HÉROES. A la izquierda, el marino Gustavo Valladares quien falleció con tan solo 30 años. A la derecha, el suboficial arequipeño Sandro Villegas, de 24 años.
HÉROES. A la izquierda, el marino Gustavo Valladares quien falleció con tan solo 30 años. A la derecha, el suboficial arequipeño Sandro Villegas, de 24 años.

Por: Natalia Lizama y Shirley Cayetano

La Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas desplegaron esta semana un operativo de inteligencia que culminó con la captura en flagrancia de cuatro relevantes miembros de Sendero Luminoso (SL) que opera en el VRAEM. Los terroristas estaban listos para atacar una comisaría en Huanta, Ayacucho.

Dos de los detenidos participaron de tres salvajes atentados en los que murieron más de 20 personas. Se trata de ‘José Hijo’, Víctor Quispe Zúñiga (24 años); y ‘Gabriel’, Iván Quispe Vargas (23 años), quienes se proyectaban como el próximo comité permanente de SL.

El primero es hijo del cabecilla Víctor Quispe Palomino, alias ‘José’; y el segundo del fallecido Marco Quispe Palomino, alias ‘Gabriel’, y de Florabel Vargas Figueroa, la camarada ‘Vilma’.

Los hijos de estos delincuentes ya fueron puestos a disposición de la justicia. La Fiscalía inició un proceso por afiliación a una organización terrorista y buscará la condena por los terribles delitos que estos cometieron, arrebatando la vida de civiles y miembros de la PNP y las FF.AA.

EMBOSCADA A LA MARINA

Eran alrededor de las cuatro de la tarde del 21 de diciembre de 2020. Tres embarcaciones Hovercraft (aerodeslizadores) se encontraban patrullando el río Mantaro, ubicado cerca al centro poblado Puerto Palmeras, en el distrito de Vizcatán del Ene, en el VRAEM.

La provincia de Satipo, en la región Junín, fue testigo de lo que sucedió minutos después. Una emboscada de terroristas, entre los que estaba ‘José hijo’, atacó con proyectiles a los miembros de las Fuerzas Armadas que se encontraban en la zona. ¿El saldo? Un muerto y cuatro heridos.

El único fallecido del atentado subversivo fue un miembro de la Marina de Guerra del Perú, el infante Gustavo Valladares Neyra, conocido entre sus compañeros como ‘Máquina de guerra’. Tenía 30 años cuando le arrebataron la vida. Hasta hoy sus familiares no superan su pérdida.

El padre de Gustavo, Casiano Valladares, cuenta que el menor de sus hijos siempre fue reservado sobre su vida en el VRAEM y entiende de la vida militar, pues también perteneció a la Fuerza de Infantería de la Marina. Confiesa que por esa razón respetaba la discreción de Gustavo, pero sin dejar de recordarle que no confiara en nadie el día que llegue a una zona de emergencia.

“No tengo palabras sobre mi hijo. Lo único que yo tengo que decir es que en la actualidad tengo presente a mi hijo, se fue y regresó en un ataúd. Hasta ahorita no asimilo. Digo, mañana o pasado vendrá. Lo recuerdo como si estuviera vivo”, dice Casiano.

La captura de uno de los perpetradores del asesinato de su hijo le ha dado algo de paz a Casiano y el resto de su familia.

MASACRE EN VIZCATÁN DEL ENE

Menos de un año después de la emboscada en el río Mantaro, sucedió una masacre. Eran las 9:00 p.m. en Vizcatán del Ene.

Acababa de terminar la jornada laboral y muchas personas disfrutaban de su tiempo libre brindando entre ellos en dos locales de la zona. En ese momento, un grupo de extraños —que, se supo luego, eran senderistas— llegó al lugar que en ese entonces estaba a la rivera del río Shimpishariato.

Dispararon a quemarropa con fusiles hasta acabar con las 16 vidas que se encontraban en el sitio, entre ellos, tres menores de edad. Los de SL que atacaron a las personas pidieron, además, víveres y medicina. Quemaron cinco cuerpos, dejaron panfletos subversivos y luego desaparecieron.

Los culpables de este macabro hecho serían, según la Policía, ‘José hijo’ y ‘Gabriel’, pero el líder principal de la matanza fue el camarada ‘Carlos’, su verdadero nombre: Carlos Solier Zúñiga.

Conocido por su brutalidad y violencia, ‘Carlos’ fue criado dentro de los campamentos de Sendero Luminoso y seguía órdenes directas de ‘José’, ya que era de su entera confianza.

En junio de este año, las fuerzas del orden lograron capturar a Solier y ahora se le investiga por este y otros atentados. Los allegados a los fallecidos quizás encuentren tranquilidad cuando la justicia lo condene por sus atrocidades.

ATENTADO EN NATIVIDAD

Como era de esperarse, ‘José hijo’ y ‘Gabriel’, fueron partícipes también de otra emboscada que dejó a siete agentes de la PNP fallecidos. El cobarde ataque sucedió en febrero de este año.

En la región de Cusco, en el distrito de Pichari, en el centro poblado de Natividad. Fue allí donde acribillaron vilmente a Alfredo Loayza Carbajal, Luis Cerrón Palacios, Wilder Eliseo Conozco, Iván Muñoz Fasabi, Sandro Villegas Corahua, Williams Quispe Anchay y Saul Huarco Samaniego. Algunos de ellos miembros de la patrulla de la División Nacional de Operaciones Especiales (Dinoes), otros eran de la comisaría de Natividad.

Solo sobrevivió uno. El capitán Edwin Mego Villogas, quien resultó herido y fue el único del grupo que pudo dar testimonio de lo que pasó aquel fatídico 11 de febrero.

A través de redes sociales, la Policía Nacional dio a conocer el lamentable hecho y más adelante informaron que el cabecilla de la cobarde emboscada fue el camarada ‘Carlos’, el mismo culpable del atentado antes narrado en Vizcatán del Ene.

Recordando lo que sucedió en ese entonces con su hijo, la mamá del menor de los caídos, habló con Perú21. Martha Corahua contó entre lágrimas cómo era en vida el suboficial PNP Sandro Villegas Corahua, de tan solo 24 años.

“Día a día lo recuerdo. Día a día me hace falta. Vivo con esa pena toda mi vida. Nadie me va a devolver a mi hijo. Lo único que me quedó fue su ropa, las cositas de mi hijo. Cómo murió mi hijo, joven. ¿Tanto, para qué?”, expresa Martha entre sollozos y aseguró que Sandro siempre se mostraba orgulloso de pertenecer a la Dinoes.

Martha no logra entender aún cómo todos los suboficiales fallecieron y solo sobrevivió de suerte el capitán de la patrulla. Contó angustiadamente que tiene muchas preguntas sobre aquel sábado, pues había conversado con Sandro el día anterior, y todo parecía estar tranquilo.

“Nada va a revivir a mi hijo. Yo pienso que él está de viaje. Cuánto yo quisiera que me devuelvan a mi hijo aunque sea herido, pero no”, se lamenta la madre de Sandro, quien no deja de mostrar su impotencia por la forma en que este falleció.

Ahora le toca a la Fiscalía conseguir la condena de estos terroristas, una justicia que los deudos reclaman y se merecen.

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