Verónika Mendoza, Sigrid Bazán y otros rostros de la izquierda salieron a marchar el pasado 19 de julio. También se dejó ver el expresidente Martín Vizcarra. Los exaliados de Pedro Castillo han convocado a otra movilización de “insurgencia ciudadana” para el domingo 28 de julio.
Verónika Mendoza, Sigrid Bazán y otros rostros de la izquierda salieron a marchar el pasado 19 de julio. También se dejó ver el expresidente Martín Vizcarra. Los exaliados de Pedro Castillo han convocado a otra movilización de “insurgencia ciudadana” para el domingo 28 de julio.

Hay un viejo chiste ruso que lo explica. Dos soviéticos pasean por la calle. Uno de ellos le pregunta a su camarada: “¿Hemos alcanzado ya el verdadero comunismo?”. “¡No!”, contesta el otro. “Las cosas todavía van a ponerse peor”.La broma siempre esconde una realidad: alcanzar el comunismo era el ideal socialista. Una sociedad utópica que sería el fin de la lucha de clases, tras la emancipación del proletariado. Un paraíso futuro que justificaba el infierno presente. Un ideal. Y, como es un ideal inalcanzable, la narrativa zurda sugiere que los gulags no fueron el verdadero socialismo. Tampoco Cuba, Nicaragua o Venezuela.

En el Perú pasa algo parecido. Los de la izquierda que se subieron al carro de Velasco, Alan 85 u Ollanta dicen que ellos nunca fueron de izquierda. Así es como la izquierda siempre se mete en el gobierno, pero nunca asume sus pasivos. Ahora Verónika Mendoza y sus aliados dicen que Pedro Castillo tampoco fue de izquierda. Por eso llaman a marchar contra Dina Boluarte, la presidenta izquierdista que colocaron en el poder.

La derecha hace lo contrario. Y por eso pierde la narrativa. Defiende a la impopular Boluarte, sataniza las marchas y promete gobernabilidad. Si la izquierda ofrece ideales y esperanza, la derecha ofrece realismo y statu quo. Si la izquierda sueña con promesas y cambios, la derecha vende estabilidad y orden. Si la izquierda anuncia futuros castillos en el aire, la derecha defiende el presente de cal y arena. Y, en esa eterna lucha política, las radicales emociones siempre les ganarán a las aburridas razones.

A esos ecuánimes candidatos de centroderecha hay que leerles la pinta de Mayo del 68: basta de realidades, queremos promesas.