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Vencido por sí mismo

“La historia de Alejandro Toledo es el mejor ejemplo de que el poder envicia, extravía y puede hacer que cualquiera sea presa del virus de la corrupción. En el fondo, su principal enemigo fue siempre él mismo”.

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Uno de los abogados estadounidenses de Toledo Manrique fue condecorado con la Orden del Sol cuando fue presidente.  (Foto: GEC)
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La historia de Alejandro Toledo es la de un hombre vencido por sí mismo. Tuvo todas las oportunidades para trazar una ruta personal muy distinta.
Como escribe el periodista Fernando Vivas, para Toledo, “no podía dejar de tener sentido la frase ‘soy un milagro de la educación’ o ‘soy un error de la estadística’, en un país que había esperado medio milenio para reivindicar a su raza mayoritaria”. Y realmente parecía que lo iba a lograr, sobre todo a inicios de siglo, cuando lideró, junto con otros políticos, el megamovimiento que nos ayudó a salir del fango que fue el montesinismo. Aunque ahora, con la cordura que da el tiempo, su aparición estelar en ese momento de la historia parece haber sido una broma de mal gusto, un verdadero error de la estadística.
La historia de Alejandro Toledo es el mejor ejemplo de que el poder envicia, extravía y puede hacer que cualquiera sea presa del virus de la corrupción. En el fondo, su principal enemigo fue siempre él mismo y, por eso, su ascenso precipitado ha quedado sepultado por sus propias mentiras, disparates y borracheras. El Toledo político de 2000 es una promesa de todo lo que nunca llegó a ser.
La noticia de la semana, sin duda, es su detención en California, pero que esta ocurriera era solo cuestión de tiempo. Ahora un juez en EE.UU. debe evaluar si Toledo seguirá su extradición detenido o en libertad, que, meses más, meses menos, se ve inevitable. Pareciera, además, que su caso es bastante claro como para siquiera intentar argumentar que existe alguna forma de persecución más allá de lo que manda la ley.
Aunque sea una desgracia proyectar la imagen de que somos un país donde ser político es sinónimo de ladrón, la buena noticia es que queda claro que en el Perú no hay protección ni favoritismo para quienes realmente sí lo son.
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