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Cabo de miedo

Los peruanos estamos atrapados en una sensación de inseguridad que es la más alta del continente americano. Es como si fuéramos personajes de un aterrador drama esperando el ataque de un sicópata que salga de la nada.

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Fecha Actualización
Fritz Du Bois,La opinión del directordirector@peru21.com

Lo peor de todo es que la primera señal de alerta de tener la población que se siente más asediada por el hampa se dio hace ya dos años. Sin embargo, en ese lapso el Gobierno, en lugar de actuar para aliviar el miedo, ha permitido que este se siga incrementando.

Incluso se está agotando la paciencia del ciudadano y son crecientes los incidentes en los cuales la población, ante la ineficiencia de la Policía, simplemente toma la justicia en sus propias manos. Justamente ayer, en Huancayo, una multitud intentó linchar a cuatro sospechosos de matar a taxistas y 10 efectivos terminaron heridos luego de una batalla campal para evitarlo.

Con lo cual la inseguridad no solo está afectando seriamente nuestra calidad de vida sino que, además, el peruano promedio tiene cada día menos respeto e interés por el Estado de Derecho. Estamos jugando con fuego.

Por otro lado, el tema de la seguridad en general era el único en el cual se esperaba que Humala, por su trayectoria militar, pudiera actuar de inmediato. Sin embargo, ha resultado su peor fracaso. No hay una sola iniciativa de importancia –ya sea legislativa, presupuestal u operativa– que nos permita, siquiera, abrigar la esperanza de que la inaceptable situación que sufrimos no se seguirá deteriorando.

Al contrario, es evidente la incapacidad de los que están a cargo, como quedó demostrado durante el desalojo de La Parada, cuando el jefe de la Policía no estuvo porque estaba organizando la inauguración de una comisaría a la que asistiría el ministro y que incluía un agasajo. Por lo que no podemos sino asumir que, mientras no se efectúen cambios dramáticos, la inseguridad en la que vivimos los peruanos solo podrá continuar empeorando.