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Colección del Bicentenario 200 años de Economía en el Perú: ‘La hora de la reconstrucción: el gobierno de Cáceres’
Luego de la guerra con Chile, un devastado Perú optó por la apertura económica para andar hacia la recuperación. Una decisión crucial fue el pago de la deuda externa para lo que se firmó el Contrato Grace.
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SÉPTIMA ENTREGA
La guerra con Chile dejó al Perú herido de gravedad. A nuestros muertos y heridos se sumó la destrucción material de nuestras principales industrias y comercios, así como la pérdida de territorio que implicó a su vez perder el recurso importante del momento: el salitre. Tocaba entonces trabajar en la reconstrucción, sanear la economía y planificar el futuro, tanto desde el Estado como desde el sector privado que no se quedó pasivo ante las circunstancias.
Andrés Avelino Cáceres, el llamado Brujo de los Andes, fue héroe de la guerra con Chile, pero también presidente constitucional en dos periodos. Primero de 1886 a 1890 y luego de 1894 a 1895. Como gobernante de los primeros años posteriores a la Guerra del Pacífico, lideró la reconstrucción del país que estaba sumido en un escenario de destrucción infligida por el país agresor.
Los pocos recursos que se había logrado recaudar entre 1879 y 1884 se habían usado para financiar la guerra. Las haciendas de azúcar y de algodón habían sido arrasadas por el ejército chileno. Varios ferrocarriles habían quedado inutilizables. Aproximadamente 500 kilómetros de líneas férreas que había hasta 1878 fueron destruidos y recién pudieron recuperarse años después del conflicto. Lima había sido tomada y sometida, junto con su puerto, el Callao, durante dos años y nueve meses. Y durante el mismo periodo, los ingresos aduaneros habían sido gestionados por la ocupación extranjera.
El fin de la guerra llegó con el Tratado de Ancón, que implicó que el país perdiera Tacna (que fue devuelta recién en 1929), Arica y Tarapacá, territorio muy rico en salitre, que era el recurso de alto valor en la época y por el que se inició el conflicto bélico.
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La visión y méritos de Cáceres deben destacarse pues se encargó de las primeras medidas para recuperar un Perú devastado por la guerra.
Una guerra civil
A esa situación, hay que sumarle la guerra civil en el Perú se desarrolló entre 1884 y 1885 a consecuencia de las tratativas para poner fin al enfrentamiento bélico con Chile. Miguel Iglesias presidía el Perú y promovió el Tratado de Ancón, que se suscribió el 20 de octubre de 1883. Pero en el centro del país, Cáceres resistía, opuesto a la idea de ceder territorios al agresor, por lo cual no reconoció a Iglesias como presidente y se originó este enfrentamiento interno. Este conflicto recién finalizó en 1885, cuando Cáceres tomó Palacio de Gobierno e hizo que Iglesias dimitiera para dar lugar a un gobierno provisional y también un proceso electoral en el que el Brujo de los Andes fue elegido presidente constitucional para el periodo 1886- 1890. Es en esta gestión que se escribieron las primeras páginas de la reconstrucción del país, un proceso que fue lento, pero en el que la modernización empresarial y nuevas materias primas de exportación echaron a andar la rueda económica.
El pago de la deuda externa y el Contrato Grace
La historia del Contrato Grace comenzó durante la Guerra del Pacífico o incluso antes, en 1878. Ese año, poco después de que en 1876 el Perú declarara la suspensión del pago de la deuda a los acreedores ingleses, durante la etapa final del gobierno de Manuel Pardo, este mismo planteó otorgar los ferrocarriles en desarrollo a los acreedores. Los planes para el guano eran similares.
Un año después comenzó la guerra con Chile y, en 1880, Nicolás de Piérola, como presidente de facto, planteó llegar a un acuerdo con los bonistas para saldar la deuda. Ningún planteamiento llegó a concretarse hasta el final del conflicto. Sin embargo, ello no evitó que durante el enfrentamiento hubiera intentos de parte de los acreedores ingleses de cobrar la deuda, pero acercándose más bien a Chile, que había tomado control de territorios peruanos, incluyendo Tarapacá y su riqueza en salitre.
Ante la negativa chilena, los bonistas dejaron de insistir y recién en 1883 hubo una nueva propuesta para saldar la deuda, esta vez proveniente de John Meiggs, hermano del empresario estadounidense Henry Meiggs, impulsor del desarrollo ferroviario en el Perú. La situación financiera del país era tan negativa que ni siquiera el planteamiento de entregar mayores concesiones, reducciones de impuestos y aranceles atrajo a los acreedores extranjeros.
Recién en 1884 se dio la primera muestra de interés de los bonistas que pidieron a Inglaterra que los respaldara en el cobro de la deuda al Perú. En 1886, luego de la guerra civil entre Miguel Iglesias y Cáceres, y con el gobierno de este último ya instalado, surgió una nueva propuesta, pero esta vez fue articulada por el comerciante estadounidense Michael Grace, motivado por una serie de derechos que obtuvo en 1885 y que se relacionaban con la actividad minera en Cerro de Pasco.
La iniciativa de Grace
Grace buscó capitales para su proyecto en Nueva York y Londres. En la segunda el financiamiento le fue negado pues los bonistas británicos aclararon tener los derechos de construcción sobre las líneas férreas. Esta situación generó que Grace, ya en 1886 y con Cáceres en el poder, estructurara una propuesta para los bonistas, la cual comprendía el pago de la deuda externa y la entrega de los ferrocarriles, así como otros derechos. La intención del empresario era aprovechar el pago pendiente de la deuda externa como una oportunidad para concretar, al menos parcialmente, el contrato de Henry Meiggs que había obtenido. Y la mejor manera de lograrlo era actuando como mediador entre los bonistas y el Estado peruano. Como la oferta no fue bien recibida por los acreedores británicos, Grace tuvo que renunciar a algunos derechos, aunque mantuvo los relacionados con Cerro de Pasco.
De esta forma, a finales de 1886, Grace presentó un proyecto al gobierno de Cáceres. Este otorgaba derechos a los bonistas por un periodo de 75 años y permitiría que los mismos tomaran los ferrocarriles estatales y se comprometieran a la construcción de ciertas prolongaciones; además, podrían reclamar las minas de carbón en la línea de Chimbote y las de mercurio en Huancavelica, así como los campos petroleros no declarados en el norte. También tendrían derecho a establecer ocho colonias en la Amazonía, entre otros aspectos. Si bien las condiciones no eran atractivas para el Estado peruano, el gobierno no tenía muchas opciones para impulsar la reconstrucción del país debido a que necesitaba acceso a financiamiento extranjero. Entregar los ferrocarriles a cambio de este motivó un primer acuerdo.
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Aspíllaga era contrario al proteccionismo. Encaminó la recuperación de los ingresos del Estado y buscó una solución a la devaluación de la moneda.
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El primer intento
En 1887, Michael Grace y el ministro de Hacienda, José Araníbar, se enrumbaron a Londres para iniciar una negociación que les permitiera pactar un contrato con el Comité de Tenedores de Bonos para definir el pago de la deuda peruana. Junto con sir Henry Whatley negociaron los términos del acuerdo, en el que se establecieron varios cambios respecto a la propuesta inicial. El plazo fijado para el contrato fue de 66 años. Algunas de las condiciones fueron que el Perú realizaría un pago de 120 mil libras anuales (cerca de US$21.6 millones de hoy) a favor de los bonistas (que provendrían de los ingresos de las aduanas de Paita y Mollendo), derechos para la explotación de minas, petróleo y guano, y la entrega de 1.8 millones de hectáreas.
Pero había un detalle. El pago de la mitad de la deuda se había asignado al Perú, y la otra mitad, a Chile. Como era de esperarse, el contrato fue objetado por el gobierno chileno que advirtió que lo estipulado iba en contra del Tratado de Ancón con el que se puso fin a la guerra. También estaba en contra la oposición en el Congreso peruano (aun cuando el proyecto todavía no había sido presentado oficialmente) y, además, estaban las críticas de otros comités de bonistas, como los de Bélgica, Francia y Holanda, que también presentaron sus propuestas al Gobierno.
Los acreedores franceses informaron que, de no ser escuchados, influirían en el Congreso para que el Contrato Grace-Araníbar no fuera aprobado por el Poder Legislativo. El Ejecutivo no tenía mayor influencia ahí y había alta rotación de gabinetes ministeriales. Con ese escenario adverso, el Gobierno no presentó ante el Congreso la iniciativa del contrato.
Durante el siguiente año, 1888, los bonistas ingleses intentaron negociar parte del pago de la deuda peruana con Chile, pero no tuvieron éxito. Posteriormente, surgió una nueva propuesta con un actor previsible: Michael Grace, pero acompañado esta vez por John Meiggs. Entre ambos empresarios convencieron a los bonistas de aceptar una nueva propuesta. Esto dio lugar a que John Hely-Hutchinson, quinto Conde de Donoughmore, viajara a Lima en representación de los bonistas, en compañía de Grace. El país atravesaba un aletargado proceso de reactivación económica, con una actividad comercial de débil crecimiento y unas finanzas públicas austeras.
Las negociaciones entre Hely-Hutchinson y el entonces ministro de Hacienda, Ántero Aspíllaga, llegaron a buen puerto y así se llegó al llamado Contrato Grace, en octubre de 1888, aunque faltaba la aprobación parlamentaria.
¿Cuáles fueron los términos?
Varios de los derechos inicialmente contemplados fueron eliminados en el contrato, como fue el caso de las concesiones mineras. Lo mismo sucedió con la entrega de los ferrocarriles, que se vio reducida, al mismo tiempo que la construcción de varios de estos implicó trazos menos extensos. Las líneas férreas entregadas, por un periodo de 66 años, fueron las de Mollendo-Arequipa; Arequipa-Puno; Juliaca-Santa Rosa; Pisco-Ica y Callao-Chilca. También los ferrocarriles de Lima-Ancón; Chimbote-Suchiman; Pacasmayo-Yonan-Guadalupe; Salaverry-Trujillo-Ascope; y Paita-Piura. Por otra parte, los acreedores se comprometieron a concluir el Ferrocarril Central hasta La Oroya (y ya no hasta Cerro de Pasco), así como a completar tramos del Ferrocarril del Sur.
Además, los pagos a los bonistas, que antes se planteaban en 120 mil libras esterlinas anuales quedaron reducidos a 80 mil libras (hoy hablaríamos de US$13.8 millones de la actualidad).
Otros derechos entregados fueron el uso de los puertos de Ancón, Chimbote, Mollendo, Paita, Pacasmayo, Pisco y Salaverry y la navegación del lago Titicaca, pero bajo determinadas condiciones. Además, crearon la Peruvian Corporation, cuya finalidad fue reemplazar los bonos depreciados de los acreedores por acciones de esta firma para lograr que se concretara el pago de la deuda externa. Y a la vez se hizo cargo de la gestión de la exportación del guano y de los ferrocarriles.
El contrato fue aprobado por el Congreso en 1889, luego de varias legislaturas y de mucha oposición (vea el recuadro) y Chile terminó aceptando el acuerdo entre los bonistas y el Perú.
Más allá de la polémica que generó y que aún despierta, el Contrato Grace no solo permitió saldar la mayor parte de la deuda externa peruana, sino que le permitió al país restaurar su acceso al crédito, contribuyó a la culminación y operación de varios ferrocarriles, como el Central, que aportaron a dejar encaminado el desarrollo del sector transporte con miras al ya cercano siglo XX y la modernidad que traía. Esto, a su vez, aportó a la activación del sector construcción y la actividad manufacturera, vital para la generar empleo en tiempos en los que la reconstrucción del país era el objetivo primordial.
La polémica sobre el Contrato Grace
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El Contrato Grace causó gran polémica entre los integrantes de la clase política de entonces. Por un lado, la fuerte crítica de un sector que consideraba la firma de este convenio como un retroceso o una vuelta a ser casi como una colonia del imperialismo económico. De otro, los que impulsaban las tratativas, aseguraban que era la única manera de culminar con el pago de la deuda externa y volver a ser atractivos para la economía internacional. La deuda ascendía a más de 50 millones de libras esterlinas (equivalentes a poco más de US$8,634 millones de hoy), y estábamos en medio de una crisis económica posguerra.
Fue luego de un primer informe favorable presentado por los comisionados Francisco García Calderón, Francisco Rosas y Aurelio Denegri, en noviembre de 1886, que Cáceres decidió negociar con los tenedores británicos. Pero inclusive antiguos aliados políticos suyos se volvieron en contra de este arreglo internacional, entre ellos el senador Manuel Candamo y el grupo civilista mayoritario en ambas cámaras del Congreso. Asimismo, otro opositor tenaz a la intervención de Grace y a este arreglo fue Manuel Velarde, ministro de Gobierno.
La figura de Manuel González Prada también resalta en ese momento. El poeta y crítico literario mostró una férrea oposición al contrato y sus discursos cobraron notoriedad. El grupo que lideraba era conocido como Círculo Literario y se caracterizó por sus fervorosos debates y condena al arreglo con los británicos.
Durante tres legislaturas, entre 1887 y 1889, se discutieron los términos del acuerdo en el parlamento. El último año, Cáceres decidió reprimir a los congresistas opositores al contrato, entre ellos algunos seguidores de Nicolás de Piérola, su conocido rival. Pedro del Solar, presidente del Consejo de Ministros y abogado de Michael Grace, planteó que los diputados opositores habían impedido que hubiera quorum sistemáticamente con sus inasistencias, por lo que se convocaría a elecciones para reemplazarlos.
Así, después de una exacerbada discusión con diputados opositores, el contrato fue finalmente aprobado por el Congreso del Perú el 25 de octubre de 1889. El Gobierno, de ese modo, entregaba a sus acreedores 1,230 kilómetros de líneas de ferrocarril estatal por 66 años. Además, les otorgó el derecho exclusivo de exportar tres millones de toneladas de guano, garantizándoles un ingreso anual de 88,000 libras inglesas (más tarde reducidas a 60,000 libras inglesas) por treinta y tres años (en dólares de hoy, de US$15.2 millones a US$10.4 millones anuales).
De la sobrevivencia al camino de la recuperación
Mucho esfuerzo demandó levantar cabeza luego de la guerra. Una política de apertura a las inversiones propició la recuperación y el vital consumo.
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Andrés A. Cáceres gobernó con una línea económica de libre mercado, basada en la exportación de materias primas cuya demanda mundial se incrementó desde 1884, lo cual propició que el Perú desplegara una política de apertura a la inversión y así aprovechar las oportunidades que fueran contribuyendo a la recuperación.
La producción y exportación de algodón, azúcar, lana y metales estuvieron entre las más afectadas por la guerra con Chile, pero fue la actividad azucarera la que más tiempo necesitó para recuperarse. Sus exportaciones recién superaron los niveles previos a la guerra en 1897, mientras que las de algodón y de la minería lograron hacerlo antes, en 1890.
La economía experimentó un boom de exportación de materias primas; sin embargo, no pudo llegarse a los niveles de bonanza alcanzados anteriormente con la explotación y exportación del guano y del salitre.
La que sí logró una recuperación récord de sus exportaciones respecto a las demás fue la industria de la lana, pues para 1885 ya casi había normalizado sus envíos al extranjero.
La recuperación que le siguió a la Guerra del Pacífico pudo alcanzarse en 1895, aunque la consolidación de la capacidad productiva y del crecimiento del país tomó aún algunos años más. Pese a todas las adversidades, el Perú logró que sus exportaciones crecieran, en promedio, 4% al año durante toda la etapa de reconstrucción nacional.
Entre 1883 y 1896, el Producto Bruto Interno (PBI) se incrementó 3.17%, mientras que el consumo privado aumentó un promedio anual de 2.42%. Y en vista de que algunas de las principales actividades exportadoras lograron recuperarse relativamente rápido, también hubo un panorama positivo para el país. Las exportaciones crecieron a buen ritmo y las importaciones solo aumentaron en 0.67% en dicho periodo.
La inversión interna y las exportaciones representaron en conjunto 21.82% del crecimiento del PBI entre 1883 y 1896. El resto del crecimiento se explicó por el consumo. No obstante, el consumo público (del Estado) significó solo el 6.31%. El resto, el 71.87%, provino del consumo privado, es decir, de las familias peruanas. Este fue clave para impulsar la reconstrucción del país.
Cambios en la mesa
Antes de la Guerra del Pacífico, el Perú contaba con Chile para obtener diversos productos, comenzando por algunos tan básicos como la manteca, el cebo y otros derivados del cerdo, por ejemplo. Sin embargo, durante el conflicto y luego de este, esta relación comercial que había sido muy fluida fue interrumpida. Por ello, el Perú tuvo que recurrir a otros países para importar algunos alimentos, como Argentina o Estados Unidos, y con ello también se fueron incorporando algunos de sus hábitos y gustos.
Durante un tiempo, hubo una buena crianza de cerdos en el norte de Lima (Huaral, Huacho), pero durante la bonanza azucarera, estas tierras cambiaron de uso y fueron dedicadas exclusivamente al cultivo de la caña y también al algodón. El Perú se enfocó tanto en estos productos de exportación que alimentos básicos como las menestras, por ejemplo, subieron demasiado de precio por su escasa producción, lo que provocó malestar social en los años de la reconstrucción nacional y hasta inicios del siglo XX.
DATO
El arrase de los chilenos casi no dejó vestigio del desarrollo comercial que hubo durante las décadas de 1860 y 1870.
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