En julio, un niño de San Juan de Lurigancho decidió ahorcarse. Tenía solo 13 años. Ese mismo mes, en Arequipa, uno de 14 años sufrió serias lesiones en un ojo durante una golpiza. En agosto, en el Rímac, uno de 8 años perdió un dedo de la mano. Todos ellos fueron víctimas del acoso escolar.
Son casos extremos, pero vale la pena recordarlos para estar alertas pues nuestros hijos podrían sufrir consecuencias semejantes. Por ello, hay que estar atentos a los cambios de conducta, uno de los primeros signos de bullying en el niño. Muchos pequeños se deprimen, tienen miedo de ir al colegio, 'pierden' sus objetos personales, vuelven a casa con sus pertenencias destruidas, presentan lesiones en el cuerpo, bajan su rendimiento escolar y hasta sienten náuseas, fiebre o escalofríos antes de asistir a clases.
Además de la observación, es importante el diálogo. "Mientras los padres no construyan una buena comunicación con los hijos, la capacidad de estos para expresar lo que les ocurre no va a ser adecuada", asegura Rachael Silberman, psicóloga de la clínica Javier Prado.
Por tal motivo, los padres deben aprender a observar, escuchar y entender a sus hijos. De otro modo será más difícil detectar sus cambios de conducta y, por lo tanto, protegerlos.