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Las conclusiones que deja la pandemia: la política y otros factores que determinaron la letalidad de la COVID-19
Solo para los indicadores de corrupción se encuentra una asociación significativa con la tasa de infecciones per cápita: a mayor corrupción, mayor cantidad de infecciones.
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Este primero de febrero, la prestigiosa revista The Lancet publicó un interesante estudio sobre los factores de contexto asociados a las tasas de infección y letalidad generadas por la COVID-19 entre enero de 2020 y setiembre de 2021. El estudio analiza cómo distintas variables —demográficas, epidemiológicas, sociales, políticas y de preparación del sector salud— se asocian a una mayor o menor tasa de infección y letalidad en 177 países.
Ante ello, Nicolás Besich, investigador principal de Videnza Consultores, reflexiona al respecto. “Siendo el Perú uno de los países con más muertos por COVID-19 por cada 100,00 habitantes en el mundo —más de 200,000—, resulta relevante compartir algunas de las principales conclusiones a las que llega este estudio. Estas ayudarán a explicar el dramático impacto de la pandemia, más allá de las notorias brechas en el sector salud”. Señaló Besich
En primer lugar, el investigador destaca que el estudio encontró que muchos de los factores de contexto que explican las variaciones en tasas de contagio y mortalidad entre países son factores sobre los cuales los hacedores de política tienen poca o ninguna capacidad de acción en el corto plazo. Por un lado, la estación del año, la altura sobre el nivel del mar y el PBI per cápita son las variables que más sirven para explicar variaciones en las tasas de contagio.
Por otro lado, la estructura de la población según rango de edad, el PBI per cápita y el índice de masa corporal son las variables más importantes para explicar variaciones en la tasa de mortalidad. En el caso particular del Perú, los investigadores estiman que la tasa de mortalidad por cada 1,000 infectados hubiera sido 7% menor si el índice de masa corporal de los peruanos fuera como el del promedio de los países analizados.
Otras dos conclusiones a las que arriba el estudio y que resultan especialmente relevantes para el caso peruano son:
· Entre los indicadores de gobernanza analizados —índice de democracia, efectividad de gobierno, populismo electoral, corrupción, entre otros—, solo para los indicadores de corrupción se encuentra una asociación significativa con la tasa de infecciones per cápita: a mayor corrupción, mayor cantidad de infecciones.
· Entre los indicadores sociales analizados —desigualdad de ingresos, confianza en el Gobierno, confianza entre personas y confianza en la ciencia— solo la confianza en el Gobierno y la confianza interpersonal se asocian significativamente con el ratio de contagios: a mayor confianza, menor cantidad de infectados.
Besich señala además que estas dos conclusiones resultan dramáticas para un país donde la corrupción y la desconfianza están tan enraizadas. Según el Índice de Corrupción Global, el Perú es el tercer país más corrupto de Sudamérica, solo por detrás de Venezuela y Bolivia. Asimismo, presenta los menores niveles de confianza interpersonal y en el Gobierno de América, región que a su vez tiene los menores niveles de confianza del mundo.
Sin lugar a dudas, las importantes brechas en el sector salud y las inadecuadas condiciones en las que viven un alto porcentaje de peruanos fueron determinantes para el devastador impacto de la pandemia en el país. Sin embargo, no debemos dejar de considerar el daño generado por factores directamente asociados al comportamiento de todos (autoridades y ciudadanía en general). Como menciona una reciente publicación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID): “La confianza es el problema más urgente al que se enfrenta América Latina y el Caribe y, no obstante, el menos debatido. Es el elemento que subyace a innumerables interacciones esenciales en las sociedades sanas”.
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