Mantiene la esperanza. Caplansky confía en que la sociedad trabajará por vivir en un mundo mejor. (Foto: Anthony Niño de Guzmán/@photo.gec)
Mantiene la esperanza. Caplansky confía en que la sociedad trabajará por vivir en un mundo mejor. (Foto: Anthony Niño de Guzmán/@photo.gec)

Matilde, como su abuela cusqueña. Pide que la llamen Mati. Escucha atenta y sonriente. Ríe cuando dice que tiene casi 100 años, pero también acepta que los 80 de hoy son como los 50 de antes. Y así se le siente: joven, curiosa, lúcida hasta la admiración. Plural. “Todos hemos nacido en este mundo y tenemos derecho a pertenecer a él”, comenta cuando imaginamos que podríamos, algún día no muy lejano, tener un Papa chino. Sensible, amorosa con el Perú y llena de esperanza. Mati confía en que nos curaremos para crecer civilizadamente.

Ochenta, ¡de nota!

Nació en Valdivia, Chile. Llegó a vivir al Perú cuando tenía siete años. Estudió en el Colegio San Jorge, en Lima. Tuvo un hijo, el cual le regaló tres nietos y, hasta ahora, dos bisnietos. De madre catalana y padre chileno, su matrimonio con un argentino duró 54 años. “Marcos era un hombre excepcional, lo amé mucho, me amó mucho y me respetó mucho. Me enseñó a respetarme a mí misma. Me ayudó con su amor y su cariño, pero murió hace siete años y todavía estoy un poco desconsolada, luchando”, dice con dulzura. Dueña de una vida feliz y muy dorada, como la describe, Matilde fue hija única. Cuando su hijo tenía 5 años, comenzó a estudiar Psicología Clínica en , a donde iba en su Volkswagen, y en el 78, con su hijo ya casado, fue la primera mujer en ingresar y graduarse en el Instituto de del Perú. Insiste en que tiene mucha suerte y que está absolutamente agradecida, aunque siente que la vida es muy difícil, incluso para los que tenemos tantos privilegios.

Experiencia con ternura

Amplia y políticamente, ¿qué está pasando en el Perú?

Lo que sucede en nuestra patria nos hace pensar, a veces, que en algunas cosas Marx tenía razón y la lucha de clases, como concepto, yo creo que es vigente. En otros países también, por supuesto, pero aquí lo vemos con mayor claridad.

¿Qué está pasando con las personas?

La realidad es violenta y trágica por definición. Vivimos en un continente muy complicado. Mira cómo está Chile con Boric, que primero ganó y luego el 70% de la población le ha negado su apoyo. Mira , Brasil con Lula de nuevo, Petro, etc. Es un momento difícil para todos y lo que está pasando tiene relación con la pandemia.

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¿La pandemia no nos ha enseñado nada?

Yo creo mucho en el concepto de la civilización, que es una concatenación de hechos desde las cavernas hasta hoy. Pero también es cierto que las personas con menos recursos en el mundo son las que más han muerto, aunque ha habido de todo. Quizá habría que pensar que la vida es muy difícil, que se sufre mucho y que más se sufre que se goza y, si no tienes condiciones, no de millonaria sino mínimamente, es difícil que te puedas civilizar.

¿Ni siquiera somos más compasivos?

Nada y eso es lo que me aterra. Ya estoy por morirme y las cosas están peor, aquí y en el mundo. Mira lo que ha pasado después de una pandemia mundial ¡planetaria!, Putin hace una guerra, lo cual significa que estamos todos enfermos, no solo de COVID, sino psicológicamente y todavía no nos hemos curado de eso.

A eso hay que sumarle la crisis política; no creemos en ninguna autoridad.

Somos un país anómico, como dice Hugo Neira. Pero si te vas a Europa, tienes la guerra con Ucrania. Y en el mundo entero todo está muy loco y desesperanzado porque la pandemia ha sido terrorífica, porque no había nada que nos salvara. Pero nos vamos a ir curando.

¿Cómo no perder las esperanzas?

No se puede. ¡Tenemos que creer! Pero es cierto que, siendo este un continente que se llama cristiano, no aplica sus propias leyes religiosas de amar al prójimo como a ti misma. Y las burguesías también, dejan mucho que desear. Pensar en quienes se dejan seducir perversamente por el dinero, siendo millonarios... ¿qué más quieren, más millones? Hay un gran egoísmo, pero la esperanza tiene que ver con el espíritu. Yo fundé en el año 70 una ONG que aún existe, para madres, niños y adolescentes sin recursos: Cedapp. Sigo siendo asesora con proyectos importantes, pero comenzamos en un colegio en Balconcillo con internos de psicología, desde la inquietud social que teníamos. Siempre he creído que hay que tener dos trabajos: uno tuyo y otro para ayudar. Así lo hicimos desde los 70.

¿Lo espiritual nos forzaría a sanarnos como individuos para luego hacerlo en comunidad?

Esto no es utópico; tenemos que pensar en un mundo mejor, donde haya más justicia para todos, desde las cosas elementales: , hospitales, deporte, cosas que nos hacen mejores. Cultivar las cosas buenas de los humanos: el rigor, la esperanza, la inteligencia, el estudio, el cumplir con las normas buenas. En realidad, teóricamente es maravilloso. Esta es una crisis pospandémica de la cual nos vamos a sanar.

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Resumen 2022: Investigaciones Pedro Castillo