esencial, lo fundamental, es que para que haya un Parlamento mejor, un gobierno mejor, un alcalde mejor, un burócrata mejor, debe haber un ciudadano mejor, y eso solo se consigue con más desarrollo y más democracia.