ENTREVISTA A ALVARO VARGAS LLOSA. PERIODISTA, ENSAYISTA, POLITICO.
ENTREVISTA A ALVARO VARGAS LLOSA. PERIODISTA, ENSAYISTA, POLITICO.

Después de las marchas, el gobierno se ha asentado. Pero eso ha generado que los ciudadanos le empiecen a exigir resultados.

‘Marchas’ es una palabra generosa. Fueron actos de mucha violencia muy bien orquestados, no para manifestar una protesta, sino para tumbar a un gobierno legítimo y constitucional. Las secuelas se están haciendo sentir. Una de ellas es el tremendo bajón económico. El Perú no va a tener crecimiento este año. Todo, empezando por la inversión, está inhibido, en gran parte por la ola de violencia que por meses mantuvo en vilo al Perú y a su democracia. La violencia hizo retroceder al Perú económicamente. El país ya venía de una situación difícil, porque el crecimiento del año pasado había sido muy moderado. Y lo que pasó a comienzos de este año les dio el puntillazo a la confianza, a la inversión y a la minería. El resultado está ahí. No se ha disipado todavía ese ambiente de crispación y enfrentamiento político. Y todo eso se ha traducido en que el gobierno se ha sentido más en la obligación de sobrevivir que en la de tomar iniciativas y emprender reformas. Y por eso, efectivamente, hay una exigencia de resultados que no está recibiendo la respuesta que podría recibir en otras circunstancias. Pero yo empiezo el análisis condenando los hechos de desestabilización antidemocrática que en gran parte explican lo que pasó después, independientemente de que el gobierno se está mostrando inhibido en términos de iniciativa política y económica.

Boluarte se ha distanciado de la izquierda, pero no termina de convencer a la derecha.

Una parte de eso se explica por la incapacidad para ser convincentes. Pero otra parte es cálculo político. Lo que está a la derecha del centro, viendo las cifras de popularidad del gobierno, prefiere no contaminarse y mantener sus expectativas para 2026 intactas. Siente que cualquier acercamiento o actitud excesivamente comprensiva para con el gobierno lo afectaría. Ese sector lógicamente está cuidando sus reservas electorales de cara a 2026. Y en la izquierda hay una frustración porque querían gobernar. Y la caída del señor Castillo y el apartamiento del poder los han dejado en una posición bastante descolocada. Están tratando de cobrarse una revancha, una venganza política contra una presidenta a la que ven desleal a las ideas originales. Y no me estoy refiriendo solamente a la izquierda radicalizada y senderizada que formaba parte del proyecto de Castillo, sino también a la izquierda que pasa por centroizquierda, izquierda caviar o socialdemócrata, que, en lugar de hacer lo que debió hacer, que era enfrentarse al señor Castillo de una manera resuelta y clara, se entregó de manera completamente mercenaria. Y que luego, con el intento de golpe de Estado del señor Castillo y la decisión valiente y valiosa de la señora Boluarte de darle la espalda a ese proyecto, se quedó sin juego. Por muchas críticas que se puedan hacer al gobierno, y que son perfectamente legítimas, hay que entender por dónde vienen tanto la izquierda como la derecha en sus posiciones.

¿Qué otro tema es urgente?

La seguridad. Hay una realidad regional. Un desborde de la delincuencia común y la criminalidad que está alcanzando cifras de alarma. Esto emparenta a Perú con los peores países de la región y puede tener consecuencias no solamente sociales, sino económicas y políticas muy delicadas. Cuando en un país se produce un resquebrajamiento del orden público como el que se está produciendo en el Perú, lo que suele ocurrir es que la política produce respuestas autoritarias y verticales que pueden constituir una agravante. Así como ha pasado en otros países, en el Perú pueden surgir corrientes que, bajo el pretexto de hacerle frente a esta ola de violencia, traten de entronizar un proyecto autoritario. La Policía ha perdido funciones investigativas que alguna vez tuvo. Hay una ausencia de infraestructura criminalística significativa. Y creo que hay una necesidad de descentralizar la acción contra la criminalidad a través de una participación ciudadana vecinal. Este tema es de una extrema gravedad y debería suscitar un cierto consenso. Uno puede discrepar en temas económicos. Uno puede estar a favor, como lo estoy yo, de privatizar Sedapal, así como otros están en contra. Pero el tema del crimen no debería provocar tanta polarización ideológica. Sobre esto debería haber un consenso entre izquierda y derecha. La inseguridad es hoy el tema número uno del Perú. Si uno resuelve este problema en gran medida, todo lo demás puede empezar a beneficiarse, empezando por el clima económico. Es un tema extremadamente grave.

¿Cómo ve el fenómeno Bukele?

Bukele se ha convertido hoy en el mayor desafío ideológico de América Latina. Porque el paradigma Maduro y Díaz-Canel no es una referencia. Sus resultados no son buenos. El señor Bukele es un desafío mayor, porque está gobernando de una manera autoritaria. Es evidente que el Estado de derecho, las instituciones democráticas y la separación de poderes se han resentido severamente con la acción de gobierno del señor Bukele, pero él está trayendo resultados a los salvadoreños y se está convirtiendo en un modelo para mucha gente. El desafío es demostrarle a la región que es posible obtener resultados tan buenos o mejores sin menoscabar las instituciones democráticas y preservando el Estado de derecho. En lugar de tener a Bukele como modelo, el Perú debería tenerlo como acicate o aliciente para demostrar que es perfectamente posible aplicar una política de mano dura eficiente sin violentar las normas democráticas. Siempre respetando la legalidad, sabiendo que habrá en el camino excesos y abusos, porque no conozco una sociedad donde cuando se lucha contra un nivel de criminalidad como el que está sufriendo el Perú no se cometan abusos. Pero lo que hay que tener es un Estado de derecho que al primer abuso intervenga inmediatamente para investigar y castigar.

El otro personaje regional es Milei.

A un liberal como yo Milei le plantea un dilema. Muchas de las propuestas económicas que plantea son propuestas que los liberales de América Latina venimos planteando hace muchísimo tiempo. Pero tiene un lado que me preocupa. Tiene un discurso muy violento, una actitud más bien autoritaria y ha declarado su admiración por gobernantes que en realidad no encarnan lo que él está proponiendo. Por eso he sugerido que una solución ideal sería algún tipo de acuerdo con Patricia Bullrich. Él aportaría esa radicalidad reformista que es fundamental para cambiar el modelo argentino, que es un desastre. Y ella aportaría una moderación institucional y una bancada que da mayor capacidad operativa. No deja de ser interesante que haya surgido un discurso que propone un regreso a la Argentina liberal de fines del siglo XIX, cuando fue uno de los 10 países más desarrollados del mundo.

Latinoamérica vive en el pasado. A 50 años del golpe de Pinochet, revivimos la historia.

Sí, pero de forma interesada. Es una efeméride que un sector de la izquierda intentó utilizar para beatificar al señor Allende, olvidando que Allende tuvo una responsabilidad importante en la tragedia del golpe de Estado y la dictadura de Pinochet. Y a eso responde un sector de la derecha reivindicando la figura de Pinochet equivocadamente. Pero es verdad: tenemos una tendencia a vivir en el pasado. El problema latinoamericano es que, cuando miramos al pasado, lo mitificamos y, cuando miramos al futuro, lo utopizamos. El mito del pasado nunca existió como nos lo cuentan y la utopía es un futuro que no es posible. Nos movemos entre un pasado mítico y un futuro utópico. Y al final ninguna de los dos son ciertas, son supercherías. Deberíamos adoptar un discurso más realista.

¿Cómo analiza el rol de Keiko Fujimori? ¿Debe postular?

Creo que Keiko ha cumplido un rol bastante respetable en esta última etapa, tanto con el señor Castillo como ahora. Lo que mejor ha hecho es tratar de obrar por la unidad de la oposición. No se ha conseguido la unidad y va a ser difícil. Presentarse a una campaña electoral es un derecho que tienen 33 millones de peruanos, incluida ella. Es una evaluación que tendrá que hacer con plena libertad. No me atrevería a darle un consejo.

¿Y el de Cerrón?

Su contribución a esta etapa de la historia peruana ha sido nefasta. Le reconozco una mayor coherencia ideológica que la de muchos otros dirigentes de izquierda. Cree lo que dice y actúa en consecuencia, pero encarna el totalitarismo. Y ha hecho mucho daño con el permiso del señor Castillo, colocando en el Estado a muchas de sus fichas, lo cual ha complicado la tarea del actual gobierno, para no hablar de sus procesos de corrupción.

¿Y el primer ministro Otárola?

Yo tiendo a ser más comprensivo con él de lo que es mucha gente. Quizá porque no estoy en campaña. No tengo votos que ganar ni convencer a nadie de nada. Sé que es impopular, como el gobierno y la presidenta, pero no olvido que en una etapa crítica de la historia del país, cuando la democracia estaba en juego y se habían levantado contra ella fuerzas violentas y muy bien organizadas, él fue uno de los que resistieron. Y a un costo personal significativo. No olvido eso, independientemente de que sería bueno ver mayor iniciativa para devolverle al Perú dinamismo económico y orden interno. Me habría gustado que no dijera que Tía María no está en la agenda. Su reactivación es absolutamente fundamental.

Usted no está en campaña, pero tiene amigos que sí.

Les deseo el mayor de los éxitos y las suertes. Me mantengo como distante observador. La firma de mi padre por Libertad Popular fue una firma simbólica, un gesto de simpatía por personas valiosísimas. Hay afinidad en las ideas y les deseo lo mejor. También mi amigo Carlos Espá, una persona muy valiosa, está formando un partido. Hay que tener un valor extremo para hacer política en el Perú en este contexto. Y hay que renovar la política peruana.

Alvaro Vargas Llosa