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Vizcarra, con V de Valentín
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En la fecha central del Día del Amor, la decepción se apoderó de muchos que aún creían en su Valentín. A estas alturas, confiar en los políticos es una proeza, pero esto se trataba más de un acto de ceguera. Las denuncias e investigaciones, con audios y aspirantes a colaboración eficaz incluidos, habían dado varias señales hacia una carretera sinuosa repleta de avisos, curvas peligrosas y salidas no tan claras. Sin embargo, el último y arriesgado pasaje –solo para valientes–, ¿a dónde más podía llegar? Es verdad que a veces es necesaria una prueba para abrir los ojos, algo como el espectáculo vergonzoso de estos días protagonizado por el expresidente, donde se evidencia su modus operandi, su forma de hacer política, su cinismo y hasta, lo que algunos han preferido llamar, su psicopatía. Pero, cabe preguntarse ¿qué piensa Martín Vizcarra del país que comandaba? ¿Cree acaso que es suficiente agitar cartillas y jurar que ha participado de un estudio experimental serio, supervisado por una de las universidades nacionales más prestigiosas, sin más? ¿Piensa entonces que puede destrozar reputaciones y decir que prácticamente arriesgó su vida por el bien de todos y además en silencio, con lo comunicativo que solía ser? Lo peor es que sí. La realidad es que tenemos una clase política que maneja –muchas veces– el Perú como su chacra, como un lugar sin bandera. Vivimos en un país donde escogemos supuestamente el mal menor pero las autoridades no solo no nos representan, sino que se burlan de nosotros y nos decepcionan una y otra vez. Quizás esta historia de desamor nos ayude. Tal vez así nos mantendremos más alertas y, sobre todo, más aplicados a la hora de buscar lo que verdaderamente queremos. No perdamos de vista que las promesas electorales vendrán de la mano de muchos ‘valentines’ más. Estemos atentos.
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