(Midjourney/Perú21)
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Uno de los logros más significativos de la humanidad en las últimas décadas ha sido el notable incremento en la expectativa de vida a nivel mundial. En 1960, esta era de 50 años, mientras que hoy es de 71 años. Un incremento del 42%.

Se trata de un fenómeno que no ha sido ajeno al Perú, que en el mismo periodo incrementó su esperanza de vida de 47 a 73 años, aún más que el promedio global.

Esta es una extraordinaria noticia, pues es testimonio de la mejora sostenida en la calidad de vida, así como del progreso de la medicina. No obstante, es también una realidad que nos enfrenta a una serie de retos de política pública, puesto que altera las dinámicas demográficas de la economía.

Particularmente agudo es el reto en materia del sistema previsional, por una sencilla razón: es complejo aspirar a sostener una jubilación más larga si seguimos trabajando el mismo número de años.

Esto es particularmente crítico para los sistemas de pensiones de reparto -como el que caracteriza a la ONP-, en los que existe un fondo común al que van los aportes de todos los trabajadores activos y desde el cual salen las pensiones para los jubilados.

Cuando estos sistemas fueron diseñados, asumían una estructura poblacional piramidal, con muchos jóvenes trabajadores en la base y relativamente pocos adultos mayores retirados en el pico. El problema que enfrentamos hoy es que esta realidad no se sostiene más. La nueva estructura demográfica va camino a parecerse más bien a una pirámide invertida.

El problema con ello es evidente: en un punto, los aportes de los trabajadores se vuelven insuficientes para pagar las pensiones de los jubilados. De hecho, en la ONP ya viene sucediendo eso, por lo que todos los años debe recibir inyecciones de recursos del tesoro público para hacer frente a sus obligaciones.

El escenario es aún más crítico en países europeos o asiáticos donde el envejecimiento poblacional es aún más pronunciado. Ello ha obligado a estos países a implementar incrementos en la edad de jubilación o en la tasa de aportes para evitar la quiebra de sus sistemas previsionales. Esto ha dado lugar a masivas protestas como las vistas el año pasado en Francia.

En Perú estamos lejos de implementar medidas de esa naturaleza, pero sí tenemos algo que aprender de estas experiencias: lejos de profundizar los sistemas de reparto, debemos apostar por la capitalización individual como eje del sistema previsional.

La razón es simple: los sistemas de capitalización individual, por diseño, son más sostenibles. Ello se debe a que, lejos de organizarse como un pozo común, en estos sistemas —como es el caso del sistema privado de pensiones de Perú— cada trabajador tiene una cuenta individual, donde se acumulan los aportes y la rentabilidad generada. Por ello, el fondo que lleguemos a acumular no dependerá de la estructura demográfica del resto de la población.

Estos sistemas, además, tienen la virtud de alinear incentivos, pues premian el esfuerzo del trabajador. Este sabe que, a mayor volumen de aportes, recibirá una mejor pensión.

Es por estas razones que existe una tendencia global hacia la capitalización individual. Sintomático de ello es que China, uno de los países con más larga tradición estatista del mundo, lanzó hace dos años un sistema privado de capitalización individual. Se espera que, para el próximo año, este administre unos US$1.7 billones.

También es de notar que, en Países Bajos, Islandia y Dinamarca —los tres países con mejores sistemas de pensiones del mundo según el ranking elaborado por el prestigioso Instituto Mercer—, más del 60% del monto de las pensiones otorgadas proviene de la capitalización individual, y solo una minoría de los sistemas de reparto.

Hoy que en Perú estamos en un momento de definiciones para el futuro del sistema de pensiones, es fundamental aprender de otros países y de nuestro propio pasado, así como tener cuidado con aquellas voces que, a pesar de toda la evidencia disponible, siguen apostando por los sistemas de reparto.

Por sus evidentes ventajas, la capitalización individual debe mantenerse como el eje de nuestro sistema de pensiones, pues ofrece la mejor ruta para alcanzar una mayor cobertura y mejores condiciones de jubilación para más peruanos.

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Luis Alberto Quintanilla, director regional de Educación de Lima Metropolitana en Conecte
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