Debe de ser muy difícil para un juez firmar una sentencia de condena de muerte. Matar a alguien, al margen de lo mala que haya sido su vida, es siempre cruel. Es privar a ese alguien de su derecho a reivindicarse. Es matar, de alguna manera, a quienes aman a esa persona. Es reconocer, en algún grado, el fracaso de la humanidad.