(Panorama)
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Redacción PERÚ21

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Cuando la , los jueces y los fiscales brillan por su ausencia, los vecinos de diferentes ciudades del país hacen justicia con sus propias manos.

Las rondas campesinas se mantienen con el paso del tiempo y en algunos lugares la dureza con la que estas trabajan ha generado un gran debate en la sociedad.

Un reportaje de Panorama ha mostrado cómo es que estas agrupaciones coordinan y evalúan los castigos correspondientes a cada uno de los delincuentes que atrapan.

Jhonny Machi Tacuri, consultor de la ronda campesina de Melgar, indicó al dominical que los ciudadanos han decidido actuar antes que serenazgo se los lleve a la comisaría.

"A la semana resolvemos dos casos. Tenemos que apurarnos porque si llega serenazgo nosotros debemos entregarlos", refirió.

En tanto, la ciudad de Juliaca se caracteriza por la dureza de los castigos que se le imponen a los malhechores que en medio de su crimen tienen el infortunio de cruzarse con la justicia popular.

Vladimir Guzmán, uno de los dirigentes de las rondas campesinas urbanas y nativas de Juliaca, explicó a Panorama que los 22 miembros del comité deben estar presentes y que cada uno debe imponer el castigo correspondiente al delincuente.

Las penas varían, pero no por ello son menos dolorosas: palazos, chicotazos, agua helada, patadas y demás se congregan en el ritual justiciero al que evocan los dueños de las calles.

Los ronderos consideran que Lima sería diferente si es que ellos llegaran a impartir orden en sus calles. Sin embargo, en una sociedad como la actual, es difícil establecer si los castigos que imponen estas personas responden a lo que conocemos como 'justicia'.