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Colección del Bicentenario 200 años de la Economía en el Perú: ‘El boom pesquero’
En los años cincuenta del siglo XX la industria pesquera comenzó a galopar. Para 1970 el Perú era el primer productor mundial de harina de pescado. El éxito se ahogó por una sobrepesca y El Niño que la azotó.
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Del mar a los puertos, de los desembarcaderos a las plantas industriales, y de estas plantas al puerto del Callao para luego zarpar rumbo a Estados Unidos y Europa. Esa solía ser la ruta, el viaje, de la anchoveta blanca que, entre finales de la década de 1950 e inicios de los años 70, era ampliamente exportada como aceite o harina de pescado a diversos países ya que eran muy apreciadas sus propiedades como alimento de animales. Esos fueron los tiempos del boom pesquero en el Perú.
Los antecedentes se remontan a la década de 1930. La anchoveta era un recurso abundante en nuestro mar, pero poco explotado y que fundamentalmente servía de alimento a las aves guaneras que las teníamos por millones en nuestra costa. La producción de harina y aceite de pescado, así como de enlatados de pescado, comenzó en esa época.
Hoy, nuestro país es el principal productor de harina de pescado del mundo, seguido por Tailandia, China, Chile y Estados Unidos. Este producto se fabrica a partir de la anchoveta, que es la única especie autorizada por el Ministerio de la Producción (Produce) para este fin.
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¿Cómo creció esta industria?
Durante los años 40 se dio un importante crecimiento de esta industria en el país sobre todo por la demanda de los Estados Unidos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, pues, al no poder importar la harina y el aceite de pescado del Japón, miró hacia Latinoamérica. Finalizada la guerra, la producción pesquera no se detuvo y continuó su expansión como parte de un fenómeno mundial por la alta demanda para la alimentación en la industria pecuaria, de crianza de cerdos y aves de corral, especialmente de pollos. Al mismo tiempo crecía la demanda de conservas para consumo humano en Europa y Estados Unidos.
Las importaciones mundiales de harina de pescado se incrementaron de 111,000 toneladas métricas (t) a casi 2.4 millones de toneladas entre 1948 y 1965. Es decir, en dicho periodo aumentaron en más de 2,000%.
La industria peruana también pudo desarrollarse por las políticas económica y cambiaria de Manuel Odría y del segundo gobierno de Manuel Prado Ugarteche, y también por la flexibilidad de la banca peruana para dar financiamiento a corto plazo a empresarios peruanos que buscaban abrir conserveras importando plantas de segunda mano desde los EE.UU., principalmente, desde Florida. Estas políticas fueron cruciales para el desarrollo de la pesca y de otros sectores, como la minería, la industria y el agro, pues se eliminaron las distorsiones generadas por medidas proteccionistas de gobiernos pasados y se impulsó la apertura comercial, la atracción de inversión extranjera y el mejoramiento de la capacidad productiva.
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El desarrollo de la industria pesquera permitió a las empresas responder mejor ante la demanda estadounidense, aumentando la producción de algunos productos como el hígado de pescado, el pescado salado y productos similares en conservas. La especie más popular entonces era el bonito, pues los tiempos de la anchoveta y su uso para la elaboración de harina y aceite de pescado aún estarían por llegar en los años cincuenta.
En 1955 se introdujeron las redes de nylon a la industria peruana, más ligeras que las de algodón, lo que facilitó las labores de las embarcaciones. Coincidió con una mejora internacional de los precios de las materias primas. Por eso entre 1955 y 1960 se cuadriplicaron nuestras exportaciones pesqueras. Conforme avanzaba el tiempo, el resultado mejoraba. Los avances logísticos y tecnológicos fueron determinantes para el incremento de la producción de harina y aceite de pescado pues contribuyeron a elevar los volúmenes de captura de anchoveta que, durante los años sesenta, significó más del 90% de todo el volumen de especies capturadas. En el periodo 1958-1962, se ve que el valor de las exportaciones pesqueras se multiplicó casi por seis, al pasar de US$18 millones (hoy serían US$162.9 millones) en ese año a US$111 millones (US$961.4 millones de la actualidad) en 1962.
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El primer lugar y el ocaso
Así, la industria pesquera se convirtió en la revelación exportadora. Por eso en los 60, cuando China tenía la mayor industria pesquera a nivel internacional, la peruana se ubicó como la segunda más grande del mundo. Además de dar empleo al 2% de la población económicamente activa del Perú, su producción anual en esa década osciló entre los US$1,000 millones y US$1,700 millones (lo que equivaldría hoy a un rango entre US$8,837.2 millones y US$15,023.3 millones) que llegó a representar hasta el 16% de nuestras exportaciones.
En 1970, la industria pesquera peruana se posicionó como la primera a nivel mundial, luego de que se desembarcaran 12 millones de toneladas de anchoveta y la producción de harina de pescado alcanzara las 2'253,000 toneladas.
A pesar de ello, el ocaso no tardó en llegar. Entre 1972 y 1973, el azote del fenómeno de El Niño generó una crisis mucho mayor a la previa de 1963. Como consecuencia, solo pudo extraerse 1.7 millones toneladas lo que generó el cierre de empresas y gran desempleo, en plena dictadura del Gral. Juan Velasco Alvarado. Las que quedaron fueron estatizadas y se convirtieron en Pesca Perú.
Los males de la sobrepesca
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No todo fue positivo en el boom pesquero. A fines de los sesenta sorprendió ver a pelícanos buscando qué comer en los alrededores de los mercados o en el centro de la capital. Ello no era casualidad. Simplemente estas aves se habían quedado sin el alimento que normalmente buscaban en el mar por el problema de la sobrepesca, es decir, una pesca en exceso. El ecosistema fue alterado.
La advertencia respecto a la captura excesiva de especies surgió a inicios de los cincuenta, cuando la Compañía Administradora de Guano, pionera en la producción de harina de pescado por su interés en que esta actividad pudiera reemplazar al guano, comenzó a poner límites al pensar que la pesca excesiva podría generar escasez de alimento para las aves guaneras. La creciente y aún joven industria pesquera rebatió los argumentos, diciendo que el consumo de las aves representaba solo una pequeña fracción del total. La actividad pesquera se expandió a ritmo acelerado y sin tomar en cuenta el impacto de pescar juveniles y no darles tiempo de desarrollarse ni reproducirse.
El Gobierno, pocos años después, comenzó a preocuparse y adoptó medidas en favor de la vigilancia y conservación de la especie. No obstante, fueron insuficientes. Para 1964 las empresas del sector sufrían una falta de financiamiento por lo que el Gobierno debió acudir en su ayuda con un crédito por US$10 millones (hoy, US$84.8 millones). Sin embargo, la sobrepesca durante aquellos años y los siguientes, sumada al fenómeno de El Niño de 1972 y 1973, generó que los volúmenes de anchoveta en el mar peruano cayeran dramáticamente, afectando a las aves guaneras.
Según el Imarpe (Instituto del Mar del Perú), mientras en 1954 la biomasa de anchoveta era de 9.5 millones de toneladas y la captura era de solo 87 mil toneladas (el 0.91%), en 1970 ya llegaba a casi 16.1 millones de toneladas de biomasa y una captura de 10.4 millones de toneladas (64.8% del total). Luego de El Niño, la biomasa bajó abruptamente a 4.8 millones en 1973, mientras que la pesca fue de solo 1,300 toneladas. El descenso continuó. En 1983, la biomasa era de 781 mil toneladas, con una captura de tan solo 22 mil. Durante todo ese tiempo el impacto en la población de aves fue crítico, pues pasaron de ser 24.1 millones de ejemplares (casi 21.3 guanays y el resto, piqueros y pelícanos) en 1954 a solamente 473 mil en 1983.
Vedas y sostenibilidad
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El empresario pesquero Humberto Speziani explica que la solución a este problema llegó luego de que el sector comenzara su recuperación durante los 80 y 90, periodo durante el cual se fueron mejorando el sistema de vedas, así como la medición de las capturas con mayor precisión y de estimación de los volúmenes de biomasa. Ya en el siglo XXI, se mejoré el sistema de cuotas de pesca. “Antes era una carrera olímpica. El Imarpe daba una cuota para cada temporada (una empieza entre marzo y abril y la otra, en octubre o inicios de noviembre). Se podía salir a pescar dos veces, no había exactitud en los pesos que se declaraban porque no había la tecnología. En el año 2000 ya estaban determinadas las horas en las que se podía salir, las balanzas con las que se debía pesar e incluso definidas las compañías de inspección”, nos detalla.
Speziani remarca que hoy existe un registro automático y sistematizado de la información de la actividad pesquera: “Cuando pesas las capturas el Ministerio de la Producción recibe exactamente el registro de cada barco. Tienen la información de cuánto se descarga en cada puerto al día. Esto está bien controlado”. Una mejora relevante para el sector fueron las cuotas de pesca individuales establecidas en 2008. “Hoy existe la cuota general que da el Imarpe y una cuota individual para cada barco. Esta última se basa en el 50% del histórico que has pescado más el 50% de la capacidad de la embarcación. Esto es lo que se usa para la zona centro-norte, que es una de las más importantes para la pesca”, explica Speziani.
De otro lado, cabe mencionar que, pese a los avances tecnológicos, subsistía en la industria un problema de contaminación ambiental por la eliminación de fluidos del proceso, como la ‘sanguasa’ (sangre y otros residuos líquidos del pescado) que se generaba en las pozas de recepción. Su eliminación sin un tratamiento previo contaminaba el mar y el medio ambiente, lo cual fue atendido en la década del 90 por las autoridades, con la participación de las empresas que hoy hacen esfuerzos por obtener certificaciones internacionales en el rubro.
La recuperación del sector después de la crisis significó un gran cambio para la industria, pues si bien algunas empresas desaparecieron, otras se fortalecieron o ingresaron nuevos actores que deben operar bajo principios de responsabilidad y sostenibilidad.
La figura del boom y los gremios
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La imagen del boom pesquero en el Perú fue el empresario Luis Banchero Rossi (Tacna, 1929). Su aparición en la industria pesquera local se produjo luego de los años difíciles para la pesca peruana por la competencia japonesa. Llegó a ser el máximo representante del boom pesquero y uno de los principales multimillonarios latinoamericanos luego de haber tenido otros negocios como la comercialización de vehículos, alimentos, azúcar y alcohol. En estas actividades descubrió Chimbote cuando no era el puerto que es hoy.
En 1955 adquirió su primera planta conservera, Florida. Primero tuvo una planta procesadora de bonito, luego la de anchoveta. Banchero comenzó a ampliar paulatinamente su flota y a adquirir nuevas fábricas para el procesamiento de harina y aceite de pescado. Compraba plantas de empresas en quiebra, las recuperaba y explotaba su capacidad productiva. Su flota superó las 300 embarcaciones. No se limitó a la actividad pesquera y abarcó sectores como astilleros, minería y medios de comunicación (diarios Correo y Ojo).
Los ingresos de sus empresas en 1970 bordeaban los US$70 millones anuales (unos US$472 millones de hoy). Sin embargo, su porvenir se vio eclipsado el 1° de enero de 1972, cuando fue asesinado en su residencia en Chaclacayo, un crimen que conmocionó al país.
Los empresarios de la industria pesquera constituyeron en abril de 1946 el Comité de Pesca de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI), cuyo primer presidente fue Carlos Otero Lora. Con el crecimiento de la demanda internacional durante la Guerra de Corea (1950-1953), el Comité de Pesca se separó de la SNI y el 12 de mayo de 1952 fundó la Sociedad Nacional de Pesquería (SNP). Su primer presidente fue Manuel Elguera Mc Parlin. Banchero Rossi también la presidió en 1962. Hoy cuenta con 61 empresas asociadas.
Por su parte, la SNI tiene el Comité de Alimentos, Restaurantes y Afines, Pesca y Acuicultura.
La acuicultura y el futuro sostenible
Cada vez hay mayor interés en la producción de peces, moluscos y plantas con tecnología y excelentes condiciones para satisfacer al mercado.
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En el Perú, la gran producción acuícola se basa en cuatro especies: los langostinos, la concha de abanico, la trucha y la tilapia. Pero hay más; también resaltan algunos peces amazónicos como la gamitana y el paiche. Además, este último junto con el lenguado han recibido la atención del sector empresarial que desarrolla la tecnología para la producción de ambas especies. De otro lado, también hay importantes iniciativas de cultivo de erizo comercial en el sur del país.
La acuicultura como actividad productiva sostenible emerge como una alternativa ante la depredación de especies marinas y ha empezado a ganar terreno desde los tiempos iniciales en que se cultivaba el paiche y luego se desarrolló el cultivo comercial de la trucha arco iris. Los langostinos y conchas de abanico ingresaron años después y contribuyeron a ampliar esta industria productiva.
Entre 1939 y 1940 se estableció la estación de piscicultura del lago Titicaca en Chucuito, Puno, por un acuerdo entre Bolivia y Perú con el fin de incrementar la producción piscícola del lago y su cuenca. Una ventaja de la acuicultura como actividad económica, según la FAO, es que los peces convierten en masa corporal un mayor porcentaje de alimento que los animales terrestres, por lo que son más rentables. Por ejemplo, la producción de un kilo de proteína de bovino requiere 61 kilos de alimento frente al porcino y el pescado que requieren 38 y 13 kilos, respectivamente.
Estos factores y políticas públicas favorables a esta actividad, que han sido desplegadas durante las últimas décadas, han permitido que la acuicultura peruana evolucione, siendo un ejemplo el periodo 2010-2016. En este la producción se incrementó de 89 mil toneladas a 100,185 toneladas, de las cuales 41,418 provienen de cultivos de origen marítimo y 58,767 toneladas provienen de cultivos en agua dulce.
Algunas de las regiones con mayor desarrollo de la acuicultura son Tumbes y Piura, donde predominan los langostinos; Áncash y Lima, con mayor presencia de las conchas de abanico; y Junín y Puno, donde mayormente se cultiva la trucha. En la selva, destaca San Martín, como productor de tilapia y en menor medida de gamitana, paco y boquichico. También resaltan Ucayali y Loreto.
A futuro, la acuicultura apunta a la selección y mejora genética, usando programas específicos de domesticación y de reproducción y crianza, tal como ocurre en el resto de las crianzas animales y en cultivos vegetales. Los objetivos son disponer de ejemplares certificados, provenientes de familias de reproductores seleccionados, libres de enfermedades y con las mejores condiciones de producción y manejo, así como cualidades preferidas en los mercados.
El pescado, tan nutritivo como querido en la mesa peruana
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La gastronomía peruana brilla por su variedad de platos que aprovechan las nutritivas especies de nuestro pródigo mar. Por ello a lo largo de la costa hay miles de restaurantes especializados de todo tamaño. A nuestra riqueza culinaria contribuyó la migración japonesa, con sus técnicas de corte y manipulación del pescado, y la migración italiana, con su sapiencia respecto a los frutos del mar.
Nuestros hábitos alimenticios fueron variando con el despegue de la pesca; y con los camiones frigoríficos y el asfaltado de las carreteras, la conservación de los alimentos marinos se alargó para llegar a más gente en distintas partes del país.
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