PUBLICIDAD
Colección del Bicentenario 200 años de la Economía en el Perú: ‘La fiebre del caucho y la era del oro blanco’
La explotación del látex se inició ante la creciente fabricación de productos con caucho en Europa. Ello llevó gran desarrollo a Iquitos y Puerto Maldonado, pero el brillo se opacó con la explotación de miles de indígenas.
Imagen
Fecha Actualización
NOVENA ENTREGA
En las últimas dos décadas del siglo XIX, la Amazonía cobró gran notoriedad debido a una actividad que tuvo tanta importancia para la región como lo fue antes la explotación del guano en la costa. Se trató de la extracción del caucho, materia prima que empezó a tener gran demanda en la industria europea para la fabricación de fajas de maquinaria, llantas para bicicletas y automóviles, mangueras y hasta calzado y pelotas, entre diversos usos.
La actividad en el Perú comenzó un poco más tarde que en Brasil y las zonas de explotación tuvieron dos polos: Iquitos y Madre de Dios. Brasil comenzó a aprovechar esta demanda en la década de 1870 y para fines de los 80, Iquitos y Manaos (Brasil) ya eran dos de las principales zonas caucheras de la Amazonía.
Fue en la década de 1880 precisamente que el Perú comenzó a tomar ventaja de la necesidad de caucho por parte del Viejo Continente. La extracción de esta materia prima les permitió a las ciudades de la Amazonía, especialmente a Iquitos y Manaos, contar con mayores ingresos. En el caso de la ciudad peruana, esta además gozó de beneficios tributarios y un porcentaje importante de sus recursos provinieron de los impuestos de exportación que pagaban el caucho y las crecientes importaciones que pasaban, en ambos casos, por la Aduana de Iquitos. Es decir, la ciudad obtenía sus propios recursos.
Loreto no estaba integrado con el resto del país; había una distancia geográfica y política respecto a la costa. Durante la guerra con Chile, la selva no se vio afectada debido a la desconexión entre las regiones. Al acabar el evento bélico, el Gobierno trató de sacar provecho imponiendo impuestos en la Amazonía. Sin embargo, eso ocasionó una serie de rebeliones y rechazo que no pudieron ser controlados debido a las escasas vías de comunicación. Además, las regiones amazónicas amenazaron con anexarse a Brasil o Colombia. El resultado fue que el Ejecutivo cedió y Loreto quedó exonerado del pago de impuestos y hasta ahora la región cuenta con mejores beneficios fiscales.
El desarrollo de Iquitos
Las dos zonas de explotación en el Perú fueron la ubicada en las cuencas de los ríos Urubamba y Madre de Dios en el sur; y la comprendida entre el Putumayo y el Caqueta´ en el norte. Esto impulsó el desarrollo de Iquitos y Puerto Maldonado, principalmente, en ese orden. La mayor parte de la exportación de caucho se realizó a través de la Peruvian Amazon Company, empresa dirigida por el peruano Julio César Arana, que tenía sede y acciones en la bolsa de Londres, alcanzando, en moneda actual, 800 millones de dólares anuales en exportación de lo que se llamó el ‘oro blanco’. Entre las principales casas exportadoras se encontraban, además de la de Arana, las de Luis Felipe Morey y Cecilio Hernández, aunque hubo numerosos caucheros menores. Los empresarios caucheros alcanzaron gran poder económico y político. El negocio era muy rentable debido a la poca inversión que hacían. Además de que se trataba de extraer la goma de los árboles, la mano de obra fue ampliamente forzosa. Para 1905, la libra de caucho peruano oscilaba entre 1.15 y 1.20 dólares. La actividad cauchera impulsó el desarrollo acelerado de Iquitos, generando que se convirtiera en una ciudad de estilo europeo, a donde llegaron extranjeros de diversas partes de Europa, así como de Brasil y hasta de China.
Del sello europeo en Iquitos quedan evidencias como la Casa de Hierro, diseñada por el famoso Gustave Eiffel, y construida en 1890 en la entonces ciudad cauchera, apenas un año después de la inauguración de la Torre Eiffel en la gran Exposición Universal de París; y la Casa Morey, perteneciente a Luis Felipe Morey, a orillas del río Itaya. A partir de la década de 1890, se podía apreciar diversos espectáculos artísticos y culturales. También era posible comprar bienes europeos que llegaban por el río Amazonas, todo ello promovido por la demanda de los empresarios que destinaban una importante cantidad de dinero a satisfacer sus gustos. Algunos incluso contrataron elencos de ópera que llegaban desde el otro lado del mundo.
La actividad cauchera mejoró las vías de comunicación de Iquitos hacia el Atlántico, lo que le permitió mantener relaciones comerciales más fluidas con Europa que con Lima. Asimismo, el mejor posicionamiento de la ciudad como puerto fluvial también produjo el incremento del flujo de navíos y con ello se intensificó el comercio y el uso de las monedas y billetes fiscales, pues los agricultores y trabajadores aprendieron a valorar más el uso que podía tener la divisa. La ciudad también experimentó un suceso histórico en su desarrollo y modernización: la instalación de luz eléctrica y el alumbrado público en 1905. A esto se sumó la llegada en la primera década del siglo XX de un ferrocarril urbano para el transporte de pasajeros en tramos cortos.
Puerto Maldonado y las rutas comerciales
En el caso de Madre de Dios, la explotación intensiva comenzó a partir de la mitad de la década del 80, gracias a la exploración del tramo bajo del río Beni por el estadounidense Edwin Head. El recorrido hecho por Head permitió tener registro de las aguas de un tramo del Beni que era desconocido y que generaba zozobra entre los mercaderes y exploradores occidentales. Su hazaña permitió que el río pudiese ser usado para transportar el caucho hasta su confluencia con el Mamoré, para luego navegar hasta el río Madeira y enrumbarse en dirección al Brasil y al Atlántico para su comercialización y exportación.
En 1895, la ruta mejoraría gracias la exploración del río Mishagua por parte del cauchero Fermín Fitzcarrald, asentado en Iquitos y dueño de extensas plantaciones en Ucayali. Fitzcarrald descubrió un paso de 9 kilómetros hacia el río Manu que permitió transportar caucho y diferentes bienes desde la zona del bajo Ucayali y Madre de Dios hasta el río Beni. El mencionado paso, desde entonces, fue conocido como el istmo de Fitzcarrald.
Si bien estas rutas y los cauces completos de los ríos mencionados hoy figuran en cualquier mapa físico o digital, en esos tiempos eran desconocidos; las páginas de la geografía amazónica recién comenzaban a escribirse y con estas también las delimitaciones de los países que tenían fronteras en la selva sudamericana. Por ello la extracción del caucho también tuvo un impacto geopolítico porque contribuyó a que el Estado tomara mayor cuidado en la protección de las fronteras en la Amazonía con tratados y el envío de expediciones.
Rivalidades y conflictos
Un ejemplo de los enfrentamientos entre países debido a la explotación del caucho y la rivalidad entre los empresarios fue la Guerra del Acre (1899-1903), cuyos actores principales fueron Brasil y Bolivia, pero que también incluyó al Perú. En el caso de la disputa peruano-boliviana, esta comenzó al sur del entonces distrito del Acre (hoy, colindante con Madre de Dios), donde desde antes de 1899 ya rivalizaban Fizcarrald y los caucheros bolivianos Nicolás Suárez y Antonio Vaca Díez. La expansión de los dominios del peruano por todo Madre de Dios y el mejor aprovechamiento de su paso hacia el río Beni produjo roces con los empresarios bolivianos que, además, ya tenían sus respectivas preocupaciones con Brasil. Lo que ninguna de las partes pudo prever fue que la disputa entre Fitzcarrald y los bolivianos devendría en una serie de negociaciones que terminarían con la vida del peruano y Vaca Díez, al hundirse la embarcación en que estaban en el río Urubamba. La disputa recién pareció llegar a su fin en 1902 cuando las fronteras entre ambos países entraron a un litigio con Argentina como árbitro, y donde esta usó como criterios para su fallo los límites fronterizos del Virreinato del Perú y el Virreinato del Río de La Plata. Sin embargo, por dificultades y enfrentamientos armados, el proceso se extendió hasta 1912. Ese año se logró un acuerdo entre los gobiernos de Perú y Bolivia y, por disposición del presidente Guillermo Billinghurst, se creó el departamento de Madre de Dios, con Puerto Maldonado como su capital.
La competencia y el ocaso
El gran desprestigio que trajo el Libro Azul de Casement (vea el recuadro) detuvo la producción cauchera. Además, los ingleses habían logrado con éxito plantar los árboles caucheros en sus colonias del sudeste asiático. A esto se sumó que en 1910 se inventó el caucho sintético, lo que le dio la estocada final a la bonanza económica de la selva.
Sin embargo, el ocaso de la era del caucho para el mercado sudamericano comenzó en la mitad de la segunda década del siglo XX, por los mejores precios del Asia. Esta competencia fue generada por plantadores británicos luego de que Henry Alexander Wickham sacara ilegalmente miles de semillas de hevea en 1876. Estas fueron distribuidas en varios países, incluyendo Malasia, Sri Lanka e Indonesia (antes parte de las Indias Orientales Neerlandesas). Para 1914 dieron lugar a una industria ordenada y en un terreno menos hostil, pues los árboles de caucho ya no sufrían de las mismas plagas y enfermedades que en la Amazonía. Además, era mucho más fácil recolectar el látex en plantaciones. Estas contaban con protección de la corona inglesa y estaban más cerca de Europa, el principal destino comercial. En 1915 la producción asiática duplicaba a la que salía de la Amazonía. Con precios por los suelos y la salida de empresarios, comerciantes y trabajadores extranjeros, la fiebre del caucho llegó a su fin. La bonanza que había disfrutado Iquitos fue desapareciendo con los años y la región volvió a enfrentar tiempos difíciles.
Barbarie contra el pueblo indígena
La era del caucho tuvo luces y sombras. Las más oscuras fueron las que tuvieron que ver con los abusos y actos de barbarie perpetrados en contra de la población indígena que fue arrastrada a la extracción del látex en condiciones que lindaban con la esclavitud y que llevaron a la muerte, en casi diez años, de la mitad de estas comunidades. Y precisamente fueron las denuncias que se hicieron al respecto, en el extranjero, lo que también contribuyó al inicio del fin de esa etapa. Más de 30 mil personas, entre huitotos, boras, ocainas, andoques y resígaros, murieron masacradas o por epidemias y enfermedades que no eran atendidas.
Los peones, en gran parte, estaban en situación de semiesclavitud. Debían tener un salario bajo, pero fijo; sin embargo, esto no se cumplía. El sometimiento de la población indígena se hizo bajo el mecanismo llamado correrías. Los caucheros asaltaban las aldeas, robaban y sometían a sus varones, adultos, jóvenes y niños; si oponían resistencia, eran asesinados. Los que no se resistían eran trasladados a los fundos bajo crueles condiciones de trabajo, en un sistema de cultura del terror.
El registro más importante y doloroso de la eliminación de indígenas es lo que se conoció como “el escándalo del Putumayo” o el Libro Azul, un minucioso reporte hecho por el diplomático irlandés Roger Casement. El funcionario fue comisionado en 1910 a investigar esta situación luego de las denuncias que publicó en 1908 el joven ingeniero estadounidense Walter Hardenburg que había llegado a la zona con un colega a trabajar. Horrorizado con lo que vio, primero lo hizo en una revista y años después en un libro.
Los reportes y conclusiones del Libro Azul de Casement también contribuyeron al clima desfavorable que iba marcando el inicio del fin de la era del caucho. ¿Por qué las denuncias de atrocidades tuvieron impacto político en Londres al punto que en el Parlamento se presionaba para ordenar una la investigación? Es que la firma de los hermanos Arana ya operaba como británica, habían conseguido importante financiamiento, socios y directivos ingleses, e incluso habían salido a la importante bolsa de esa ciudad.
Así era la búsqueda y extracción para el caucho
En la Amazonía no se cultivaron los árboles de los cuales se obtenía el látex con el que se producía el caucho. Había que ubicarlos en la tupida selva.
En la selva del Putumayo, crecían los árboles del caucho de manera silvestre, junto con otras especies amazónicas. No hubo cultivo en esta parte del mundo, a diferencia de lo que hicieron posteriormente en Asia con semillas con las que experimentaron esas tierras. Aquí los caucheros enviaban primero a grupos de exploradores cuya misión era descubrir, en la tupida selva, las áreas donde estaban los árboles que producían el látex, que también eran llamados gomales.
Así, mientras abrían camino, prestaban atención al canto agudo del siringuero, un ave similar a un pájaro carpintero que anida en los árboles de la shiringa, una de las variedades que produce el látex. Los nativos de la zona llamaban a esta variedad ‘el árbol que llora’ por el parecido que hay entre las lágrimas y el líquido que botaba cuando se le hacía los cortes para su extracción. Una vez encontrados los gomales, el explorador marcaba sus iniciales o las de la casa mercantil que representaba, lo cual significaba la toma de posesión de los árboles que luego se convertiría en una toma legal. El siguiente paso era la llegada de una pequeña expedición de trabajadores y peones con alimentos, tiendas y herramientas para abrir caminos alrededor de los árboles. Este grupo instalaba un campamento y luego fijaba un área donde se establecían los peones que, entre otras operaciones, se encargaban de hacer los cortes en la corteza de los árboles para extraer el látex.
La forma de obtener el caucho era muy rudimentaria. Dos de las especies de las que se obtenía el caucho con mayor frecuencia eran la Castilloa ulei y la shiringa (Hevea brasiliensis). Para la primera, había que talar el árbol y recolectar la goma o látex tras hacer cortes en los troncos. Esta sustancia de color blanquecino caía en recipientes de latón. Luego se coagulaba con cal y comenzaba un proceso que permitía obtener el material elástico y de larga duración que es el caucho. Mientras que con el árbol de la shiringa, el trabajo era más estable y rentable, pues no era necesario talarlo; bastaba hacer incisiones en los troncos y esperar a que el látex cayera a los recipientes. Esto permitía mantener zonas de extracción y evitar talas masivas, lo que no era posible con la Castilloa ulei, lo cual impactaba en la rentabilidad del producto final porque, una vez que se extraía el caucho, los exploradores debían buscar nuevas áreas de gomales.
Por cierto, la calidad del caucho obtenido de la shiringa era superior, se conocía como goma fina y tuvo un mayor precio en el mercado. Luego de obtenerse el látex de la shiringa que se acumulaba en un recipiente metálico, se vertía en uno de madera. Esto se llevaba frente a un hornillo donde había dos varillas con una tercera atravesada de forma horizontal y recubierta por barro, con el fin de evitar que se adhiriera el látex. Sobre esta varilla se vertía la goma contenida en la vasija y con el calor se iba convirtiendo en una bolacha, una masa de caucho que podía tener hasta veinte kilos.
Algunos árboles solo podían ser sangrados una o dos veces al año, pues había el peligro de que el árbol no sobreviviera. Este método de explotación depredaba el bosque. Mientras que en las zonas de shiringa, se crearon asentamientos hasta cierto punto sostenibles que combinaban la recolección con la agricultura a pequeña escala.
DATO
En 1907, las exportaciones de caucho de la Peruvian Amazon Company fueron el 21.7% de los envíos totales.
VIDEO RECOMENDADO
LEE TAMBIÉN
PUBLICIDAD
ULTIMAS NOTICIAS
Imagen
Imagen
Imagen
PUBLICIDAD