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Silencio y desesperanza en Puno por culpa de las violentas protestas [Crónica]
De la fiesta a la nostalgia. Puno debió ser por estas fechas una región colmada de celebraciones: con multitudinarias misas, efusivas procesiones y grandiosas comparsas de danzantes para celebrar el carnaval y la Virgen de la Candelaria, patrona de la ciudad. En cambio, ahora sus avenidas lucen golpeadas, vacías, y sus residentes reflejan una tristeza –o furia– sin saber cuándo volverán a tener paz en sus vidas.
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De la fiesta a la nostalgia. Puno debió ser por estas fechas una región colmada de celebraciones: con multitudinarias misas, efusivas procesiones y grandiosas comparsas de danzantes para celebrar el carnaval y la Virgen de la Candelaria, patrona de la ciudad. En cambio, ahora sus avenidas lucen golpeadas, vacías, y sus residentes reflejan una tristeza –o furia– sin saber cuándo volverán a tener paz en sus vidas.
Perú21 viajó a esta convulsionada región y recorrió las calles de Juliaca, Ilave, Laraqueri, Puno (ciudad) y Accora. El panorama es el mismo. El cielo azul y lleno de poliformes nubes contrasta con sus calles grises y vacías. Por estos días el ambiente es fantasmal, con negocios en su mayoría cerrados, poco tránsito de vehículos y plazas casi abandonadas.
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La vida se ha abreviado en Puno. De 6:00 a.m. a 9:00 a.m. se permite que abran algunos restaurantes o comercios. A las 10:00 a.m. comienza el paro y obligan a todos a suspender sus actividades hasta las 2:00 p.m. Recién a esa hora se reaviva un poco la ciudad hasta que comienza el toque de queda a las 8:00 p.m. y acaba el día. A la medianoche, en un trabajo en conjunto entre la PNP y FF.AA., cuadrillas salen con lampas y cascos para retirar llantas quemadas, piedras, vidrios rotos y demás objetos que obstruyen las pistas.
“Nos están exigiendo que hagamos la huelga; si no, pagamos una cuota, pero ya me cansé porque esto no tiene cuándo parar y nosotros tenemos que trabajar”, reclamó un taxista y añadió que los manifestantes obligan a pagar una “colaboración” que será enviada a la comitiva que viajó a Lima. “No aceptan ni monedas; de frente te piden billetes”, indicó.
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En la retina de todos los puneños está marcado el 9 de enero, fecha en que el caos, la violencia y la muerte regaron su fértil suelo tras un intento de vándalos por tomar por asalto el Aeropuerto Internacional Inca Manco Cápac. “Nadie olvidará a los 17 muertos. Puno no será igual ni con la renuncia de Dina Boluarte”, recalcó un residente de Juliaca.
El terminal aéreo aún luce con cicatrices. Su cerco perimétrico, en la avenida Independencia, yace todavía en el suelo, varias paredes continúan con forados, y se suspendió toda actividad comercial hasta que haya condiciones para operar.
El aeropuerto de Juliaca se convirtió en la principal base militar para organizar el control de las manifestaciones y bloqueos que persisten en diversos distritos. Las colchonetas desfilan en los pasadizos para convertirse en una improvisada habitación. En el exterior utilizan escaleras o andamios para colocar ropa y los vuelos únicamente se realizan de día debido a que los vándalos destruyeron las luces de aproximación. A pesar de las limitaciones, muestran orden y confianza de lograr la pacificación en Puno.
Piden paz
Decenas de personas acampan en el exterior del aeropuerto para formar parte de un vuelo humanitario hecho por las FF.AA.
Una pareja de esposos alemanes llegó a Juliaca en noviembre pasado para integrar una ONG que realiza labores misioneras con niños, pero ante el desabastecimiento y vandalismo se vieron obligados a retornar a su país.
“No se puede permitir que entre hermanos se estén matando, atacando; es una situación insostenible y los que más sufren son los niños, son los pobres”, manifestó la mujer.
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Otro caso a la espera de un vuelo humanitario a Lima es el de una señora natural de Moho, provincia de Puno. Ella, quien pide mantener su identidad en reserva para evitar las venganzas, comentó que normalmente demora tres horas en llegar al aeropuerto, pero por los bloqueos tuvo que caminar y trasladarse por tramos en vehículos en un trayecto que le tomó un día entero.
Mientras unos cuantos apuestan por la violencia, la mayoría de ciudadanos demandan que la paz vuelva a su región. La furia nunca será más que la democracia.
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