Por: GLORIA ÁLVAREZ, escritora y politóloga.
Una de las grandes frustraciones que provoca la realidad latinoamericana es que la mayoría de personas no conoce la historia ni de sus propios países, mucho menos las tragedias de las naciones que pasaron por lo mismo que ellos llegan a soportar actualmente. Y es frustrante porque ello produce que los latinoamericanos vivan constantemente repitiendo los traumas transgeneracionales que son incapaces de superar con resiliencia. En múltiples entrevistas y publicaciones le he recordado a nuestras poblaciones que padecen esa dañina amnesia selectiva como los venezolanos en 1998 se burlaban de los cubanos que les advirtieron que Hugo Chávez “sonaba similar a Fidel Castro”, ¡que tuvieran cuidado! Pero ante esas advertencias los padres de los venezolanos que han sido forzados a pedir limosna en los semáforos de las ciudades de todo nuestro continente simplemente contestaban incrédulos con el típico: “No, vale, eso no va a pasar aquí, nosotros tenemos petróleo y le importamos a Estados Unidos”.
Hoy la trágica realidad les demuestra que así como 7 millones de cubanos fuimos víctimas directa e indirectamente de las atrocidades cometidas por la dictadura más longeva que el hemisferio americano ha sufrido en manos de los criminales de Fidel y Raúl Castro, hoy son cerca de 8 millones los venezolanos que han emigrado de manera forzosa. Es difícil comprender por qué hasta ahora se despierta esta indignación y revuelo internacional respecto del fraude electoral cometido en las pasadas elecciones de Venezuela cuando esta no es la primera vez que el régimen de Nicolás Maduro comete fraude. En ocasiones anteriores, ya habían anulado como candidata a María Corina Machado, habían desaparecido votos y a miles de estudiantes, periodistas y protestantes por el simple pecado de indignarse con la actual realidad y reclamar su libertad.
¿Finalmente se levantó la indignación mundial? OK. Pero, ¿cuánto va a durar? Es difícil decir. Para quienes como yo hemos sabido de primera mano lo que “el periodo especial” de 1994 en Cuba le hizo a nuestras familias, en donde mi propia tía abuela Celia Torriente decidió quitarse la vida tras la desilusión de haber apoyado un régimen asesino como el castrista, no me queda más que ver con desencanto cómo las alarmas que se levantan por Venezuela en este momento se hacen cuando ya es demasiado tarde. Y me recuerda precisamente a las alarmas y esperanzas que se levantaron en su época durante Bahía de Cochinos y los cubanos que fueron entrenados en Guatemala para ir a la isla y tratar de liberarla de la dictadura que no llegaban ni a los tres. Podemos estar enfrente de exactamente lo mismo.
Yo no sé si los trending topics y los tuits de Elon Musk realmente van a implicar el fin de la dictadura venezolana. Pasan los días y si a la historia nos remitimos, pareciera que vivimos ante falsas esperanzas como las que los cubanos vivieron no solo en Bahía de Cochinos sino también tras la caída de la Unión Soviética. Y cuando recordamos en lo que terminaron los alzamientos cubanos y vemos cómo transcurren las semanas respecto del caso venezolano la decepción es inminente.
Es hora de analizar la relación tóxica que los latinoamericanos tienen con elegir democráticamente mesías populistas de ultraizquierda y ultraderecha pudriendo sus países con totalitarismos liberticidas, desde el socialismo hasta el fascismo del Siglo XXI, porque intentar esperanzarse desde el exilio a través de vías democráticas cuando ya es muy tarde, es inútil. Sabemos perfectamente que una dictadura no obedece vías democráticas. Cuando se quiera sacar a una dictadura del poder, los hashtags deberían de convertir en trending topic lo primordial: el dinero que la sostiene y aquí el dinero son dólares. Sin ahogar sus recursos económicos, una dictadura es invencible y logra mantenerse tras varias Bahías de Cochinos perpetuando múltiples periodos “especiales”.
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